lunes, 14 de julio de 2014

Una hora en la cadena SER

¿Merece la pena acudir a la radio a un debate o tertulia?
Una hora en la cadena SER
El pasado 1 de julio participé en una tertulia en el programa Hoy por hoy de la cadena SER. El tema en cuestión era la reciente publicación del informe TALIS. Lo primero que quiero comentar es la peculiaridad de debatir con contertulios que están en otras ciudades del país; es fácil sentir que se está hablando con seres etéreos. Si a eso se añaden las interminables pausas publicitarias, la sensación de desasosiego se incrementa. Si tenemos en cuenta que, para colmo, se introduce la voz de los oyentes (bien directamente o por medio de correos electrónicos), la discontinuidad temática alcanza niveles insoportables. En definitiva, un programa que, sobre el papel dura algo menos de una hora, ve reducido su tiempo considerablemente quedando en poco más de treinta minutos.
Este escenario permite que cada contertulio o cada invitado pueda decir lo que le parezca sin que haya apenas posibilidad de matización o de discrepancia. Así, a modo de ejemplo, una de las voces invitadas (una maestra) tuvo a bien decir que ningún profesor acude a clase sin haberla preparado previamente. Supongo que ni el ministro del ramo, pese a su general insensatez, sería capaz de tener una certeza semejante. Al rato añadió que los profesores trabajan muchas horas, lo que justificaría sus vacaciones –que, según ella y contra toda evidencia empírica, se reducen al mes de agosto-. Sin embargo, en el informe TALIS –que es una encuesta a profesores y directores- se indica que trabajan una media de treinta y siete horas a la semana (lo que difícilmente justificaría los tres meses de vacaciones).
Uno de los contertulios –un profesor de secundaria que fue asesor de Zapatero y al que, por tanto, cabría exigirle cierta responsabilidad pública- hizo una suerte de llamada a la rebelión civil al considerar ilegítimo a nuestro actual gobierno. Dado que no negocia con nadie, vino a decir, considera que no tiene derecho a someterle, ni a él ni al resto de los profesores, a una evaluación. Me pregunto si los alumnos podrían hacer lo mismo con el profesor que se niega a negociar. Ojalá fuera así.
Por mi parte; y estas serían algunas de mis ocurrencias, las cuales produjeron un conato de debate; yo dije que la legislación existente hasta ahora creaba una suerte de plataforma de evaluación por medio de los consejos escolares, los cuales permiten que, además de los profesores, puedan participar en el control y gestión de los centros educativos padres y alumnos. Decir que los padres puedan evaluar a los profesores es caer en el anatema –pese a que la Constitución reconoce su derecho a participar- y llamarles usuarios de un servicio público es poco menos que cometer pecado de neoliberalismo.
Como suele ocurrir en estos escenarios públicos, la inmensa mayoría de las llamadas que recibió la emisora era de profesores, casi todos ellos quejosos del poco aprecio que les dispensa de la sociedad               pese a que insistentemente una encuesta tras otra sea a padres y madres o a la sociedad en general muestran que no es así (de hecho, se trata de la tercera profesión más valorada tras la de médico y la de bombero).
                En definitiva, mi impresión es que el programa resultó poco esclarecedor y que es, más bien, una sucesión de pequeños monólogos inconexos. Flaco servicio, si es que tal cosa se quiere hacer, para la constitución de una ciudadanía informada y con opiniones elaboradas. Existe la presunción; en este y en casi todos los programas, tanto de radio como de televisión; de que cuantos más contertulios participen más plural es el debate (el lector interesado puede encontrar una excelente reflexión aquí). Lo que termina ocurriendo es que, simplemente, el debate no existe. Ya lo dijo Machado:
“A distinguir me paro las voces de los ecos,
y escucho solamente, entre las voces, una.”

                 

¿Se debe legislar sobre la pedagogía?

¿Se debe legislar sobre la pedagogía?

                En varias ocasiones me he encontrado en debates en los que alguno de los participantes niega que se deba legislar sobre la pedagogía. Es el caso, por ejemplo, de alguien tan ponderado y sensato como Alejandro Tiana, quien fuera durante años Secretario de Estado de Educación. Seguramente, todos cuantos deseamos una educación radicalmente distinta a la actual, en la que realmente la gente aprenda, creemos que la manera de enseñar en las aulas no debería estar hegemonizada por la palabra del profesor y/o el libro de texto (eso que Freire llamaba la pedagogía bancaria). Hace tres años, un equipo de la OCDE que realizó una visita a varios centros escolares de las islas Canarias quedó sorprendido por el predominio de la enseñanza frontal. Esto es lo que se dice en la página 70 de su informe:

El equipo de la OCDE también ha podido saber que el estilo de enseñanza de muchos profesores de secundaria sigue siendo el de ponerse de pie frente al resto de la clase y transmitir el contenido de la materia a los alumnos, sin pararse a comprobar si los alumnos entienden lo que se les está explicando o si saben cómo aplicarlo. De hecho, se pudo constatar que muchos profesores sólo exigen a sus alumnos que memoricen los contenidos de una asignatura para poder aprobar los exámenes. Este estilo de enseñanza no conlleva la obtención de buenos resultados en el informe PISA ni en la educación en general.

                Estoy de acuerdo en que no se debe legislar sobre la pedagogía, si por tal se entiende indicar el modo en que debe enseñar el profesor, si tal o cual lección se debe explicar de un modo u otro. Sin embargo, se convendrá conmigo en que dejar las cosas como están o introducir ciertos cambios conducen a diferentes tipos de pedagogía. Quizás lo que más explique por qué en secundaria prepondera la enseñanza magistral es que nuestros profesores de medias son especialistas en su materia (Matemáticas, Lengua, etc.) más que profesionales que sepan cuál sea la mejor manera de explicar, qué es un centro escolar como organización, cómo aprenden los adolescentes y un largo etcétera que haría esta lista interminable. Recuerdo que, en mi condición de supervisor de un estudiante del máster de Formación del Profesorado de Secundaria, visité la clase de un instituto de secundaria en la que este alumno hizo las prácticas. Estas fueron un éxito, hasta el punto de que la mayoría de los alumnos estaba compungida por su partida. Hablé con el profesor titular y me comentó que él explicaba del modo en que lo hacía porque su referencia eran las clases del historiador franquista Ricardo de la Cierva en la universidad. Este el problema. En ausencia de otros modelos, el profesorado tiende a imitar lo que ha conocido en su vida de estudiante porque a él le ha dado buen resultado.

                Lo mismo cabría decir con la introducción de las reválidas (o pruebas externas estandarizadas) al finalizar los dos niveles de secundaria. Ya sabemos los efectos perversos que sobre la docencia de segundo de bachiller ejerce la Prueba de Acceso a la Universidad). Con las reválidas vamos a caer en el teaching to the test (enseñar para el examen) también en el último curso de la ESO (como probablemente ocurra durante varios meses en sexto de primaria y tercero de la ESO con las pruebas de Conocimientos y Destrezas Indispensables).

                Por tanto, no se debe legislar sobre la pedagogía, pero se deben crear las condiciones para que el profesorado enseñe a sus alumnos cosas como razonar, escribir creativamente, defender un argumento, exponer en público de un modo inteligible (tanto en castellano –y, en su caso, la lengua cooficial- como en inglés), manejar fuentes de información diversas.


                Si los consejos escolares hubieran sido algo más que un órgano colegiado burocrático y de vida mortecina en manos del profesorado, seguramente se podría haber introducido el aire fresco de la sociedad civil (especialmente el de los padres y el de los alumnos) en la vida de nuestros centros escolares. En definitiva, esto es lo que se proponía allá por el año 1984 la Ley Orgánica del Derecho a la Educación (LODE) y por eso concitó el rechazo unánime de la clericalla. 

sábado, 5 de julio de 2014

Hace falta una opción política como Podemos

La necesidad de Podemos.
               
Con independencia del grado de acuerdo que tenga el lector con la nueva formación política Podemos, es fácil convenir en los efectos beneficiosos que su irrupción está teniendo sobre la mortecina democracia española. Por de pronto, un político ya desfasado como Rubalcaba por fin se ha dado cuenta de que estaba de más al frente de la secretaría general de su partido, lo que ha abierto un interesante proceso electoral interno que muy posiblemente favorezca al PSOE. Algo parecido acaba de suceder en la contradictoria Izquierda Unida: ha cedido su liderazgo a alguien de un perfil similar en algunos aspectos al de Pablo Iglesias. El PP sigue en su torre de marfil, empecinado en que los españoles terminarán por percibir antes de las elecciones de 2015 la fantasmagórica mejora económica.
                Hace falta una formación política capaz de recoger el enorme enfado de la gente con nuestro actual sistema político. Como bien dijo Pablo Iglesias, los poderes establecidos no tienen miedo a la izquierda, sino a la gente organizada y esto es lo que parece estar empezando a pasar. Movimientos sociales como la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH) han lanzado la candidatura de Adau Colau para la alcaldía de Barcelona. Que se produzcan desahucios como el que tuvo lugar hace unos días en Madrid ponen de manifiesto la terrible desconexión con la realidad y la crueldad de estos (los del PP) y de aquellos (los del PSOE).
                Por otra parte, la presencia de formaciones políticas como Podemos está ejerciendo un efecto similar al que impulsó a Franklin Delano Roosevelt a iniciar el New Deal ante la amenaza de la mejora de las expectativas electorales del Partido Socialista y la creciente movilización de las clases trabajadoras.

                Frente a esos ínclitos sociólogos (Arriola y Toharia) que, al día siguiente de las elecciones europeas, proclamaron que Podemos es una opción política pasajera (Arriola llegó a decir que era propia de frikis) el poco tiempo transcurrido desde entonces ha demostrado que Podemos es una opción transversal tanto en términos de escala ideológica (desde posiciones centristas a la izquierda radical) como de edad (no es solo una opción de jóvenes airados) y que tiene visos de ser la tercera fuerza política nacional (si es que no se hunde antes el PSOE y se convierte en la segunda).