viernes, 21 de febrero de 2020

Más sobre el nuevo libro. Entrevistas, reseña y (en vídeo y en papel) su presentación.

He aquí dos entrevistas radiofónicas con motivo de mi libro ¿Qué hace una escuela como tú en un siglo como este?
https://www.eitb.eus/es/radio/radio-euskadi/programas/vivirparaver/detalle/7040425/la-senda-escuela-democratica------------------

Y aquí una reseña:


El pasado 19 de febrero se realizó la presentación del libro. Como quiera que limitar un discurso a tan solo doce o trece minutos me parece un reto, escribi lo que aproximadamente sería mi presentación. Más o menos debemos pronunciar 170 palabras por minuto para que se nos entienda bien, y ese es el motivo por el que escribí el texto de la presentación -el cual, claro está, no leí- y comprobar si me atenia al tiempo establecido. 

            En primer lugar quiero expresar mi agradecimiento a la librería Blanquerna, a la editorial “La Catarata” y al público asistente. Y, en una ocasión como esta, muy especialmente a Alejandro Tiana. No solo tuvo la amabilidad de aceptar la invitación de la editorial de escribir el prólogo, sino que también ha tenido a bien acudir a este acto de presentación. Agradezco mucho el prólogo. La verdad es que cuando lo leí pensé: “Vaya, este libro quizás merezca la pena”. Y, sobre todo, agradezco, y así se lo hice saber a Alejandro, que manifieste sus puntos de discrepancia y sus matizaciones sobre el contenido del libro. Visto esto, está claro que no somos una secta pedagógica o barbaridades de esas que se dicen por ahí desde los grupos ultraconservadores y desde cierta extrema izquierda.

Una de las actividades de la promoción del libro ha consistido en someterme a varias sesiones de fotografía a cargo de diversas revistas. En una de ella, el fotógrafo –alguien que lleva varios años en el oficio- se sorprendió gratamente al ver que el autor del prólogo era Alejandro. E inmediatamente me dijo: si hay alguien que en España sabe sobre temas educativos, este es Tiana. Así que muchas gracias, Alejandro, por estar aquí. Y, como dijo Pérez Rubalcaba en una réplica en el Parlamento a un pertinaz diputado del PP, “yo sin ti no soy nada”, título de una famosa canción de Amaral. Como se ve, esto de los títulos de canciones da mucho juego: para los títulos de libros, para el debate político, etc.

            Mi experiencia en presentaciones de libros –de otros o míos- es prácticamente nula. Lo sensato es no extenderse demasiado, no pasarse jamás de los quince minutos. Digo esto porque en esta campaña de promoción del libro en la que estoy inmerso he sido entrevistado en varias ocasiones. En la radio la cosa está muy clara: el tiempo de utilización de un estudio está tasado y no te puedes pasar de los 15 o 25 minutos asignados. Pero en las algunas entrevitas (con Manuel Menor o Saray Marqués), hemos estado hablando más de una hora y podríamos haber seguido mucho tiempo más. Así que conviene moderarse.

Entiendo que, en estos actos, la intervención del público –sea del sector (este es el término que se utiliza) o no- es fundamental. Yo alentaría a que intervinieran quienes no son del sector.
           
Parece que este libro, casualidades de la vida, aparece en un momento oportuno: estamos a las puertas de una nueva ley educativa (otra más, dirá mucha gente). Debo decir que este es un libro escrito sin prisas y que el contrato con la editorial lo firmé hace más de un año, antes del vertiginoso ciclo electoral que hemos vivido y que se supiera qué gobierno podría salir de este proceso. Es decir, el libro podría ser oportuno, pero –eso espero- nunca oportunista.

            IMPORTANCIA DEL LIBRO FRENTE A LOS ARTÍCULOS
Agradezco muy sinceramente a la editorial “La Catarata” la publicación del libro. Lo cierto es que en la universidad parece haberse devaluado la publicación de libros. A efectos de reconocimiento de los tramos de investigación del profesorado universitario, tiene el mismo valor la publicación de un libro –y depende de en qué editorial se publique- que el de un artículo en una revista científica con evaluación por pares. Siendo la cosa así, parece más sensato dedicarse a publicar en revistas que por muy prestigiosas que sean casi nadie lee (al menos este es el caso de las de ciencias sociales). Acabo de leer el dato de que, por término medio, un artículo publicado en la más prestigiosa de la revistas de sociología, el American Journal of Sociology, se cita cinco veces. Nature, la revista de mayor renombre en ciencias naturales, tiene una media de 45 citas. Desconozco la ratio que pueda haber entre número de citas y número de lecturas.
           
Está claro que un libro es mucho más visible, más accesible que un artículo de revista –pese a que, en muchas ocasiones, su acceso sea gratuito-. Un libro se puede encontrar en una librería, en una biblioteca e, incluso, en la casa de un amigo. Además, el libro permite que se oiga, se desarrolle la voz, la opinión de su autor con respecto a la temática que aborde...
           
No obstante, conviene ser cautos y tener en cuenta el llamado índice Hawking –en honor al famoso astrofísico- cuyo libro Una breve historia del tiempo es considerado como el libro que más gente ha empezado a leer sin llegar a concluirlo (algo así se dice del Ulises de Joyce). El matemático Jordan Ellenberg es el autor de este índice –el cual no es muy preciso- y se basa en la herramienta de subrayado del libro electrónico de Amazon. 
           
Si en nuestro mercado académico el libro no vale gran cosa, ¿qué decir entonces de un prólogo o de una reseña? Todo esto es un acto de generosidad.  

¿POR QUÉ ESCRIBIR ESTE LIBRO?
            Y, llegados aquí, ¿por qué escribir un libro? Hacía ya la friolera de nueve años desde la publicación de mi anterior libro. Sentía la necesidad de explicar –con fundamentos basados en investigaciones de muy diversa índole- qué cosas no deberían perdurar en nuestro sistema educativo, muy especialmente en el español.

Mi principal preocupación es cómo garantizar el éxito escolar para todos. Por tal se entiende conseguir como poco un título de educación secundaria superior, es decir Bachillerato o CFGM. Esto es lo mínimo para desenvolverse con cierta soltura en el mercado de trabajo y como ciudadano. Se trata de algo que lleva diciendo la OCDE desde hace varios años: que por lo menos el 85% de la población lo consiga. En mi opinión, deberíamos aspirar a que lo obtuviera el 100%, dado que estamos hablando de lo que sería el mínimo hoy en día. Por ejemplo, Obama pretendió ir más lejos y su propuesta era que todos los jóvenes estadunidenses tuvieran como mínimo dos años de universidad.

            Por este motivo, insisto en los datos de investigaciones recientes que prueban la enorme plasticidad, capacidad de cambio que tiene el cerebro hasta los 25 años. En estas condiciones es totalmente arbitrario decir a un chaval de 14, 15 o 16 años que no sirve para estudiar. Podemos conocer su rendimiento en el pasado, pero no en el futuro.

            Las expectativas que el sistema escolar y el profesorado depositan en los estudiantes son fundamentales. Es la famosa profecía que se cumple a sí misma, el efecto Pigmalión. Si a un monitor de natación le presentan dos grupos de aprendices de manera que le dicen que uno de ellos tiene grandes posibilidades y que el otro se hundirá a plomo en el agua, pasado un tiempo los resultados terminarán por corroborar tales expectativas, pese a que en realidad nada se sabía sobre las capacidades deportivas de uno y otro grupo. El ejemplo –citado en el libro- del estado de Nueva York en el que, por error, varios estudiantes fueron enviados a los grupos de matemáticas avanzadas y terminan por tener excelentes resultados es como para pensar qué estamos haciendo con estas Matemáticas aplicadas –para torpes, si nos dejamos de eufemismos- desde el tercer curso de la ESO.

            Para conseguir extender el éxito escolar son muchas las cosas que habría que cambiar. Yo creo que se pueden sintetizar en dos elementos: lo que enseñamos –los contenidos curriculares, las asignaturas- y el modo como enseñamos. Alejandro dice en el prólogo que los calificativos que aplico a los contenidos pueden parecer duros. Se los merecen. Uno no escribe solo como investigador, también lo hace como ciudadano y como padre. Cualquiera que se ponga a echar una mano a su hijo con los deberes o que hojee simplemente los libros de texto puede estar de acuerdo con que son excesivos, desfasados, reiterativos, etc. Varios de los ejemplos son simplemente hilarantes, como la pregunta sobre qué tres cosas nos trajeron los romanos y que, en un ejercicio en que la realidad imita al arte, recuerda a una famosa escena de La vida de Brian.

            Sobre el cómo se enseña es más difícil decir algo certero. Habría que hacer mucha observación participante, entrar en muchas clases para saber qué se cuece en las aulas. En Sanghai esto no es problema, ya que hay aulas que tienen un gran espejo detrás del cual, como en las comisarías, hay una sala de control, y el profesor no sabe cuándo es observado. Cuento una pequeña anécdota. Hace unas semanas estuve en un colegio y el profesor con el que contacté me invitó a entrar a su clase de Lengua y Literatura de 2º de Bachiller. Fue como meterse en el túnel del tiempo y volver a cuando tenía 17 años y cursaba COU. Nada había cambiado. Incluso se estaba trabajando al mismo autor –Machado, en esta ocasión- que en mi época de bachiller.

            Es posible que aquí, y es de esperar que entre los lectores, haya muchos profesores de primaria y de secundaria que al oír estas cosas dirán: ¿Y tú qué? ¿Qué hacéis vosotros en la universidad como profesores? Como indico en el libro, no me he metido en el tema de la enseñanza en la universidad porque se trata de un escenario muy variado: desde medicina en cuarto curso en un hospital a la creación de videojuegos. No obstante, para el que tenga ganas, comunico que en el próximo número de la Revista Española de Sociología –creo que saldrá en abril- coordino la sección de debate, la cual justamente está dedicada a la enseñanza de la sociología en la universidad. No olvidemos que todos los profesores se forman en nuestra universidad. Si lo que ven aquí es una enseñanza pasiva, ¿qué esperamos que suceda?

INTELECTUALES FRENTE A GESTORES. LA DIFICULTAD DEL CAMBIO
Vuelvo a citar a Pérez Rubalcaba. En alguna ocasión dijo que una de las cosas que más lamentaba era no haber sido capaz de cambiar la formación del profesorado, supongo que especialmente del de secundaria. Aquí la posición de los que escribimos libros es relativamente cómoda. Yo hago propuestas que podrían ser muy razonables y luego dile a Alejandro y otros que se hagan cargo de cambiar la realidad. Y este estar más o menos de acuerdo sucede entre gentes que consideramos que habría que cambiar ciertas cosas. Pero conviene no olvidar que la comunidad educativa no son solo aquellos que salen a la calle a protestar contra los recortes o contra la LOMCE. También lo son aquellos profesores y padres que desean más contenidos curriculares, más exclusión de aquellos que no rinden lo suficiente.

Conocí a Alejandro quizás en 2006 en una cena en el Carmen de la Victoria en Granada. Nuestro anfitrión era Paco Fernández Palomares, entonces decano de la Facultad de Educación. Recuerdo que Alejandro dijo algo así como que si hacemos tal cosa, tal reforma –no recuerdo qué era-, al día siguiente nos saca un editorial el ABC. Y esto me lleva a poner de manifiesto el enorme poder mediático y de movilización que tienen los grupos conservadores, entre otros, en el ámbito educativo. Bastó que la ministra dijera que la financiación de los centros concertados no dimana de la Constitución para que ya más de uno estuviera dispuesto a lanzarse al monte o, en este caso, sería a la Plaza de Colón.

            Es una pena. Me da la impresión de que un pacto educativo es imposible. Pero esto sucede aquí y en prácticamente cualquier país de nuestro entorno. Solemos poner a Finlandia como un ejemplo de educación inclusiva, de consenso. Sin embargo, su sistema actual procede de un pacto entre la izquierda –el partido socialista y el partido comunista- y el partido agrario –un partido conservador- que temía que los hijos de su electorado pudieran no recibir una educación de calidad. En Inglaterra, los tories pretenden crear más y más grammar schools, escuelas selectivas de carácter marcadamente académico para cuyo acceso hay que aprobar el examen llamado 11+ que, como su nombre indica, tiene lugar a los once años y que hace que muchas familias hayan de gastar 5000 libras para que sus retoños aprueben.

LA EXPERIENCIA DE ESCRIBIR EN EL SIGLO XXI
            Y acabo con una reflexión sobre la experiencia de escribir un libro a estas alturas del siglo XXI. Mi impresión es que es algo tan apasionante como agotador. Hoy es mucho más fácil que nunca acceder a libros, tanto en formato digital como en papel, o a artículos de revistas y de prensa. Esto permite hacerse una idea de por dónde van los tiros en cualquiera de las cuestiones abordadas. Al mismo tiempo, es agotador tener que leer o simplemente consultar tantos informes y publicaciones que a uno le asaltan a la hora de escribir. Casi cada frase ha de estar refrendada por alguna investigación.

Parte de lo que he escrito es un desarrollo de temas abordados en mi blog –sobre todo de aquellos que, como el de los deberes o el de las pruebas externas (las reválidas) parecen haber tenido mayor tirón-. Otros son consecuencia de las innumerables veces que he sido convocado para hablar del tema de la jornada escolar. Estoy seguro de que mi escrito más leído es el artículo que publiqué sobre el tema en la revista Cuadernos de Pedagogía, del cual he visto, cuando he acudido a algún colegio, fragmentos pegados en las farolas a modo de pasquines revolucionarios. Así de agitado andaba el patio. Y, claro está, no puedo dejar de citar mi trabajo sobre el viento de esperanza que suponen las escuelas democráticas.

Nada más. Reitero mi agradecimiento a todos los aquí presentes. Espero que el debate pueda ser apasionante y que la fuerza nos acompañe.