En cuanto al hecho de que el art. 22, núm. 1, mencione los derechos de los miembros de la comunidad escolar (profesores, padres y alumnos), omitiendo el deber de éstos de respetar el ideario del Centro, no tiene por qué suponer, ni que tal deber no exista (o no tenga virtualidad limitante) ni que se produzca una inversión de la relación general establecida en ocasiones anteriores por el TC en supuestos de conflicto o concurrencia entre los derechos de los citados miembros de la comunidad escolar y los del titular del Centro.
Una nueva escuela
Rafael Feito Alonso es catedrático de Sociología en la Universidad Complutense de Madrid. Publicaciones: https://www.researchgate.net/profile/Rafael_Alonso6 Contacto: rfeito@cps.ucm.es Temática: Educación, desigualdades educativas, universidad, docencia, profesorado, reválidas, reforma educativa, democracia, reforma educativa, participación, fracaso escolar, abandono escolar fake news, clases sociales, hegemonía, deberes, reválidas, LOMCE, escuela pública, escuela privada, España
martes, 1 de octubre de 2024
jueves, 29 de agosto de 2024
Algunas diferencias y semejanzas entre los votantes de las derechas y de las izquierdas.
Algunas diferencias y semejanzas
entre los votantes
de las derechas y de las izquierdas.
Recientemente, y como lo hace
cada año, el CIS ha publicado su estudio relativo a la opinión acerca de la
fiscalidad (estudio 3469). Se trata de un sondeo que suele pasar relativamente
desapercibido (quizás debido a su publicación en pleno verano). No solo contiene
una información muy valiosa para conocer la opinión de los españoles sobre
aspectos relacionados con los impuestos -de la que aquí se ofrece una
selección-, sino que -como se verá- se añaden algunas cuestiones más.
En este estudio nada se pregunta por la cuestión que más divide a las izquierdas de las derechas: la actitud frente al feminismo.
martes, 7 de mayo de 2024
¿Y si prohibiéramos el uso de los portátiles en las aulas universitarias?
¿Y si prohibiéramos el uso de los portátiles en las aulas universitarias?
Cada vez son más las comunidades
autónomas que han decidido prohibir el uso de los móviles en los centros
educativos preuniversitarios. En el caso de la universidad -al menos esto es lo
que dicta mi experiencia- el problema que tenemos no está tanto en los móviles
como en los ordenadores portátiles. Si bien es cierto que muchos estudiantes
los usan para tomar apuntes, lo cierto es que, salvo que se pongan en modo
avión, suponen una fuente constante de distracción cuando no un elemento
creador de una burbuja en la que el alumnado se abstrae por completo de lo que
suceda en clase.
El profesorado, por muy
interactiva que sea la clase, tiene muy difícil competir con la atención
inmediata que requieren los mensajes que se puedan recibir en línea o
simplemente con la tentación de navegar en la red.
Me ha pasado ya en varias
ocasiones tener que recriminar a algún estudiante su completa concentración en
lo que ve o escribe en su ordenador al margen de lo que se esté trabajando en
clase. Y esto ocurre incluso en momentos -o en sesiones enteras- en las que la
clase se basa en la participación del estudiantado o en las que recorro el
pasillo del aula con la intención de acercarme a quienes toman la palabra.
Se trata de un descaro
sorprendente. Sin embargo, lo más llamativo es que los estudiantes me cuentan
que hay algunos profesores cuya docencia no va más allá de leer apuntes -sí,
todavía hay quien hace esto: al fin y al cabo, a los profesores nos pagan por
el tiempo que pasamos en clase- que exigen silencio absoluto -lo que implica la
interdicción de los portátiles- hasta el extremo de expulsar a quien ose
romperlo.
La posible prohibición de los
portátiles cuenta con otro argumento que va más allá de la economía de la
atención. Se trata de que es sabido que se retiene mejor la información cuando
se toman notas manuscritas que cuando se escribe en un teclado.
Dado que la libertad de cátedra
consiste en que cada profesor puede hacer lo que considere más oportuno, es muy
posible que en adelante indique a mis estudiantes que en mis clases no se podrá
hacer uso de los portátiles.
Entiendo que pueda haber docentes
que alienten el uso de móviles y portátiles en su clase. Esto es lo que puede
suceder si se recurre a aplicaciones del tipo Kahoot, pero este no es mi caso:
el pensamiento complejo tiene difícil encaje en ejercicios de respuesta
múltiple.
Observaciones a mi artículo sobre los planes de estudio de Sociología
Un amigo, licenciado en Físicas, me ha hecho algunas observaciones al artículo que publiqué en la RES (https://recyt.fecyt.es/index.php/res/article/view/100537) sobre los planes de estudio de Sociología. Estas son mis consideraciones que, como se verá, darían para otro paper.
La primera de sus apreciaciones se
refiere a que deberíamos ser más exigentes, cosa que me parece podría
traducirse en un fuerte abandono en primer curso. Mi planteamiento sería que en
este primer año deberíamos entusiasmar a los estudiantes -con independencia de
cuál sea su nivel previo: en clase ningún profesor sabe nada sobre la
trayectoria escolar previa de sus alumnos-. Es decir, en primero los profesores
deberíamos hacer ver a los estudiantes la importancia de conocer e interpretar la
realidad social en la que vivimos. En este sentido, creo que nuestros
estudiantes deberían ser ávidos lectores de prensa (la comunidad de la UCM
tiene acceso gratuito a El País). En general, deberían ser grandes
lectores (y soy consciente de que cada vez hay menos lectores de libros que no
sean novelas). No hay la más mínima duda de que la lectura es la herramienta
más poderosa con que contamos para pensar. Es lo que decía Kant: sapere aude.
Yo hablaría no solo del atrevimiento, sino del placer de aprender. A esto hay
que añadir la importancia de saber expresarse (oralmente y por escrito), lo que
no se puede lograr si no se es un buen lector. Los estudiantes tienen que ver
en primero si les interesa o no seguir en un grado que pretende formar a un
intelectual, si no crítico sí por lo menos capaz de analizar la realidad social
en la que vive y opinar con fundamento sobre ello, lo que no equivale a tener
por modelo de buen alumno al aspirante a ser profesor de universidad. Es por
esto por lo que hace ya unos cuantos años un buen número de profesores de mi
facultad participó en una reunión en la que se planteó que los compañeros más
comprometidos con la investigación y con la docencia -una forma de evitar decir
los mejores profesores- pasaran a dar clases en primero en lugar de refugiarse
en los doctorados, los másteres y los últimos cursos. Esto no pasó de ser un
brindis al sol.
La segunda observación se refiere
a algo tan difícil de detectar como es la vocación del estudiantado. Lo que yo
propondría sería realizar una entrevista personal como ocurre con el caso de quienes
desean acceder a la titulación por la vía de mayores de 25 o de 40 años. Si,
por ejemplo, el candidato no sabe nada sobre cuestiones como -por poner algunos
ejemplos a vuelapluma- el conflicto de Palestina, el ascenso de la extrema
derecha, los dilemas de la socialdemocracia, las desigualdades de género, … no
debería permitírsele matricularse. Un compañero me contó que un estudiante no
sabía qué era eso de la Revolución rusa. ¿Cómo se puede haber cursado el
bachillerato e ignorar esto? Añado más leña al fuego: hace unos días salió a
relucir en una de mis clases de segundo curso el nombre de Ortega con motivo de
una lectura de un texto de Bourdieu. Solo a dos estudiantes les sonaba el
nombre de nuestro más reputado filósofo. Se puede ver en qué consiste la
entrevista a los aspirantes a estudiar magisterio en las universidades de
Finlandia en este enlace: https://www.youtube.com/watch?v=ERvh0hZ6uP8&ab_channel=WISEChannel
La tercera apreciación incide en algo tan complejo como es la necesidad de definir los conocimientos que debe haber adquirido un sociólogo al finalizar el grado. Se podría resolver este problema si tuviéramos un proyecto de facultad -o de la profesión sociológica- democráticamente elaborado en el que se establecieran no solo tales conocimientos, sino las destrezas que se deberían haber adquirido en el grado. Para comprobarlo, se podría plantear que cada estudiante compareciera ante una comisión que calibrase qué sabe, cómo se expresa, cómo desarrolla un argumento. El trabajo de fin de grado -siempre y cuando no fuera lo que tenemos actualmente- podría servir a este propósito.
La cuarta observación menciona la
singularidad del primer curso. A mi modo de ver habría que replantearlo
radicalmente. Mi impresión es que es un batiburrillo de asignaturas inconexas
que no permite que el estudiante se haga una idea de si la sociología le podría
interesar.
La quinta consideración alude a
la historia contemporánea. Esto es de traca. Es justamente lo contrario que
aconsejara Ockham: no multiplicar los entes sin necesidad. Apunto que tenemos
un serio problema con las asignaturas afines a la Sociología. El corporativismo
de la universidad se traduce en que; si una asignatura contiene en su título la
palabra economía, o historia, o filosofía…; los departamentos que imparten
tales materias pueden participar en su conformación -total o parcial-. La
solución, quizás, sería anteponer la palabra sociología a tales nombres. De
este modo, tendríamos sociología económica, histórica o filosofía de las
ciencias sociales. En todo caso, creo que sería conveniente que estas materias
las impartieran especialistas en ellas, es decir, economistas, historiadores,
filósofos… Lo que sí debería quedar muy claro es que trataría de economía,
historia o filosofía para sociólogos.
La sexta observación tiene que
ver con las Matemáticas. Su enseñanza es todo un desafío para nuestro sistema
educativo. Da igual que en Bachiller se hayan cursado las Matemáticas “de
verdad” o las aplicadas a las ciencias sociales: el nivel es bajo. Esto lo
vemos en la existencia de cursos “0” en ingenierías, en Económicas…
La séptima apreciación es sobre
las técnicas de expresión oral. En mi opinión, su enseñanza no debería dar
lugar a una asignatura -como ocurre en algunas facultades-. El movimiento se
demuestra andando y la mejor manera de aprender a expresarse es hacerlo en
clase en todos -o en la mayoría- de los cursos. Una vez más, el profesorado
tendría que ponerse de acuerdo en qué es expresarse bien. Lo que yo veo
-incluso entre estudiantes internacionales que vienen de los mejores centros
del mundo: Berkeley, Sciences Po de París, …- es que para ellos exponer es leer
en voz alta -casi siempre atropelladamente- lo que previamente han escrito. En
estas condiciones, es difícil que su exposición provoque un debate. Esto hace
que al final lo que tenemos es una especie de partido de tenis en el que yo
interacciono con el estudiante.
La octava indicación habla sobre
los dobles grados. En mi opinión, nunca deberían haber existido. No sé muy bien
por qué se crearon. En mi facultad creo que es fruto del deseo de atraer a los
buenos estudiantes del bachiller de ciencias sociales. El plan Bolonia
contemplaba grados de cuatro años -en lugar de tres, lo que hubiera sido lo más
sensato- y másteres de entre uno y dos años en los que especializarse en una
enorme variedad de titulaciones incluso ajenas a la del grado cursado. En
consecuencia, no parece que tuvieran mucho sentido los dobles grados. Pero hay
una razón de mayor peso para rechazarlos y no es otra que el número de horas de
trabajo que supone. Los estudiantes de grados “simples” se matriculan en
sesenta créditos por curso. Cada crédito equivale a entre 25 y 30 horas de
trabajo, es decir, y si nos vamos a 25 horas, 1500 horas por curso (cosa que en
Sociología nadie se lo cree). En el caso de los dobles grados, hablamos de 72
créditos, es decir, 1800 horas. Un estudiante que apruebe todo en primera
convocatoria -lo que debería ser lo habitual- tendría que desarrollar esas 1800
horas en un periodo de nueve meses -excluyo junio, julio y agosto-. Esto
supondría que habría de trabajar nueve horas y media en los días laborables
-que incluyen los días igualmente laborables de Navidades, Semana Santa y las
festividades de Santo Tomás y la del “santo” de cada facultad. Es decir, se
trataría de un estudiante sobrexplotado. ¿Dónde quedaría el tiempo para hacer
deporte, formarse como un ciudadano culto que va al cine o lee novelas, que
participa de la vida de la sociedad civil…?
Y,
finalmente, junto al desastre de las matemáticas, el del inglés. En España, el
conocimiento de idiomas es una marca de clase social. Tendríamos que garantizar
que quien acaba el bachiller tiene como mínimo el nivel B2 de inglés. Esto
implicaría cambiar radicalmente la enseñanza de este idioma (y en este vídeo
aporto algunas ideas: https://www.youtube.com/watch?v=RhwYi-cgcw0&ab_channel=RafaelFeito).
Además, esto es una cuestión de la sociedad en su conjunto. Tener películas y
series dobladas, por ejemplo, no ayuda.
Soy conocedor de la labor que la
Federación Española de Sociología está haciendo con respecto a estas
cuestiones. Mucho me temo que cuanto se pueda proponer termine ahogado en las
aguas de borrajas de una abusiva interpretación de la libertad de cátedra. Creo que, en realidad, no estoy hablando de los problemas que tenemos en la
Sociología. Más bien, es un problema que afecta a la universidad como
institución y no solo en nuestro país.
miércoles, 26 de julio de 2023
¿Son los periódicos búnkeres ideológicos?
¿Son los
periódicos búnkeres ideológicos?
Hace un par de meses envié una
propuesta de artículo a la sección de opinión del diario El País. Como
quiera que transcurridas varias semanas no obtuve respuesta alguna, volví a
enviar mi texto, el cual siguió tropezando con el silencio. Tras un tercer
intento -igualmente baldío-, envié una carta a la defensora del lector. Muy
amablemente, me respondió al día siguiente. Tras lamentar esta situación, me
indicó que hasta poco antes había dos secretarias que se encargaban de
responder. Por lo tanto, el periódico carece de medios para contestar a las
propuestas de publicación.
Mucho me temo que este cierre
debe ser el caso de la práctica totalidad de nuestros periódicos. De ser así,
cada diario sería una especie de círculo cerrado o de burbuja que, excepción
hecha de alguno de sus columnistas semanales o mensuales, tan solo publicaría
aquello que cae en el ámbito de su línea editorial.
Esto significaría que para hacerse una idea cabal de lo que opina una parte -importante, sin duda, pero solo una parte- de nuestra sociedad no quedaría más remedio que leer varios periódicos al día. Por fortuna, esto ya no es un serio problema económico. Con el precio de lo que costaba -y sigue costando- la edición en papel de un solo periódico es factible suscribirse sobradamente a varios diarios en línea. Mutatis mutandis, lo que tendríamos en el mundo de la prensa sería una especie de poliarquía, donde cada cual vería seriamente condicionada su opinión por lo que diga el periódico que lea habitualmente. Sería un pluralismo “inter-periódicos” en lugar de un pluralismo “intra-periódico”. Creo que esta circunstancia puede estar contribuyendo al creciente proceso de polarización que está viviendo nuestro país. Por desgracia, lo que tenemos son periódicos al servicio de sí mismos y no de la creación de una ciudadanía crítica, informada, racional.
Los sondeos demoscópicos publicados a lo largo de la campaña electoral de julio son prueba más que fehaciente de este sectarismo. Dependiendo del periódico de turno, los sondeos daban como favorita a la opción ideológica más próxima a su línea editorial (cosa aparte es el sectarismo demoscópico del CIS). Quizás la excepción hayan sido los sondeos de 40db para el grupo PRISA, los cuales publican los microdatos (el CIS también lo hace, pero pasados varios días tras la publicación del correspondiente barómetro). No obstante, el diario de este grupo empresarial publica los análisis que hace un matemático a partir de unos sondeos claramente sesgados cuya validez no iría más allá de la mera especulación.
miércoles, 3 de mayo de 2023
¿Tiene sentido llamarse comunista hoy en día? El posible dilema de Yolanda Díaz.
¿Tiene sentido
llamarse comunista hoy en día?
El posible dilema
de Yolanda Díaz.
En su
última intervención televisada antes de las elecciones generales de marzo de
1979, Adolfo Suárez blandió el espantajo del marxismo del PSOE para degradar a
este partido. La jugada, parece ser, le salió bien: UCD ganó esos comicios.
Salvando
las distancias, algo similar podría ocurrir con las perspectivas electorales de
Sumar. Yolanda Díaz es miembro del Partido Comunista, y supongo que no
será extraño que se la acuse de ser lo que es: una comunista, es decir, alguien
de dudosas credenciales democráticas. En todo caso, no cabe perder de vista
que, digan lo que digan las derechas, el PCE es un partido inequívocamente
constitucionalista. Por el contrario, cabe albergar alguna que otra duda con respecto
al constitucionalismo del Partido Popular, cuyo partido precedente - Alianza
Popular- dividió su voto sobre la Carta Magna entre el sí, el no y la
abstención.
Creo que el
problema fundamental reside en el hecho de considerarse hoy en día comunista.
La de los países llamados comunistas es una experiencia de opresión, dictadura,
masacres. Si alguien se llama a sí mismo comunista, ¿significa esto que
defiende el totalitarismo? Nos guste o no, para la inmensa mayoría del mundo, y
muy especialmente para quienes han padecido tan ignominioso régimen, el
comunismo es algo completamente rechazable.
Cabría la
posibilidad de considerar que los primeros años de la Revolución Rusa fueron un
ejemplo de lo que podría ser el paraíso de la humanidad. Sin embargo, y desde
hace unas cuantas décadas -y quizás desde su comienzo-, sabemos a ciencia
cierta que esta revolución no fue otra cosa que la sustitución de una élite por
otra (de una casta por otra, si nos ajustamos a la terminología “podemita”),
tal y como se temía Bakunin en su confrontación con Marx. La revolución de octubre
fue un golpe de estado que condujo a la dictadura de los bolcheviques a costa
de una posible democracia de los trabajadores (la rebelión de Kronstadt es un
claro ejemplo de ello). Quizá ni siquiera se salven esos diez días que
estremecieron el mundo de los que hablara John Reed.
Hay que
resaltar que hubo pensadores marxistas como Rosa Luxemburgo y Anton Pannekoek
que, desde el principio, criticaron la deriva autoritaria del bolchevismo.
Además de tiránicos, los bolcheviques fueron extremadamente conservadores hasta
el extremo de considerar que la organización fordista del trabajo -el colmo de
la alienación en el trabajo, tan duramente criticada por Marx- era el modelo
que debía seguir la revolución. Como ya advirtiera Gramsci, los “nuevos métodos
de trabajo son indisociables de un determinado modo de vivir, de pensar y de
sentir la vida: no se pueden obtener éxitos en un campo sin obtener resultados
tangibles en el otro”:
En lo que se refiere a la transformación
del papel de la mujer, poco tiempo
se tardó en considerar el divorcio como un atentado contra
la familia, por no hablar de la prohibición del aborto.
En la enseñanza, los enfoques de
la historia basados en el estudio de los cambios socioeconómicos estructurales ─propuestos por Mikhail Pokrovsky-
fueron sustituidos por un desfile de grandes personajes (lo que el historiador
británico E.H. Carr -un apologista de la revolución cuyos libros han quedado
desfasados por completo- llamaba la teoría de la nariz de Cleopatra). ¿Puede
sorprender que Rusia sea gobernada por un fanático nacionalista como Putin?
Creo que
desde la izquierda se debe ser extremadamente crítico con lo que ha sido y,
para desgracia de países como China o Corea del Norte, sigue siendo el
comunismo. En sus polémicas con alguien tan siniestro como Sartre, Camus lo
decía bien claro: si la verdad es derechas, yo soy de derechas. Desde mi punto
de vista, llamarse a sí mismo comunista implica tener que suministrar un
sinnúmero de explicaciones sobre qué clase de comunista se es (si alguien se
anima, puede leer el libro de Alberto Garzón titulado ¿Por qué soy
comunista?).
Chomsky
explicaba que considerar que lo que han vivido los países del socialismo real
es comunismo viene bien tanto a estos últimos como a los conservadores del
mundo occidental. Para los primeros es una fuente de legitimación, para los
segundos contribuye a apuntalar el sistema capitalista. Haría falta reflexionar
muy seriamente sobre el terrible mal que, para la izquierda -o si se quiere
para la aspiración a crear un mundo a la medida de la humanidad─, ha supuesto la aberración del
socialismo realmente existente. Muchos de quienes no han caído en la
alucinación sectaria de considerar que la URSS era una maravilla se han podido
inclinar por apoyar opciones reaccionarias de la derecha. Pienso en el mal que
pudo suponer para Salvador Allende haber visitado Cuba en 1972, próximas ya las
elecciones que podrían haber alumbrado un socialismo democrático. La
experiencia chilena tendría que haber sido, y en esto el Chicho estaba
profundamente equivocado, la negación radical del castrismo: no se puede
defender la democracia apoyando dictaduras.
Es muy poca
la gente que se identifica con el comunismo. En el caso de España, tan solo el
1,8% de la ciudadanía se confiesa comunista (según se puede ver en el barómetro
3257 del CIS de julio de 2019). Es más, de todas las etiquetas posibles es la
que cuenta con menos adeptos, frente a -por ejemplo- un 15,7% que se considera
socialista, un 6,6% socialdemócrata, un 12% liberal, un 4,4% feminista o un
4,1% ecologista.
Aun siendo
consciente del peso emocional de las palabras, habría que dar el paso de
renunciar a un término tan cargado de connotaciones negativas como es el
vocablo comunismo. Por desgracia, la experiencia ha contaminado el término
hasta tal extremo que habría que arrojarlo al basurero de la historia.
domingo, 23 de abril de 2023
Un homenaje a los libros en el día de San Jordi.
Se puede ver una versión en vídeo de esta entrada en
https://www.youtube.com/watch?v=oPjw2Nw5WkU
Un homenaje a los
libros en el día de San Jordi.
Aprovecho esta festividad para
describir mi experiencia con los libros durante el periodo previo a mi entrada
en la universidad y a lo largo de los cinco años de mis estudios de licenciatura
en sociología.
A diferencia de muchos
escritores, mi acceso a la cultura libresca empieza a la edad de los dieciséis
años (quizás un tanto tardía). Vázquez Montalbán decía de sí mismo ser un niño
de balcón (y, por ende, lector), yo lo era más de calle (aunque moderadamente).
En aquel entonces, España estaba en plena transición a la democracia (cuando se
celebraron las primeras elecciones, en junio de 1977, yo tenía quince años).
Fue un periodo en el que buena parte de la conversación pública (no solo en los
medios de comunicación, sino en las calles y en las familias) giraba en torno
al cambio político. Esto, y el hecho casual de que un amigo de un amigo me revelara
que tres estaciones de metro más allá de mi casa había una biblioteca pública
en la que se prestaban libros, me convirtió en un apasionado de los libros, amor
que continua hoy en día. En todo caso, y como dijera Marx, los libros son mis
esclavos, están para servirme. En definitiva, no soy un bibliófilo.
En mi casa había algo de capital
cultural en forma de libros y de prensa. En lo que se refiere a los primeros, he
de decir que jamás vi ni a mi madre ni a mi padre leer libro alguno. Sin
embargo, en mi hogar había una colección de los premios Nobel de literatura, la
cual me permitió un primer contacto con una producción literaria de calidad (se
trata de la colección de la ya desaparecida editorial Plaza &Janés). Javier Krahe decía tener en
casa un montón de libros de autores clásicos que no leía jamás, pero que el
mero hecho de tenerlos le tranquilizaba.
Aparte de esto, mi padre siempre
fue un cliente habitual del quiosco de prensa. De niño recuerdo que en casa siempre
entraban tres periódicos al día: el As (quizás más conocido por la
fotografía de su contraportada que por la información deportiva), el Ya
y el Pueblo (donde recuerdo haber leído los capítulos de la historia de
los jugadores de rugby perdidos en los Andes). Más tarde -y desde el primer número-
entró todos los días en mi hogar El País, del cual no me convertí en
lector diario hasta un año después de su aparición, en 1976. Además de la prensa
nacional, también llegaban hebdomadarios como Camb16 (luego fue Cambio
16, cuando la palabra cambio no suscitaba sospechas para la censura), Interviú
(que al igual que el diario deportivo citado anteriormente era posiblemente
más conocido por sus fotos de mujeres dispuestas a mostrar sus encantos corporales)
y Mortadelo (bueno, Rosendo Mercado decía, en una famosa canción, que se
educaba con El Papus y no con el ABC).
Al margen de la literatura, mis
primeras lecturas eran de libros de historia como el de Gabriel Jackson sobre
la Segunda República, la historia de España de Alfaguara, la entonces trilogía
de Arnold Hauser (Historia social de la literatura y el arte). Añado -entre
otros muchos libros- las obras escogidas de Marx y Engels y, enorme temeridad,
el libro de Nikos Poulantzas Poder político y clases sociales (Muñoz
Molina contaba que lo adquirió y terminó por intercambiarlo por un libro de literatura:
pésima opción).
Igualmente, en los benditos quioscos,
también compraba revistas de sesudo análisis político como Zona Abierta donde
escribían intelectuales de la izquierda española y mundial o El Viejo Topo.
Creo que este escaso capital cultural
me sirvió de barrera para no haber militado en partidos sectarios del tipo de,
por ejemplo, la Organización Revolucionaria de Trabajadores. Recuerdo horrorizado
haber acudido a una reunión en el local que este partido tenía cerca de mi casa
en la que un tipo -relativamente joven- peroraba sobre cómo el pensamiento Mao Tse-tung
sería la guía para la salvación de España y del mundo entero. Y eso por no
hablar de Enver Hoxha y su nuevo hombre albanés. Sigo sin comprender cómo tantas
personas cultivadas e inteligentes se metían en estas sectas. Con el tiempo, muchas
de ellas terminaron por sumarse al pesebre del PSOE de Felipe González.
Antes de matricularme en Sociología,
me di una vuelta por la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología. Allí vi que
había estudiantes que portaban libros como, por ejemplo, el Contrato Social
de Rousseau. Pese a ello, la verdad es que luego comprobé que la mayoría de mis
futuros compañeros no eran precisamente grandes lectores. Sin embargo, debo
reseñar que no había tantos manuales como ahora, lo que forzaba a leer
directamente a los autores señeros en diferentes asignaturas. A modo de
ejemplo, en Historia se podía leer la Historia económica de la población mundial
de Cipolla (pronunciado “chipola”); en Filosofía de las Ciencias Sociales, La
estructura de las revoluciones científicas de Kuhn; en Sociología del Trabajo,
Trabajo y capital monopolista de Braverman, en Comportamiento Político, Los
partidos políticos de Duverger… Y, dada mi pasión por el rock, hago un
aparte para el curso de Sociología del Conocimiento a cargo de Luis
Martín Santos, en uno de cuyos seminarios leímos la Sociología del rock
de Simon Frith. Y, teniendo en cuenta mi especialidad en la sociología de la educación,
hay dos libros clave: Escuela, ideología y clases sociales en España del
malogrado Carlos Lerena y Aprendiendo a trabajar (en aquel entonces, Learning
to Labour, libro que generosamente me prestó Mariano Fernández Enguita: un
profe enrollado) de Paul Willis.
A ello hay que sumar que, en
varias asignaturas, el profesorado había confeccionado unos libros de fotocopias
de lecturas que contenían papers y capítulos de libros. Este era el caso
de Estructura Económica o de Estructura Social Contemporánea.
Mis circunstancias personales -el
hecho de que por motivos laborales fui no asistente o semiasistente- durante
los cuatro primeros años de carrera, me llevaron a compensar esta escasa asistencia
con la adquisición y lectura de infinidad de libros (hoy abarrotados en mi
despacho de la facultad y que duermen el sueño de los justos tras mi paso al
libro electrónico). Quiero aprovechar este apunte para decir que hubiese sido imposible
haber completado estos cuatro cursos de no haber contado con el apoyo (en forma
de apuntes e información diversa) de algunos de mis compañeros y compañeras (gracias Edurne, gracias Miguel) de
la carrera (sin amistades no hay futuro).
Concluyo este pequeño homenaje al
libro. Aquí he citado libros de no ficción. Sin embargo, la mayor parte de la
lectura que promueve nuestra escuela se refiere a novelas (quizás algún día
escriba específicamente sobre mi consumo de literatura). Está muy bien leerlas,
pero cada vez es más imprescindible y accesible la lectura de libros de física,
de astronomía, de historia, de filosofía y, claro está, de sociología. Es una
pena que nuestra universidad, o al menos los grados en sociología, no sean
capaces de crear un público lector. Lo que está claro es que los libros nos
hacen libres y su ausencia nos conduce al desastre.
Salud y lectura.
lunes, 20 de marzo de 2023
La formación del profesorado de primaria y de secundaria
Hola.
Esta vez, y al hilo de las polémicas
sobre los grados de formación del magisterio, he subido a mi blog un enlace a
un vídeo de Youtube en el que reflexiono sobre qué debería ser la formación de
un docente hoy en día, desde que entra en la facultad hasta que ya se encuentra
en el ejercicio de su profesión.
Este
es el enlace: https://www.youtube.com/watch?v=aFCpIPJCkZI&t=1556s
1. Cómo podrían las facultades de educación seleccionar a sus estudiantes
Aquí utilizo un vídeo en el que se explica
cómo es el acceso a las facultades de educación en Finlandia.
2. 2.
Formación universitaria
Aquí me apoyo en una entrevista a la
entrañable Linda Darling-Hammond.
3. 3. Acceso al puesto docente
Aquí hablo sobre el MIR para profesores.
4. 4. Otras posibles vías de acceso a la profesión
Aquí utilizo un vídeo de Unicoos de David
Calle.
5. 5. Proceso de iniciación: tutoría de los nuevos
profesores
6. 6. Formación continua.
En estos dos puntos utilizo sendos vídeos
de experiencias de los Estados Unidos.
7. 7. ¿Qué es ser un buen profesor?
Aquí sugiero ver un fragmento de la película
Lugares comunes (no lo he podido incorporar por las restricciones de los
derechos de autor) y otro de una entrevista a Ricardo Castillo (un profesor más
bien tradicional).
Rafa.
miércoles, 2 de noviembre de 2022
Las informaciones sesgadas de Vox
El portavoz
de Vox en el Congreso de los Diputados ha dicho hoy (2 de noviembre de 2022)
que dos de cada tres empleos los ha creado la administración pública y que se
acabaría con el paro mañana mismo si el estado contratase a cuatro millones de personas.
Se puede ver esto aquí: https://www.youtube.com/watch?v=5sgR3aHmkUU
Y aquí tenemos la realidad. Los datos oficiales del INE se pueden ver aquí: https://www.ine.es/jaxiT3/Datos.htm?t=4262
Lo primero que hay que aclarar es que empleo público es el que existe en las diferentes administraciones públicas (central, autonómica y municipal) y en las empresas públicas.
Me fijo
en la evolución del empleo de este año. Entre el primer y el tercer trimestre
se han creado 461.000 empleos. De ellos, 38.000 corresponden al sector público
y el resto ─422.400─ al sector privado.
Entre el segundo y el tercer trimestre tan solo se han creado 77700
empleos: 52.300 en el sector público y 25.400 en el privado. De aquí es de donde
sale la afirmación de que dos de cada tres nuevos empleos corresponden al
sector público.
No sería mala
idea que en el Congreso se rebatieran contundentemente estas noticias distorsionadas
con las que la derecha radical pretende sembrar la confusión.
De paso no estaría mal enseñar a la ciudadanía a consultar fuentes fiables y a desconfiar de las bagatelas de algunos políticos y de las redes sociales.
lunes, 24 de octubre de 2022
Los peligros de escolarizar a los hijos en la privada
Los peligros de
escolarizar a los hijos en la privada
Recientemente,
hemos tenido conocimiento de las grabaciones en vídeo de niñas desnudas a cargo
de un profesor del colegio privado Virgen de Europa. Mi reflexión no es tanto
sobre tan deplorable acto como sobre algunos aspectos de la enseñanza privada
en España.
El Virgen
de Europa es, tal
y como se cuenta aquí, un centro familiar creado por un matrimonio y
heredado por sus ocho hijos. A diferencia de lo que ocurre en la pública, para
ser profesor en la privada no hay que pasar oposición alguna. Basta con tener
la titulación correspondiente (el grado o diplomatura de maestro para la primaria
y el grado correspondiente para la secundaria más el Máster en Formación del Profesorado
o el liviano Certificado de Aptitud Pedagógica) y ser contratado por la propiedad
del centro. Y aquí es donde se abre el campo de la arbitrariedad.
El centro en cuestión no solo da
trabajo a los ocho hermanos, sino que también se lo suministra a sus
respectivos parientes. Es decir, en un centro privado se corre el muy serio
riesgo de que el profesorado sea seleccionado por criterios espurios que nada
tienen que ver con la calidad docente. A esto hay que añadir que este tipo de
centros cuenta con su propia cantera en las numerosas universidades privadas
que ofertan el grado de Magisterio.
En el caso
denunciado en la prensa, concurre la circunstancia de que el supuesto profesor
pedófilo es uno de los ocho hijos y el director es su hermano. En una situación
como esta, la Asociación de Padres y Madres de Alumnos (APA) ha manifestado sus
dudas sobre la neutralidad del director en la resolución de este caso. El artículo
416 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal es muy claro. En él se dice que están
dispensados de la obligación de declarar “los parientes del procesado en líneas
directa ascendente y descendente, su cónyuge o persona unida por relación de
hecho análoga a la matrimonial, sus hermanos consanguíneos o uterinos y los
colaterales consanguíneos hasta el segundo grado civil”. Téngase en cuenta que
las APA de los centros privados suelen ser correas de transmisión de la propiedad
de estos colegios (en la pública no suelen pasar de ser una mera entidad organizadora
de actividades extraescolares). Sin embargo, el caso clama al cielo y, esta
vez, la APA se desmarca de la dirección.
Teniendo esto
en cuenta, me pregunto cómo es posible que haya un amplísimo sector de eso que
cabría llamar clase media-alta o, mejor aún, clase profesional-directiva que opte
por escolarizar a sus retoños en centros de tan marcado carácter familiar (pese
a sus 1500 alumnos matriculados). No es que la pública -como posible alternativa-
sea un dechado de virtudes (y esto lo saben muy bien eso a lo que algunos llaman
la comunidad educativa), pero es difícil (aunque no imposible) que en un centro
público concurra un clan familiar o amical que pudiera echar tierra sobre un delito
como el que aquí se comenta. Es cierto que en la pública puede pesar el
espíritu corporativo-funcionarial, pero lo sucedido en el Virgen de Europa es
algo que solo puede ocurrir en un centro privado. Por desgracia, los ejemplos
de centros de órdenes religiosas que tratan de ocultar este tipo de actos delictivos
están a la orden del día.
Parece
claro que hay todo un segmento de la sociedad española que ha optado por rehuir
a toda costa servicios públicos claves como la educación y la sanidad,
convirtiéndose de este modo en una especie de estamento ajeno a los problemas
del resto de sus conciudadanos (es algo que explica muy bien Reeves en su libro Dream
Hoarders). Ni qué decir tiene que el municipio en el que está enclavado
el Virgen de Europa (Boadilla del Monte) es un feudo del PP.
Y no puedo
acabar sin señalar que el patriarca del centro fue un histórico sindicalista de
la Falange y que a su mujer le concedió la Medalla de Oro al Trabajo el
gobierno socialista de Zapatero, ejecutivo que para el PP -y, supongo que para
los papás y mamás del centro- fue un ejemplo de sectarismo (calificativo que
este partido tiende a aplicar a todo quien discrepe de él).