Pasi Sahlberg (2011) Finnish Lessons. What Can the World Learn from Educational Change in
Finland? Nueva York: Teachers College Columbia University
Acabo de leer este libro
publicado hace ya tres años. Es muy posible que esta sea la mejor obra para
conocer de primera mano las claves del éxito del sistema educativo finlandés.
En lo que sigue, señalaré qué lecciones se podrían aprender para el caso
español.
Pese a que, a primera
vista, se podría tener la impresión de que Finlandia siempre ha sido un país
con una población altamente educada, nada más lejos de la realidad. Si bien es
cierto que, como ocurre en la práctica totalidad de los países protestantes, la
población ya estaba alfabetizada en la segunda mitad del siglo XIX, los
resultados que Finlandia obtenía en las evaluaciones internacionales en los
años setenta –TIMMS y PIRLS- la situaban a años luz de sus vecinos escandinavos
y cerca de países como Perú. Por tanto, el caso de Finlandia pone de manifiesto
que es posible cambiar radicalmente y para bien la historia educativa de un
país.
Decía Gil de Biedma que
“de todas las historias de la historia, la más triste sin duda la de España”.
No creo que, ni de lejos, España ostente récord de tristeza alguno (recuerdo,
por ejemplo, haber leído en la prensa que una octogenaria de Crimea decía que,
sin haberse movido de su localidad, ha pertenecido a cinco países distintos).
En todo caso, la de Finlandia también sería una historia triste: una cruenta
guerra civil –más que la española- a comienzos del siglo XX, la cesión de parte
del territorio nacional a la Unión Soviética tras la segunda guerra mundial y
una tremenda crisis económica en los años noventa por el hundimiento del
imperio soviético (sus residentes mejicanos dirían aquello de pobre Finlandia,
tan lejos de dios y tan cerca de Rusia).
Finlandia, a diferencia de la turística España, no
posee riquezas naturales. Su única riqueza es la de haber optado por contar con
una población altamente cualificada. No fue, ni mucho menos, fácil construir un
sistema educativo que garantizase el éxito escolar para todos y todas. Cuando
se aprobó, a comienzos de los setenta, la extensión del tronco común de
escolarización (peruskoulu) hasta el
final de la educación secundaria inferior se produjo el mismo tipo de debates
que aquí con la LOGSE y la extensión de la enseñanza comprensiva hasta los
dieciséis años: ¿no bajará el nivel del alumnado más académico si lo juntamos
con el que obtiene peores resultados? La mentalidad conservadora –propia
también de mucha izquierda, especialmente en el ámbito docente- dice
exactamente lo mismo aquí que allí.
El sistema comprehensivo fue, en buena medida,
fruto del consenso político. Sus principales impulsores fueron los partidos de
la izquierda –comunista y socialista-. Sorprendentemente, también contó con el
apoyo del conservador Partido Agrario, el cual, en principio, no era partidario
de la escuela comprehensiva. Su apoyo se debió al posicionamiento favorable de
su ala joven, la cual estaba muy preocupada por el pujante proceso de
urbanización y la necesidad de que la gente de las zonas rurales llegase a las
ciudades con una buena preparación. En la sociedad civil, también hubo apoyos
importantes. Tal sería el caso de las asociaciones de profesores de primaria.
En Finlandia se considera que todo el mundo ha de
tener éxito en la escuela. De hecho, prácticamente el cien por cien de los
jóvenes, obtiene el título de secundaria inferior. No solo es una cuestión de
fe: más de la mitad de los escolares ha pasado por actividades de apoyo
escolar. La idea es que hay que solucionar los problemas educativos a edades
tempranas.
A diferencia de España, Finlandia fue muy
consciente de la necesidad de preparar al profesorado de la secundaria inferior
para tener que acoger en sus aulas y centros al conjunto del alumnado y no solo
al que obtuviera mejores calificaciones. Quizás esta sea la clave más
importante: la buena preparación del profesorado. Es sabido que a un estudiante
que aspire a formarse como profesor se le exige la misma nota de acceso que a
alguien que desee estudiar Medicina. Supongo que no sería excesivamente
complicado elevar el nivel de exigencia de entrada a los estudios del grado en
magisterio o al máster de formación del profesorado de secundaria. De hecho,
recientemente esto es lo que ha ocurrido con el grado en Psicología cuando ha
pasado del área de ciencias sociales al de las ciencias de la salud. Entiendo
que esto, además, debería llevar a replantearse muy seriamente tanto los
contenidos de los planes de formación del magisterio y del profesorado de
secundaria (quizás habría que incidir mucho más en la formación práctica e
incrementar la presencia de profesores en ejercicio) y en el tipo de profesor
de universidad que forma a los futuros docentes. Pienso, sobre todo, en el
profesorado del máster de secundaria: ¿no sería conveniente, en la medida de lo
posible, buscar profesores con experiencia en el funcionamiento de la
secundaria?
Los profesores de Finlandia son profesionales con
plena autonomía para delimitar cómo es su proceso de trabajo. En las encuestas
realizadas, la principal razón que aducirían los profesores para dejar su
trabajo sería que alguien les dijera qué tienen qué hacer. Quizás esto explique
que se trate de un país por completo ajeno
a las pruebas externas estandarizadas –como las que la LOMCE quiere
introducir en España-. La única prueba externa que existe es la de acceso a la
universidad y en ella se busca sobre todo detectar la capacidad de razonamiento
de quienes aspiran a entrar en la educación superior. En España, la PAU no va mucho
más allá de una prueba de memorización y de repetición de lo ya sabido. Una de
las grandes sorpresas de los informes PISA es que la OCDE se encontró con que
el país que obtenía mejores resultados era la negación de sus postulados
educativos: control de los centros, pruebas externas…
Se podrían citar algunos elementos más, como que
el número de horas lectivas es sensiblemente menor que en España y que los
escolares finlandeses dedican mucho menos tiempo que sus colegas españoles a la
realización de deberes.
En definitiva, sería deseable tratar de imitar
algunas de las prácticas educativas de Finlandia en España. Por lo menos, hay
un partido político que dice que su modelo educativo es el finlandés. Sin
embargo, el partido que nos gobierna tiene por modelo lo peor del de los
Estados Unidos (y así nos va).