miércoles, 26 de julio de 2023

¿Son los periódicos búnkeres ideológicos?

 

¿Son los periódicos búnkeres ideológicos?

           

Hace un par de meses envié una propuesta de artículo a la sección de opinión del diario El País. Como quiera que transcurridas varias semanas no obtuve respuesta alguna, volví a enviar mi texto, el cual siguió tropezando con el silencio. Tras un tercer intento -igualmente baldío-, envié una carta a la defensora del lector. Muy amablemente, me respondió al día siguiente. Tras lamentar esta situación, me indicó que hasta poco antes había dos secretarias que se encargaban de responder. Por lo tanto, el periódico carece de medios para contestar a las propuestas de publicación.

             Que se publique o no mi artículo carece de importancia. Lo que es relevante es que un rotativo que presumía de apertura a opiniones dispares -de hecho, en la web aún es posible encontrar consejos sobre cómo redactar una colaboración-, actualmente solo esté publicando las opiniones de sus columnistas y las de aquellas personas a las que el periódico les solicite un artículo (o que quizás tengan algún contacto en la redacción). En todo caso, no creo que mi propuesta difiriera de lo que habitualmente se publica en este diario (de hecho, me ha publicado en varias ocasiones).

Mucho me temo que este cierre debe ser el caso de la práctica totalidad de nuestros periódicos. De ser así, cada diario sería una especie de círculo cerrado o de burbuja que, excepción hecha de alguno de sus columnistas semanales o mensuales, tan solo publicaría aquello que cae en el ámbito de su línea editorial.

Esto significaría que para hacerse una idea cabal de lo que opina una parte -importante, sin duda, pero solo una parte- de nuestra sociedad no quedaría más remedio que leer varios periódicos al día. Por fortuna, esto ya no es un serio problema económico. Con el precio de lo que costaba -y sigue costando- la edición en papel de un solo periódico es factible suscribirse sobradamente a varios diarios en línea. Mutatis mutandis, lo que tendríamos en el mundo de la prensa sería una especie de poliarquía, donde cada cual vería seriamente condicionada su opinión por lo que diga el periódico que lea habitualmente. Sería un pluralismo “inter-periódicos” en lugar de un pluralismo “intra-periódico”. Creo que esta circunstancia puede estar contribuyendo al creciente proceso de polarización que está viviendo nuestro país. Por desgracia, lo que tenemos son periódicos al servicio de sí mismos y no de la creación de una ciudadanía crítica, informada, racional.

Los sondeos demoscópicos publicados a lo largo de la campaña electoral de julio son prueba más que fehaciente de este sectarismo. Dependiendo del periódico de turno, los sondeos daban como favorito a la opción ideológica más próxima a su línea editorial (cosa aparte es el sectarismo demoscópico del CIS). Quizás la excepción hayan sido los sondeos de 40db para el grupo PRISA, los cuales publican los microdatos (el CIS también lo hace, pero pasados varios días tras la publicación del correspondiente barómetro). No obstante, el diario de este grupo empresarial publica los análisis que hace un matemático a partir de unos sondeos claramente sesgados cuya validez no iría más allá de la mera especulación.  

             Al hilo de esta observación, hago un aparte. ¿Qué idea puede tener la sociedad española de una sociología que produce estas aberraciones demoscópicas, si es que son sociólogos quienes las hacen? Una encuesta de 2018 a cargo de la FECYT sobre la percepción social de la ciencia detectaba que en torno a un tercio de los entrevistados considera que la Sociología (pero también la Economía) es poco o nada científica. Por el contrario, en el caso de la Medicina o de la Física ese porcentaje se sitúa por debajo del cinco por ciento.

             Dado que la lectura de un solo periódico no permitiría tener una visión cabal de lo que pasa y de las explicaciones de lo que pasa, nada tiene de extraño que haya quien prefiera -especialmente la gente joven- el recurso a unas redes sociales que son más sectarias si cabe que la mayor parte de los diarios. De acuerdo con el barómetro del CIS de junio de 2023 (estudio 3441), si consideramos los 2445 jóvenes de entre 18 y 24 años entrevistados, el 41,5%  se informa con las redes sociales. Como contraste, cabe señalar que un 23,6% lo hace con la prensa y el 26,2% con la televisión (es decir, la mitad se informa con medios digamos tradicionales).

             Cuanto he dicho hasta ahora se refiere a la prensa. Mucho peor es el panorama si se reflexiona sobre el periodismo radiofónico, el televisivo y -no digamos- el de Internet.

             Una observación final: tengo la impresión de que buena parte de la opinión publicada la hace gente de letras. Nada tengo que objetar frente a ello, pero me parece conveniente incrementar la presencia de científicos especializados capaces de aportar datos que sustenten sus afirmaciones. Se me ocurre como ejemplo la proliferación de artículos escritos por sociólogos (todos ellos expertos en educación y juventud, y con publicaciones sobre el tema) en el diario Le Monde con motivo de los recientes tumultos en las banlieus.

miércoles, 3 de mayo de 2023

¿Tiene sentido llamarse comunista hoy en día? El posible dilema de Yolanda Díaz.

 

¿Tiene sentido llamarse comunista hoy en día?

El posible dilema de Yolanda Díaz.

 

            En su última intervención televisada antes de las elecciones generales de marzo de 1979, Adolfo Suárez blandió el espantajo del marxismo del PSOE para degradar a este partido. La jugada, parece ser, le salió bien: UCD ganó esos comicios.

            Salvando las distancias, algo similar podría ocurrir con las perspectivas electorales de Sumar. Yolanda Díaz es miembro del Partido Comunista, y supongo que no será extraño que se la acuse de ser lo que es: una comunista, es decir, alguien de dudosas credenciales democráticas. En todo caso, no cabe perder de vista que, digan lo que digan las derechas, el PCE es un partido inequívocamente constitucionalista. Por el contrario, cabe albergar alguna que otra duda con respecto al constitucionalismo del Partido Popular, cuyo partido precedente - Alianza Popular- dividió su voto sobre la Carta Magna entre el sí, el no y la abstención.

            Creo que el problema fundamental reside en el hecho de considerarse hoy en día comunista. La de los países llamados comunistas es una experiencia de opresión, dictadura, masacres. Si alguien se llama a sí mismo comunista, ¿significa esto que defiende el totalitarismo? Nos guste o no, para la inmensa mayoría del mundo, y muy especialmente para quienes han padecido tan ignominioso régimen, el comunismo es algo completamente rechazable.

            Cabría la posibilidad de considerar que los primeros años de la Revolución Rusa fueron un ejemplo de lo que podría ser el paraíso de la humanidad. Sin embargo, y desde hace unas cuantas décadas -y quizás desde su comienzo-, sabemos a ciencia cierta que esta revolución no fue otra cosa que la sustitución de una élite por otra (de una casta por otra, si nos ajustamos a la terminología “podemita”), tal y como se temía Bakunin en su confrontación con Marx. La revolución de octubre fue un golpe de estado que condujo a la dictadura de los bolcheviques a costa de una posible democracia de los trabajadores (la rebelión de Kronstadt es un claro ejemplo de ello). Quizá ni siquiera se salven esos diez días que estremecieron el mundo de los que hablara John Reed.

            Hay que resaltar que hubo pensadores marxistas como Rosa Luxemburgo y Anton Pannekoek que, desde el principio, criticaron la deriva autoritaria del bolchevismo. Además de tiránicos, los bolcheviques fueron extremadamente conservadores hasta el extremo de considerar que la organización fordista del trabajo -el colmo de la alienación en el trabajo, tan duramente criticada por Marx- era el modelo que debía seguir la revolución. Como ya advirtiera Gramsci, los “nuevos métodos de trabajo son indisociables de un determinado modo de vivir, de pensar y de sentir la vida: no se pueden obtener éxitos en un campo sin obtener resultados tangibles en el otro”:

En lo que se refiere a la transformación del papel de la mujer, poco tiempo

se tardó en considerar el divorcio como un atentado contra la familia, por no hablar de la prohibición del aborto.

En la enseñanza, los enfoques de la historia basados en el estudio de los cambios socioeconómicos estructurales propuestos por Mikhail Pokrovsky- fueron sustituidos por un desfile de grandes personajes (lo que el historiador británico E.H. Carr -un apologista de la revolución cuyos libros han quedado desfasados por completo- llamaba la teoría de la nariz de Cleopatra). ¿Puede sorprender que Rusia sea gobernada por un fanático nacionalista como Putin?

            Creo que desde la izquierda se debe ser extremadamente crítico con lo que ha sido y, para desgracia de países como China o Corea del Norte, sigue siendo el comunismo. En sus polémicas con alguien tan siniestro como Sartre, Camus lo decía bien claro: si la verdad es derechas, yo soy de derechas. Desde mi punto de vista, llamarse a sí mismo comunista implica tener que suministrar un sinnúmero de explicaciones sobre qué clase de comunista se es (si alguien se anima, puede leer el libro de Alberto Garzón titulado ¿Por qué soy comunista?).

            Chomsky explicaba que considerar que lo que han vivido los países del socialismo real es comunismo viene bien tanto a estos últimos como a los conservadores del mundo occidental. Para los primeros es una fuente de legitimación, para los segundos contribuye a apuntalar el sistema capitalista. Haría falta reflexionar muy seriamente sobre el terrible mal que, para la izquierda -o si se quiere para la aspiración a crear un mundo a la medida de la humanidad, ha supuesto la aberración del socialismo realmente existente. Muchos de quienes no han caído en la alucinación sectaria de considerar que la URSS era una maravilla se han podido inclinar por apoyar opciones reaccionarias de la derecha. Pienso en el mal que pudo suponer para Salvador Allende haber visitado Cuba en 1972, próximas ya las elecciones que podrían haber alumbrado un socialismo democrático. La experiencia chilena tendría que haber sido, y en esto el Chicho estaba profundamente equivocado, la negación radical del castrismo: no se puede defender la democracia apoyando dictaduras.

            Es muy poca la gente que se identifica con el comunismo. En el caso de España, tan solo el 1,8% de la ciudadanía se confiesa comunista (según se puede ver en el barómetro 3257 del CIS de julio de 2019). Es más, de todas las etiquetas posibles es la que cuenta con menos adeptos, frente a -por ejemplo- un 15,7% que se considera socialista, un 6,6% socialdemócrata, un 12% liberal, un 4,4% feminista o un 4,1% ecologista.

            Aun siendo consciente del peso emocional de las palabras, habría que dar el paso de renunciar a un término tan cargado de connotaciones negativas como es el vocablo comunismo. Por desgracia, la experiencia ha contaminado el término hasta tal extremo que habría que arrojarlo al basurero de la historia.

domingo, 23 de abril de 2023

Un homenaje a los libros en el día de San Jordi.

Se puede ver una versión en vídeo de esta entrada en 

https://www.youtube.com/watch?v=oPjw2Nw5WkU

Un homenaje a los libros en el día de San Jordi.

 

Aprovecho esta festividad para describir mi experiencia con los libros durante el periodo previo a mi entrada en la universidad y a lo largo de los cinco años de mis estudios de licenciatura en sociología.

 

A diferencia de muchos escritores, mi acceso a la cultura libresca empieza a la edad de los dieciséis años (quizás un tanto tardía). Vázquez Montalbán decía de sí mismo ser un niño de balcón (y, por ende, lector), yo lo era más de calle (aunque moderadamente). En aquel entonces, España estaba en plena transición a la democracia (cuando se celebraron las primeras elecciones, en junio de 1977, yo tenía quince años). Fue un periodo en el que buena parte de la conversación pública (no solo en los medios de comunicación, sino en las calles y en las familias) giraba en torno al cambio político. Esto, y el hecho casual de que un amigo de un amigo me revelara que tres estaciones de metro más allá de mi casa había una biblioteca pública en la que se prestaban libros, me convirtió en un apasionado de los libros, amor que continua hoy en día. En todo caso, y como dijera Marx, los libros son mis esclavos, están para servirme. En definitiva, no soy un bibliófilo.

 

En mi casa había algo de capital cultural en forma de libros y de prensa. En lo que se refiere a los primeros, he de decir que jamás vi ni a mi madre ni a mi padre leer libro alguno. Sin embargo, en mi hogar había una colección de los premios Nobel de literatura, la cual me permitió un primer contacto con una producción literaria de calidad (se trata de la colección de la ya desaparecida editorial  Plaza &Janés). Javier Krahe decía tener en casa un montón de libros de autores clásicos que no leía jamás, pero que el mero hecho de tenerlos le tranquilizaba.

 

Aparte de esto, mi padre siempre fue un cliente habitual del quiosco de prensa. De niño recuerdo que en casa siempre entraban tres periódicos al día: el As (quizás más conocido por la fotografía de su contraportada que por la información deportiva), el Ya y el Pueblo (donde recuerdo haber leído los capítulos de la historia de los jugadores de rugby perdidos en los Andes). Más tarde -y desde el primer número- entró todos los días en mi hogar El País, del cual no me convertí en lector diario hasta un año después de su aparición, en 1976. Además de la prensa nacional, también llegaban hebdomadarios como Camb16 (luego fue Cambio 16, cuando la palabra cambio no suscitaba sospechas para la censura), Interviú (que al igual que el diario deportivo citado anteriormente era posiblemente más conocido por sus fotos de mujeres dispuestas a mostrar sus encantos corporales) y Mortadelo (bueno, Rosendo Mercado decía, en una famosa canción, que se educaba con El Papus y no con el ABC).

 

Al margen de la literatura, mis primeras lecturas eran de libros de historia como el de Gabriel Jackson sobre la Segunda República, la historia de España de Alfaguara, la entonces trilogía de Arnold Hauser (Historia social de la literatura y el arte). Añado -entre otros muchos libros- las obras escogidas de Marx y Engels y, enorme temeridad, el libro de Nikos Poulantzas Poder político y clases sociales (Muñoz Molina contaba que lo adquirió y terminó por intercambiarlo por un libro de literatura: pésima opción).

 

Igualmente, en los benditos quioscos, también compraba revistas de sesudo análisis político como Zona Abierta donde escribían intelectuales de la izquierda española y mundial o El Viejo Topo.

 

Creo que este escaso capital cultural me sirvió de barrera para no haber militado en partidos sectarios del tipo de, por ejemplo, la Organización Revolucionaria de Trabajadores. Recuerdo horrorizado haber acudido a una reunión en el local que este partido tenía cerca de mi casa en la que un tipo -relativamente joven- peroraba sobre cómo el pensamiento Mao Tse-tung sería la guía para la salvación de España y del mundo entero. Y eso por no hablar de Enver Hoxha y su nuevo hombre albanés. Sigo sin comprender cómo tantas personas cultivadas e inteligentes se metían en estas sectas. Con el tiempo, muchas de ellas terminaron por sumarse al pesebre del PSOE de Felipe González.

 

Antes de matricularme en Sociología, me di una vuelta por la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología. Allí vi que había estudiantes que portaban libros como, por ejemplo, el Contrato Social de Rousseau. Pese a ello, la verdad es que luego comprobé que la mayoría de mis futuros compañeros no eran precisamente grandes lectores. Sin embargo, debo reseñar que no había tantos manuales como ahora, lo que forzaba a leer directamente a los autores señeros en diferentes asignaturas. A modo de ejemplo, en Historia se podía leer la Historia económica de la población mundial de Cipolla (pronunciado “chipola”); en Filosofía de las Ciencias Sociales, La estructura de las revoluciones científicas de Kuhn; en Sociología del Trabajo, Trabajo y capital monopolista de Braverman, en Comportamiento Político, Los partidos políticos de Duverger… Y, dada mi pasión por el rock, hago un aparte para el curso de Sociología del Conocimiento a cargo de Luis Martín Santos, en uno de cuyos seminarios leímos la Sociología del rock de Simon Frith. Y, teniendo en cuenta mi especialidad en la sociología de la educación, hay dos libros clave: Escuela, ideología y clases sociales en España del malogrado Carlos Lerena y Aprendiendo a trabajar (en aquel entonces, Learning to Labour, libro que generosamente me prestó Mariano Fernández Enguita: un profe enrollado) de Paul Willis.

 

A ello hay que sumar que, en varias asignaturas, el profesorado había confeccionado unos libros de fotocopias de lecturas que contenían papers y capítulos de libros. Este era el caso de Estructura Económica o de Estructura Social Contemporánea.

 

Mis circunstancias personales -el hecho de que por motivos laborales fui no asistente o semiasistente- durante los cuatro primeros años de carrera, me llevaron a compensar esta escasa asistencia con la adquisición y lectura de infinidad de libros (hoy abarrotados en mi despacho de la facultad y que duermen el sueño de los justos tras mi paso al libro electrónico). Quiero aprovechar este apunte para decir que hubiese sido imposible haber completado estos cuatro cursos de no haber contado con el apoyo (en forma de apuntes e información diversa) de algunos de mis compañeros y compañeras de la carrera (sin amistades no hay futuro).

 

Concluyo este pequeño homenaje al libro. Aquí he citado libros de no ficción. Sin embargo, la mayor parte de la lectura que promueve nuestra escuela se refiere a novelas (quizás algún día escriba específicamente sobre mi consumo de literatura). Está muy bien leerlas, pero cada vez es más imprescindible y accesible la lectura de libros de física, de astronomía, de historia, de filosofía y, claro está, de sociología. Es una pena que nuestra universidad, o al menos los grados en sociología, no sean capaces de crear un público lector. Lo que está claro es que los libros nos hacen libres y su ausencia nos conduce al desastre.

 

Salud y lectura.


lunes, 20 de marzo de 2023

La formación del profesorado de primaria y de secundaria

 

Hola.

Esta vez, y al hilo de las polémicas sobre los grados de formación del magisterio, he subido a mi blog un enlace a un vídeo de Youtube en el que reflexiono sobre qué debería ser la formación de un docente hoy en día, desde que entra en la facultad hasta que ya se encuentra en el ejercicio de su profesión.

Este es el enlace: https://www.youtube.com/watch?v=aFCpIPJCkZI&t=1556s

 Se trata de un vídeo que dura cerca de una hora en el que yo tan solo hablo unos veinte minutos (el tiempo máximo que se asigna a las charlas TED). El resto son fragmentos de vídeos de otras personas en los que apoyo lo que planteo.

 Estos son los puntos que abordo:

1.    Cómo podrían las facultades de educación seleccionar a sus estudiantes

Aquí utilizo un vídeo en el que se explica cómo es el acceso a las facultades de educación en Finlandia.

2. 2.    Formación universitaria

Aquí me apoyo en una entrevista a la entrañable Linda Darling-Hammond.

3.  3.   Acceso al puesto docente

Aquí hablo sobre el MIR para profesores.

4.    4. Otras posibles vías de acceso a la profesión

Aquí utilizo un vídeo de Unicoos de David Calle.

5.    5. Proceso de iniciación: tutoría de los nuevos profesores

6.    6. Formación continua.

En estos dos puntos utilizo sendos vídeos de experiencias de los Estados Unidos.

7.    7. ¿Qué es ser un buen profesor?

Aquí sugiero ver un fragmento de la película Lugares comunes (no lo he podido incorporar por las restricciones de los derechos de autor) y otro de una entrevista a Ricardo Castillo (un profesor más bien tradicional).

 Un saludo.

 Rafa.

miércoles, 2 de noviembre de 2022

 

Las informaciones sesgadas de Vox

                El portavoz de Vox en el Congreso de los Diputados ha dicho hoy (2 de noviembre de 2022) que dos de cada tres empleos los ha creado la administración pública y que se acabaría con el paro mañana mismo si el estado contratase a cuatro millones de personas. Se puede ver esto aquí: https://www.youtube.com/watch?v=5sgR3aHmkUU

 



                 Y aquí tenemos la realidad. Los datos oficiales del INE se pueden ver aquí: https://www.ine.es/jaxiT3/Datos.htm?t=4262

                Lo primero que hay que aclarar es que empleo público es el que existe en las diferentes administraciones públicas (central, autonómica y municipal) y en las empresas públicas.

                Me fijo en la evolución del empleo de este año. Entre el primer y el tercer trimestre se han creado 461.000 empleos. De ellos, 38.000 corresponden al sector público y el resto ­­­­­­­422.400─ al sector privado.

                Entre el segundo y el tercer trimestre tan solo se han creado 77700 empleos: 52.300 en el sector público y 25.400 en el privado. De aquí es de donde sale la afirmación de que dos de cada tres nuevos empleos corresponden al sector público.

                No sería mala idea que en el Congreso se rebatieran contundentemente estas noticias distorsionadas con las que la derecha radical pretende sembrar la confusión.

                De paso no estaría mal enseñar a la ciudadanía a consultar fuentes fiables y a desconfiar de las bagatelas de algunos políticos y de las redes sociales.  

 



lunes, 24 de octubre de 2022

Los peligros de escolarizar a los hijos en la privada

 

Los peligros de escolarizar a los hijos en la privada

 

            Recientemente, hemos tenido conocimiento de las grabaciones en vídeo de niñas desnudas a cargo de un profesor del colegio privado Virgen de Europa. Mi reflexión no es tanto sobre tan deplorable acto como sobre algunos aspectos de la enseñanza privada en España.

 

            El Virgen de Europa es, tal y como se cuenta aquí, un centro familiar creado por un matrimonio y heredado por sus ocho hijos. A diferencia de lo que ocurre en la pública, para ser profesor en la privada no hay que pasar oposición alguna. Basta con tener la titulación correspondiente (el grado o diplomatura de maestro para la primaria y el grado correspondiente para la secundaria más el Máster en Formación del Profesorado o el liviano Certificado de Aptitud Pedagógica) y ser contratado por la propiedad del centro. Y aquí es donde se abre el campo de la arbitrariedad.

 

El centro en cuestión no solo da trabajo a los ocho hermanos, sino que también se lo suministra a sus respectivos parientes. Es decir, en un centro privado se corre el muy serio riesgo de que el profesorado sea seleccionado por criterios espurios que nada tienen que ver con la calidad docente. A esto hay que añadir que este tipo de centros cuenta con su propia cantera en las numerosas universidades privadas que ofertan el grado de Magisterio.

 

            En el caso denunciado en la prensa, concurre la circunstancia de que el supuesto profesor pedófilo es uno de los ocho hijos y el director es su hermano. En una situación como esta, la Asociación de Padres y Madres de Alumnos (APA) ha manifestado sus dudas sobre la neutralidad del director en la resolución de este caso. El artículo 416 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal es muy claro. En él se dice que están dispensados de la obligación de declarar “los parientes del procesado en líneas directa ascendente y descendente, su cónyuge o persona unida por relación de hecho análoga a la matrimonial, sus hermanos consanguíneos o uterinos y los colaterales consanguíneos hasta el segundo grado civil”. Téngase en cuenta que las APA de los centros privados suelen ser correas de transmisión de la propiedad de estos colegios (en la pública no suelen pasar de ser una mera entidad organizadora de actividades extraescolares). Sin embargo, el caso clama al cielo y, esta vez, la APA se desmarca de la dirección.

 

            Teniendo esto en cuenta, me pregunto cómo es posible que haya un amplísimo sector de eso que cabría llamar clase media-alta o, mejor aún, clase profesional-directiva que opte por escolarizar a sus retoños en centros de tan marcado carácter familiar (pese a sus 1500 alumnos matriculados). No es que la pública -como posible alternativa- sea un dechado de virtudes (y esto lo saben muy bien eso a lo que algunos llaman la comunidad educativa), pero es difícil (aunque no imposible) que en un centro público concurra un clan familiar o amical que pudiera echar tierra sobre un delito como el que aquí se comenta. Es cierto que en la pública puede pesar el espíritu corporativo-funcionarial, pero lo sucedido en el Virgen de Europa es algo que solo puede ocurrir en un centro privado. Por desgracia, los ejemplos de centros de órdenes religiosas que tratan de ocultar este tipo de actos delictivos están a la orden del día.

 

            Parece claro que hay todo un segmento de la sociedad española que ha optado por rehuir a toda costa servicios públicos claves como la educación y la sanidad, convirtiéndose de este modo en una especie de estamento ajeno a los problemas del resto de sus conciudadanos (es algo que explica muy bien Reeves en su libro Dream Hoarders). Ni qué decir tiene que el municipio en el que está enclavado el Virgen de Europa (Boadilla del Monte) es un feudo del PP.

 

            Y no puedo acabar sin señalar que el patriarca del centro fue un histórico sindicalista de la Falange y que a su mujer le concedió la Medalla de Oro al Trabajo el gobierno socialista de Zapatero, ejecutivo que para el PP -y, supongo que para los papás y mamás del centro- fue un ejemplo de sectarismo (calificativo que este partido tiende a aplicar a todo quien discrepe de él).  

 

 

 

 

jueves, 20 de octubre de 2022

El acusado: solo sí es sí

 El acusado: solo sí es sí

           El acusado es el título de una película (Les choses humaines en el original francés) que aborda el delicado asunto de qué cabría considerar que es una violación cuando no media la violencia física o esta es, por lo menos, casi imposible de demostrar.

           La película cuenta el caso de un estudiante francés de veintidós años, estudiante en la elitista universidad de Stanford, acusado de haber violado a una joven de diecisiete durante la estancia de aquel en París para visitar a sus divorciados padres.

Él es el hijo de un afamado y rico periodista de una televisión francesa (lo que explicaría la universidad en la que estudia) y de una escritora reconocidamente feminista. Por el contrario, el padre es un mujeriego más bien machista. La madre vive con su nuevo compañero, cuya hija acusa al hijo de la compañera de su padre de haberla violado.

La película ofrece retazos de la perspectiva del chico acusado de violación, la de la chica acusadora y la de una cámara relativamente imparcial.

La clave de esta cinta es el juicio que tiene lugar tres años después de la denuncia. La película viene a plantear la importancia que tiene la perspectiva que sobre las relaciones sexuales tiene cada implicado: los padres y las madres, el acusado y la acusadora, y diversos comparecientes.

La denunciante considera haber sido violada. El acto denunciado tuvo lugar en un cobertizo situado en un parque próximo a la vivienda a la que denunciado y denunciada acudieron a una fiesta con alto consumo de alcohol y estupefacientes. Tan voluntario fue para la denunciante el acudir a la fiesta como el acceder al cobertizo, a solas con el denunciado, en el que tuvo lugar el acto denunciado. Para ella, lo que allí sucedió fue una violación ya que en ningún momento manifestó su consentimiento a la relación sexual objeto de controversia. Para empezar, bebió a instancias de su acompañante lo que, en su caso -una persona que habitualmente no bebe-, redujo su capacidad de acción. Ante la insistencia del acusado, en el cobertizo le practicó una felación y seguidamente fue penetrada sin que el examen médico detectara signos de violencia. Lo que está claro es que para ella lo que sucedió fue una violación, una situación en la que se sintió coaccionada (el acusado dijo llevar un cuchillo -que la acusada no vio en ningún momento- desde los atentados de París) e incapaz de decir no. El propósito del denunciado era, además del disfrute sexual, el de conseguir llevar las bragas de una chica para el absurdo concurso que los varones de la fiesta habían organizado: la ropa interior como trofeo del macho de la especie.

La perspectiva del acusado es completamente distinta. Para él todo fue consentido. En su marco mental, en muchas ocasiones no queda más remedio que actuar sin permiso explícito -o haciendo caso omiso de una negativa tenue- para poder conseguir el favor sexual. De hecho, en el juicio, una conocida suya manifestó haber mantenido con él relaciones sexuales similares a las de la denunciante (dice haberle realizado alguna felación sin tener ganas para librarse de la insistencia de su amigo) sin que ello le lleve a considerar haber sido objeto de un abuso sexual.

Por no destripar la película, me abstengo de explicitar el resultado del juicio. En todo caso, lo importante es el proceso.

En el juicio, el acusado, que en todo momento se declara inocente, pide perdón a la acusada por el tremendo dolor causado. La impresión es que ha aprendido una importante lección sobre cómo relacionarse con las mujeres.

Sin duda, la película alienta la reflexión por parte del espectador. De hecho, a la salida del cine en que la vi escuché a varios espectadores debatir sobre lo que acaban de ver.

En mi opinión, la película permite comprender la importancia del solo sí es sí. Esta es una cinta cuyo visionado debería ser obligado para los huéspedes del colegio mayor “Elías Ahuja” y también para buena parte de las residentes en su vecino colegio femenino “Santa Mónica”.

lunes, 20 de junio de 2022

Contra la LOMLOE todo vale. El ejemplo de César Molina.

 

Contra la LOMLOE todo vale. El ejemplo de César Molina.

 

El diario El Mundo parece haberse especializado en publicar artículos cuyo objetivo fundamental es denigrar cualquier propuesta del actual gobierno de coalición aun a costa del respeto a las más elementales normas de honestidad intelectual. Este es, en mi opinión, el caso de un texto a cargo de César Antonio Molina, quien fuera ministro de Cultura -ahí es nada- en el gobierno de Zapatero y reputado intelectual. El 17 de junio se descolgó con un artículo titulado “Nadal y la ley Celáa”. Parece que el tenista balear se ha convertido en el estandarte de lo que debería ser España. No es que esté en desacuerdo con tal propuesta. Simplemente, me parece un poco abusivo que se utilice a este deportista a modo de ariete contra el supuesto caos en que viviría inmerso nuestro país.

El artículo de Molina no es uno sino dos. Más o menos, la mitad de su escrito es una diatriba -sin concesiones- contra Pedro Sánchez, eso sí, todo ello trufado de citas de diferentes autores clásicos (Montaigne, Burke, Mark Twain…). Algo más moderado que Abascal, Molina considera que Sánchez padece de epistemofia (sic), término que según aclara el propio autor es “el miedo mórbido e irracional a que sus conciudadanos dispongan de conocimientos y opiniones críticas”. Previamente ya había indicado “que se mueve más por reacciones irracionales”. ¿Cómo sabe Molina esto? Quizás también él mismo sea víctima de esta fobia que aplica al presidente. Esto es lo que tiene escribir sin recurrir a más base empírica que las propias opiniones (mal muy extendido entre las gentes de “letras”), lo que recuerda a las observaciones que ya hizo Sánchez Cuenca en La desfachatez intelectual. Por si no fuera poco, considera que “durante estos cuatro años [Sánchez] se ha saltado todas las normas para complacer a sus aliados”. No hay espacio para el matiz. Para no dejar títere con cabeza, menciona a Yolanda Díaz a la que considera una extremista apostásica (sic).

Y llegamos a la parte que me llevó a leer este artículo: la nueva ley educativa. No me cuento entre sus seguidores, pero tanta critica desmedida puede crear un efecto bumerán y termine por llevarme al bando progubernamental. El primer párrafo -de una extensión considerable- se dedica a contraponer los méritos de Nadal -indudables- a una ley que, supuestamente, habría impedido la existencia de Nadal. Que Molina confunda los méritos que pueda tener este deportista con la crítica a la meritocracia clama al cielo. Le recomendaría que leyera el libro de Michael Sandel titulado La tiranía del mérito (si no tuviera tiempo, quizás le bastaría con ver su charla TED) o, mejor aún, The Rise of Meritocracy de Michael Young (creador del término de marras).

Molina entra directamente en el terreno del delirio cuando afirma que “Nadal se emociona con nuestro himno y nuestra bandera constitucional”, cosa que, por lo que se ve, no sería posible con la actual ley educativa. No sé si quiere decir que, debido a la deriva independentista de parte del electorado de Cataluña, España caería en el cantonalismo.

Pero no acaba aquí la cosa. De acuerdo con Molina “nuestra educación sobrevive en medio del caos y la anarquía. Solo el esfuerzo de los docentes la va sacando adelante. Hoy, la falta de autoridad promovida desde nuestras escuelas es alarmante. Peleas entre padres e hijos, entre profesores y alumnos, entre médicos y pacientes, entre mayores y jóvenes, o la lacra de la violencia de género”. Como no basta con hablar de lo que cree que sucede en nuestras escuelas, aprovecha para hablar de peleas en otros ámbitos.

A mi modo de ver, este tipo de artículos contribuye en mayor medida a crear un ambiente de polarización que a proporcionar una comprensión serena de lo que nos ocurre.

 

Nota. El artículo está disponible en https://www.elmundo.es/opinion/2022/06/17/62ab0193fc6c83036d8b45d7.html

 

miércoles, 19 de enero de 2022

Por un grado en sociología para el siglo XXI

 Por un grado en sociología para el siglo XXI

 

            Actualmente, el grado en sociología se imparte en dieciséis universidades españolas.[1] Todas ellas son públicas, lo cual podría constituir un primer elemento de análisis: ¿Por qué las privadas no se plantean incluir este grado en su docencia? ¿Se debería este mayor número de grados a la presión de la oferta -la creación de más puestos de trabajo para los profesionales de la sociología- o a una mayor demanda por parte del estudiantado y/o de la sociedad?

 

            La mayoría de los planes de estudio se aprobaron en la última década del siglo XX o a comienzos del actual. Si bien es cierto que la conversión de las antiguas licenciaturas en grados ha supuesto inevitables cambios en los planes, no está del todo claro que estas modificaciones hayan alterado sustantivamente lo que ya existía previamente. Es decir, es posible que los planes de estudio sean más propios del pasado siglo que del actual (de ahí el título de este texto).

 

            ¿Qué tipo de profesional y de ciudadano puede resultar de los cuatro cursos dedicados al estudio de la sociología? Mi impresión -corroborada por varias décadas de experiencia, la cual podría estar sesgada, como profesor en el último año de la licenciatura y del grado- es que es harto probable que de las aulas de las facultades que imparten sociología salga una persona más bien pasiva, habituada a repetir lo que se dice que ha de aprender.

 

            En todos y cada uno de los planes de estudio -y en esto la sociología no es ninguna excepción- hay un claro predominio de la docencia basada en asignaturas. Hay pocos créditos en los que los estudiantes puedan disfrutar de un amplio nivel de autonomía. Este podría ser el caso de los Trabajos de Fin de Grado (TFG), a los cuales a veces se les asignan seis créditos -equivalente a los atribuidos a una asignatura convencional- y, en otras, doce. La otra “asignatura” en la que los estudiantes podrían tener mayor autonomía son las prácticas externas. A diferencia de los TFG, tales prácticas no son obligatorias en todos los grados.

 

            Pese a que -como era de esperar- hay muchos elementos en común entre los dieciséis planes de estudio de sociología, existen algunas singularidades que, en ocasiones, parecen responder claramente a las necesidades de una sociedad en la que el conocimiento científico se incrementa exponencialmente cada poco tiempo. Otras veces tales diferencias serían más bien el resultado de subordinar el plan de estudios al personal docente e investigador de que se dispone en el centro universitario de que se trate. Este sería el caso de aquellos planes en los que la presencia de asignaturas de sociología no es tan intensa como en otros.

 

            Tal y como están conformados los planes de estudio, no se termina de ver dónde estarían los tiempos -o, si se quiere, los créditos- que pudieran asegurar que los estudiantes salen del grado habiendo leído unas cuantas decenas de libros tanto clásicos como actuales -en todo caso, poco menos que imprescindibles-. Parece difícil que en las 150 horas dedicadas a cada asignatura -lo habitual es que tengan seis créditos y cada uno de ellos equivale a entre 25 y 30 horas de trabajo por parte del estudiante- se pueda desarrollar su programa y se asigne un tiempo para la lectura y comentario de libros o de textos largos y la subsiguiente evaluación de tal actividad.

 

Lo mismo cabría decir en lo que se refiere a aprender a escribir coherentemente, a desarrollar un argumento y a exponerlo en público. Es verdad que todo ello quizás se haga en algunas asignaturas. Sin embargo, en grupos en los que lo habitual es contar con más de cincuenta estudiantes, se antoja un tanto difícil que un profesor (-a) pueda asumir la ciclópea tarea de coordinar lecturas y de asesorar en la elaboración y presentación de trabajos.

 

En definitiva, la configuración de nuestros planes de estudio no garantiza que el estudiantado haya leído (y analizado y discutido) un mínimo, pongamos, de cuarenta o cincuenta libros a lo largo de su formación. Esto se podría solucionar si en cada curso se asignaran seis créditos para algo que podría llamarse club de lectura, de modo que en grupos de no más de quince estudiantes se comentaran libros con la ayuda de un profesor (-a).

 

Una de las tareas que debería asumir el grado es la de crear un público lector de sociología. Basta darse una vuelta por nuestras librerías y bibliotecas públicas para darse cuenta de la escasa presencia de esta disciplina en el universo lector.

 

Los tiempos asignados a la lectura son una ocasión de oro para la reflexión autónoma y para la contrastación de puntos de vista. La lectura exige concentración, algo que se echa de menos no solo entre el estudiantado, sino entre el conjunto de la ciudadanía, incluso la más cultivada (basta con ir al teatro para ver a tanta gente más pendiente del móvil que de la representación). Por otro lado, cada asignatura debería promover la lectura, quizás más de artículos científicos y de capítulos de libros. Aquí cabría incluir la lectura de artículos de la prensa generalista.

 

            Varios de los planes parecen ser conscientes de alguno de estos problemas. De este modo, por ejemplo, en la Carlos III hay una asignatura -de tres créditos, cuando lo habitual es que cada materia tenga seis- denominada Técnicas de Expresión Oral y Escrita. No está mal. Sin embargo, el movimiento se demuestra andando. Lo que desde aquí propongo es que tales técnicas deberían desarrollarse al hilo de la escritura y presentación de trabajos o pequeñas investigaciones a cargo de los estudiantes. Debería haber un TFG -obviamente, con otro nombre puesto que no sería una actividad de fin de grado- de seis créditos en cada curso. No es de recibo que nuestros estudiantes se topen de buenas a primeras en el último curso con una tarea como es el TFG cuando a lo largo del grado no han sido preparados para una labor que exige saber manejar la información, haber leído abundantemente y exponer y debatir en público.

 

            Una cuestión espinosa es la de qué tipo de profesores puedan hacerse cargo de estos nuevos “TFG” aquí propuestos. Parecería lógico que solo puedan hacerlo profesores habituados a publicar. Esto significaría que habría que exigir un mínimo de tramos de investigación. Se puede objetar que tal requisito no existe para la dirección de tesis doctorales. Sin embargo, los tribunales de tesis exigen un mínimo de credenciales de investigación a sus miembros.

 

            Estas propuestas supondrían añadir -dependiendo del plan de estudios- unos 42 créditos nuevos (24 para la lectura y otros 18 para los nuevos “TFG”). Aquí, tropezaríamos con el problema habitual de qué quitar y la consiguiente pugna entre departamentos y profesorado. No sería disparatado pensar que muchos profesores desearían hacerse cargo de estas actividades de lectura y dirección de trabajos y, a cambio, asumir la desaparición -o “congelación”- de algunas de las asignaturas que imparten.

 

            Varios planes de estudio son conscientes de la necesidad de romper el corsé de las asignaturas y plantean la asignación de créditos a actividades que no son propiamente una asignatura. Así, la Pablo de Olavide cuenta en primer curso con una asignatura denominada Habilidades Básicas del Sociólogo. La de Salamanca ofrece algo parecido cuyo nombre, Habilidades Académicas Básicas, parece más bien un curso de compensatoria para subsanar los estragos de nuestro bachillerato.

 

            Hasta ahora, tan solo se ha hablado de los 42 créditos de lectura y de los nuevos “TFG”. Queda decir algo sobre los 198 restantes.

 

            Primeramente, se va a acometer un pequeño análisis de los contenidos del primer curso ya que se trata de algo así como la carta de presentación de la sociología. Por otra parte, es en este curso en el que hay más elementos en común entre las distintas titulaciones.

 

En general, no suele haber más de tres asignaturas (de un total de diez) del área de la sociología. Lo habitual es que, como mínimo, se ofrezcan dos cursos cuatrimestrales de claro contenido de sociología con el título de Introducción a la Sociología en el primer cuatrimestre y otro de Sociología General en el segundo. En una primera aproximación, resulta difícil saber qué diferencia a una asignatura de la otra. Otras veces simplemente hay un curso de Sociología I y otro de Sociología II. En otras ocasiones -como es el caso de la Universidad de Granada-, hay una asignatura denominada Introducción a la Sociología: Acción-individuo y otra que aparece bajo el nombre de Sociología General: Instituciones y Procesos (probablemente se trate de micro y macro sociología, respectivamente). También cabría interpretar como una introducción la Perspectiva Sociológica de la Universidad de Salamanca. En la de Granada se ofrece no solo una asignatura llamada Introducción a la Sociología, sino que también se hace lo propio con la materia de Cambio Social. Si realmente esta asignatura específica se ofrece como introducción, debería haber -cosa que quizás haya- a lo largo del grado un despliegue de asignaturas que desarrollaran el cambio social.

 

Habría que plantearse si tiene sentido la existencia de un curso de introducción a la sociología (tenga el nombre que tenga) en un grado específicamente dedicado a la sociología. En otros grados no existe una introducción a la disciplina que se estudia en ellos.

 

Como ya se ha indicado, la mayoría de las asignaturas que se ofertan en primer curso no son de sociología. En ocasiones, algunas de ellas se presentan en forma de introducción y en otras como fundamentos. Así en la Universidad de La Coruña se contempla una Introducción a la Ciencia Política y de la Administración. Sin embargo, otras materias como Antropología Social y Cultural o Psicología Social carecen de tal carácter introductorio y aparecen con tan solo su nombre. En el caso de la Universidad de Valencia, el nombre de todas las asignaturas de áreas de conocimiento, salvo Economía Aplicada e Historia Política y Social Contemporánea, está precedido por la palabra introducción (a la Ciencia Política, a la Antropología Social, a la Psicología Social y a la propia sociología). A veces, el carácter introductorio de una asignatura se presenta con el nombre, no ya de fundamentos, sino de principios. De este modo, en la Universidad de Alicante, tenemos Principios de Economía Política, frente a introducciones a la ciencia política y a la antropología social. En la de Granada se ofrece una asignatura de Fundamentos de Trabajo Social. En la UNED hay una Introducción a la Economía junto a Fundamentos de Ciencia Política y Fundamentos de Antropología.

 

            Todos los planes tienen una asignatura de historia contemporánea. A veces se presenta simplemente con estas dos palabras, pero lo habitual es que se denomine Historia Política y Social Contemporánea. En la Universidad de Barcelona es una escueta Historia, mientras que en la de Alicante se recurre a una más exuberante Historia Económica, Política y Social Contemporánea. En la Carlos III es simplemente Historia Contemporánea. En la del País Vasco se limita a la Historia Política y Social del Siglo XX a la que se añade en segundo una Historia de España y Euskadi, también en el siglo XX. En la de Salamanca se recurre al mismo nombre que una asignatura de bachiller: Historia del Mundo Contemporáneo. En el caso de la Universidad de Murcia, en primer curso se ofrece una Historia Contemporánea, pero solo de Europa, mientras que en segundo hay una Historia Económica Contemporánea (dado que carece del calificativo de europea, quizás sea mundial). Si tenemos en cuenta que los estudiantes del bachiller de la modalidad de ciencias sociales han estudiado dos cursos de historia (uno de ellos justamente de historia contemporánea), además de los que existen a lo largo de la ESO, quizás tendría más sentido centrarse en una historia más reciente como la del periodo comprendido desde la caída del Muro de Berlín hasta nuestros días. Más controvertido sería proponer la supresión en los planes de estudio de esta asignatura.

 

            Si nos vamos al resto de los cursos, nos encontramos con asignaturas que en algunos planes de estudio son optativas (es el caso de especialidades como Sociología de la Educación o Sociología del Trabajo, por ejemplo) mientras que en otros son obligatorias.

 

Una asignatura troncal como Estructura Social tiene distintas denominaciones. A veces es solo Estructura Social, aunque lo habitual es que se denomine Estructura Social Contemporánea. Sin embargo, parece que lo más acertado es, como sucede en algunos planes, que se llame Estratificación Social (lo que hace la Universidad de Salamanca). La Carlos III la une a Cambio Social. En el caso de universidades como la Complutense, tenemos una Estructura Social y una Estructura Social de España. Su descriptor es idéntico, salvo el añadido de que en el caso de la segunda se trata de lo mismo pero aplicado al caso español. ¿Significaría esto que en la Estructura Social Contemporánea no se puede hablar de España?

 

            En lo que se refiere al inglés, son muy pocas las asignaturas que se imparten en tal idioma. Aquí, la secundaria parecería estar por delante de la universidad. ¿Dónde irían a parar los estudiantes que han cursado la secundaria en inglés? Quizás a la privada. Algunos grados ofrecen cursos de inglés con títulos como Idioma Moderno (Inglés) en la Universidad de La Laguna, Inglés para las Ciencias Sociales en las de Barcelona y Murcia o Inglés Profesional y Académico y English for the Social Sciences en la UNED. Con respecto a la enseñanza del inglés habría que ser cautos. El grado no es una academia de idiomas y, por otra parte, los niveles de inglés entre el estudiantado son muy diferentes y es difícil que se pueda ofrecer un grupo de nivel B2, otro de C1 y otro de C2 para científicos sociales. Por ejemplo, y me salgo del marco de la sociología, en el grado en Económicas de la Complutense hay dos asignaturas obligatorias de inglés -12 créditos- de nivel B2, pese a que hay estudiantes que tienen ya ese nivel o incluso otro más alto. Además, el hecho de que esta asignatura se denomine Inglés hará que su docencia recaiga en filólogos y no en sociólogos.

 

            Algunas asignaturas parecen responder claramente a destrezas que un sociólogo de hoy en día debería adquirir. Espero no dejarme nada en el tintero, pero este sería el caso de Análisis de Datos Asistido por Ordenador o Análisis Electoral, en la Universidad de Granada; Hojas de Cálculo (Nivel Intermedio) y Habilidades Profesionales Interpersonales, de la Carlos III; Habilidades Comunicativas y TIC y las optativas Elaboración de Textos Académicos y Profesionales y Utilización de Técnicas Analíticas para la Inserción Profesional de la Universidad Pública de Navarra;la también optativa Participación Social  y Metodología Participativa y Taller de Investigación, de la del País Vasco; Laboratorio de Diseño de Encuestas, Laboratorio de Análisis de Encuestas y Recursos Profesionales en Sociología, de la de Salamanca; Tratamiento y Análisis de Datos de LL, Gestión y Evaluación de Proyectos Sociológicos de la UM, Sociología Electoral y Sociología del Turismo, en la de Alicante.

 

Puede resultar de interés contrastar algunos de los contenidos del plan de estudios del Bachelor in behavior and social sciences[2] (impartido en inglés) del muy elitista Instituto de Empresa con los de los de los grados en sociología. En el primer curso se ofrecen asignaturas como Learning to Observe, Experiment & Survey, Data Insights & Visualization, Simulating and Modeling to Understand Change, The Big History of Ideas and Innovation, Writing Skills y Presentation Skills  (estas dos últimas con tres créditos frente a los seis del resto). En lugar de algo que podría ser semejante a estructura social, en segundo curso se ofrece Power and Inequality: Fundamentals of Social Theory. La antropología es social y digital. En tercero hay un curso sobre neurociencia del comportamiento.

 

            Es más que sabido que el estudiantado que se matricula en Sociología no suele tener una brillante trayectoria académica previa. Y no solo eso, un alto porcentaje -cuya cifra no podría precisar- no elige esta carrera como primera opción. Sin duda, esta es una dificultad. No obstante, el estudiante que llega a la universidad empieza una nueva etapa en la que su profesorado nada sabe sobre su desempeño escolar anterior: el efecto Pigmalión para el estudiante individualmente considerado ha desaparecido. Es decir, se abre un nuevo periodo en el que sería esencial depositar en nuestros estudiantes altas expectativas -justamente lo contrario de lo que, me temo, viene siendo habitual ahora-. Para ello sería preciso ofrecer un grado en el que lo esencial fuese el crear un escenario -del que el plan de estudios es un elemento más- en el que cada alumno pueda desarrollar su propia interpretación del mundo social, en el que se convierta en un profesional polivalente y en un ciudadano plenamente comprometido con la democracia.

 

            El hecho de contar en cada curso con créditos para la lectura y debate y para la escritura y presentación oral de trabajos puede ser un elemento fundamental para que nuestro estudiantado salga de la pasividad a la que la institución escolar -desde la primaria a la universidad- le condena y sea capaz de intervenir en clase con fundamentos sólidos. Si reducimos el grado -el de sociología o cualquier otro- a una mera suma de asignaturas en donde lo importante es alcanzar los 240 créditos que dan acceso al título, no estaremos garantizando que nuestros universitarios sean realmente pensadores autónomos.

 

            Todos y cada uno de los grados deben plantearse la necesidad de crear una educación de élite para todos -si se me permite el oxímoron- y no solo para los que estudian en ciertas universidades privadas -de España o de otros países- o para los que se matriculan en los grados -y dobles grados- en los que se exige una nota de acceso cercana al máximo de 14 puntos.

 

            Buena parte de lo que aquí se plantea sería trasladable, mutatis mutandis, a casi todos los grados de la universidad española. En ellos hay una similar organización de la docencia basada en asignaturas; hay poco tiempo para la lectura sosegada, el debate sereno y la contrastación de puntos de vista.



[1] Se trata de las universidades siguientes: La Coruña, País Vasco, Pública de Navarra, Autónoma de Barcelona, Barcelona, Valencia, Alicante, Murcia, Granada, Pablo de Olavide, La Laguna, Salamanca, Carlos III, Rey Juan Carlos, Complutense y UNED.

martes, 18 de enero de 2022

¿Qué hace una escuela como tú en un siglo como este?

 En este link se pueden leer los dos primeros capítulos del libro y acceder a tres lecturas adicionales. 

https://www.researchgate.net/publication/357900091_Que_hace_una_escuela_como_tu_en_un_siglo_como_este