lunes, 23 de abril de 2018

Cómo aprender inglés, o perfeccionarlo, sin apenas gastar dinero


Cómo aprender inglés, o perfeccionarlo, sin apenas gastar dinero

He aquí unos cuantos links y consejos para aprovechar los inmensos recursos que, de modo mayoritariamente gratuito, ofrece Internet para mejorar nuestro conocimiento –habitualmente insuficiente- del inglés.

Posiblemente, muchas personas habrán padecido el mismo problema que yo, y el cual no es otro que el de haber dedicado años y años de un modo disperso, y quizás incoherente, al aprendizaje del inglés. Es por este motivo por el que lo primero que recomendaría es preparar y hacer exámenes de ensayo (mock exams) de cualquiera de las instituciones o centros que certifican el nivel de un idioma (que en Europa serían, de menor a mayor, A1, A2, B1, B2, C1 y C2). Pongamos que, por ejemplo, optamos por el First Certificate (equivalente al nivel B2, el que permite a un estudiante matricularse en una universidad extranjera). En Youtube tenemos los ejercicios de audio (listening exercices) de todos los niveles. En el caso del First, basta con dirigirse, por ejemplo, a https://www.youtube.com/watch?v=ZNgoxd547f0. Aquí tenemos lo siguiente: Listening B2, FCE Practice 2015, Test 1, Part 1. En la parte izquierda de la pantalla aparecen los vídeos correspondientes al resto de los ejercicios de listening. El libro del que proceden se localiza en la parte inferior, cuyo link es este: http://www.mediafire.com/file/wy36qp1sx9eepc7/FCE+Practice+Tests+2015.pdf

En este libro tenemos cuatro exámenes completos del First, cuya realización -de cada uno de ellos- nos llevará un mínimo de tres horas, a las que habría que añadir el tiempo que empleemos en su corrección, la cual aparece al final del libro. En la red, podemos encontrar los libros de los exámenes más antiguos. Los más nuevos pueden adquirirse en cualquier librería por un módico precio.

 

De entre todos estos ejercicios, hay dos que requieren ineludiblemente contar con un profesor que nos pueda ayudar. Se trata de los ejercicios de escritura y de los consistentes en hablar (writing y speaking, respectivamente). Para solucionar este problema, lo que yo he hecho ha sido entrar en la web de Verbling. Se trata de una página que ofrece cientos de profesores de inglés –con una amplia diversidad de precios- cuyas clases se hacen a través de la  web de Verbling. Es un sistema similar al hangout de Google o a Skype. No hay problema alguno en subir un texto de manera que sea corregido interactuando con nuestro profesor.

 

Esta sería, digamos, la parte más académica de nuestro aprendizaje o puesta al día. Más allá de estos mock exams, tenemos una variedad casi infinita de recursos para ampliar nuestro conocimiento del inglés y, de paso, de cualquier materia que pudiera interesarnos.

           

En lo que se refiere a los textos, existe la posibilidad de leer prensa de calidad gratuitamente –aunque alguna contribución económica siempre se agradecería-. Este sería el caso, entre otros, de periódicos británicos como The Guardian  o The Independent. Sin duda, su lectura es un buen modo de estar al tanto no solo de la actualidad, sino del uso actual y cotidiano del inglés. Algunos de los artículos publicados en The Guardian son traducidos por eldiario.es. El diario El País cuenta con una pequeña sección llamada El País in English en la que se puede encontrar la traducción de artículos originalmente escritos en español. Esto permite hacer ejercicios de traducción partiendo del texto en inglés y traducirlo al castellano, para compararlo con la traducción de eldiario.es o partiendo de su traducción al castellano traducirlo al inglés (traducciones directa e inversa). Esto mismo se puede hacer con libros o poemas de los que tengamos las versiones inglesa y española. Antes de abandonar la prensa, no puedo dejar de citar la posibilidad de suscribirse a los artículos de opinión del New York Times por tan solo 4,5€ al mes (se puede ver un máximo de diez artículos al mes sin pagar absolutamente nada, pero puedo asegurar que merece la pena leer un mínimo diario de dos o tres artículos de este tipo).

 

En lo que se refiere a los libros, la web meetup ofrece la posibilidad de incorporarse a grupos de personas que se dan cita una vez al mes para comentar un libro previamente seleccionado. Se trata de grupos en los que fácilmente la mitad de sus miembros son angloparlantes nativos que se reúnen en algún pub en horas en las que hay poca clientela (el coste no va más allá de hacer un par de consumiciones). Algunas bibliotecas públicas organizan clubes de lectores.

 

De entre los diccionarios en red, quizás el más recomendable sea Wordreference. Si lo que se desea es encontrar la traducción de frases enteras, la opción es Linguee. Si lo que se busca es la etimología de una palabra, se puede recurrir a https://www.etymonline.com/search?q=best . Si el uso de una palabra wordinasentence.com. Los diccionarios monolingües son una muy interesante opción.

 

Para desarrollar nuestra capacidad de comprensión oral hay una ingente y creciente cantidad de recursos. Las charlas TEDtalks –cuya duración no va más allá de los veinte minutos- son una fuente de conocimiento impagable. En su página oficial hay más de una decena de idiomas para los subtítulos. Todas las series televisas pueden merecer la pena. Mi consejo sería optar por aquellas en las que continuamente se está dialogando y cuyo léxico sea particularmente variado y rico. Mis favoritas son Frasier, Yes Minister y Yes, Prime Minister. En la primera prepondera un lenguaje culto, aunque, gracias a la diversidad de personajes, aparecen diferentes códigos lingüísticos. Las otras dos son una parodia hilarante del código lingüístico elaborado de la clase dominante británica. Creo que todos los episodios están disponibles en Youtube. En todo caso, los DVDs están a la venta. Otras series podrían ser Big Bang Theory, Cheers o Friends.  Ni qué decir tiene que lo aconsejable, si se ha de recurrir a los subtítulos, es que estos sean en inglés. Algunas plataformas, como Movistar, permiten elegir el idioma de los subtítulos. Los textos con los subtítulos de estas series son fácilmente localizables en la red. Para ello basta con escribir el nombre de la serie y las palabras script o transcript.

 

Creo que no puede aprenderse un idioma sin reírse con él. A mí me gustan especialmente los stand-up comedians británicos. Se nota que muchos de ellos (pienso en Rowan Atkinson –para muchos, Mr. Bean- o John Cleese) se han formado en las mejores universidades de su país. Mi favorito es Eddie Izzard (quien además es capaz de hacer ingeniosos monólogos en un entrañable y chapucero francés y español). A él, claro está, añadiría -además de los mentados Atkinson y Cleese- a Jimmy Carr, Ricky Gervais, Russell Brand y un largo etcétera (la lista se puede ampliar simplemente escribiendo en un buscador “best British stand-up comedians”). Y, siguiendo con el humor, no puedo dejar de citar programas de actualidad del tipo Late Motiv de Buenafuente. Destacaría, entre otros, los de Stephen Colbert, Trevor Noah y John Oliver.

 

            En lo que se refiere a las películas, las más recomendables son las basadas en diálogos (las adaptaciones de obras de teatro son una apuesta segura).


En cuanto a la música, artistas como Bob Dylan o Leonard Cohen son una fuente inagotable de bellas expresiones y de un léxico variado.

Las diferentes emisoras de radio ofrecen podcasts de sus emisiones. BBC4 puede ser una buena opción. También cabe la posibilidad de bajar en MP3 el audio de los vídeos de Youtube.

            Para mejorar la pronunciación de modo pasivo, lo más recomendable son los vídeos Daily pronunciation disponibles en Youtube. Para hacerlo de modo activo, hay, como mínimo, dos webs, dictation.io y speechlogger, que transcriben lo que decimos en voz alta. Aunque no funcionan de un modo del todo preciso, es todo un desafío ver de qué manera se transcribe nuestro discurso.

Y, claro está, irse a un país de habla inglesa y desenvolverse en un escenario en el que no quede más remedio que hablar inglés es la vía más rápida y eficaz para dominar este idioma.

Nada más. Espero que con este texto haya puesto mi grano de arena en lo que podría ser un nuevo movimiento de renovación del aprendizaje y de liberación del tostón escolar al que, siguiendo la estela de los últimos trabajos de Fernández Enguita, podríamos llamar “menos aula y más escuela” o “menos aula y más educación” o “teacher, leave the kids alone (at least just a little bit)”. También sería una propuesta similar a de la clase invertida (flipped classroom). La gente puede aprender mucho por su cuenta y el papel del profesor se verá reforzado cuando se convierta en un agente que ayude a impulsar y a completar los aprendizajes.

miércoles, 18 de abril de 2018

La ley del silencio en la universidad


La ley del silencio en la universidad
            Las lamentables noticias que han aflorado con motivo del fraude del máster universitario de Cristina Cifuentes obligan a reflexionar sobre cómo es posible que en una institución democrática, como sería el caso de la universidad, pueda darse un grado de complicidades tal –por acción o por omisión- que permita que alguien obtenga un título de carácter presencial sin pisar las aulas ni presentar el trabajo de fin de máster. Al igual que ya comenté en este mismo blog sobre el acoso sexual, este tipo de prácticas posiblemente era ampliamente conocida y ha tenido que ser la prensa, una vez más, la que se encargue de sacar a relucir todo este percal.
            Más allá del vergonzoso caso de Cifuentes, lo cierto es que la universidad –da igual que sea pública o privada- es una institución en la que, en principio, todo profesor es sospechoso de resultar hostil a cualquier otro. Es un escenario en el que los profesores de cierto nivel –sobre todo los catedráticos o quienes cuentan con cierto número de sexenios de investigación- juzgan a los demás y, a su vez, se juzgan entre sí. Como nadie sabe quién puede juzgar a quién en el futuro, la prudencia aconseja no meterse en líos.
            Ingenuamente, lo reconozco, pensaba que el hecho de que para tener una plaza fija en la universidad –como contratado doctor, profesor titular o catedrático- hubiera que pasar previamente por el filtro externo de la acreditación de la ANECA –o agencias equivalentes en algunas comunidades autónomas- habría suprimido el poder de los próceres locales de cada universidad, facultad o departamento. Pero téngase en cuenta que la acreditación de la ANECA es tan solo eso: una acreditación y no una plaza. Esta última depende de cada universidad. Hace unos cuantos años era frecuente que el director del departamento –casi siempre un catedrático de la vieja escuela- presidiera tanto los tribunales de evaluación de tesis como los de acceso a las plazas de su departamento. En estas condiciones, no llevarse bien con él –el uso del masculino no es genérico- era un casi seguro pasaporte  para el ostracismo. No obstante, la ANECA no está exenta de arbitrariedades. Bastaría con saber que durante diez años su director ha sido el actual consejero de Educación de la Comunidad de Madrid, el cual ha sido un  férreo defensor de la inocencia de Cifuentes. Además, también fue vicerrector de la Universidad Rey Juan Carlos.
            En todo caso, antes de presentarse a ser juzgado por la ANECA, todo profesor ha de acumular méritos, los cuales normalmente, pero no solo, proceden de publicaciones (que serían las que darían acceso a los sexenios) y de proyectos de investigación (de los que podrían salir la mayor parte de las publicaciones).
            Las publicaciones han de serlo en revistas de cierto prestigio (JCR y cosas por el estilo). Uno de los requisitos para que tengan tal vitola es que toda propuesta de publicación ha de ser revisada por dos investigadores seleccionados por la propia revista, los cuales ignoran quién sea el autor (lo que en la jerga se llama el método del doble ciego). Sin embargo, el texto que se someterá a revisión llega a la revista con los datos de su autor. Si la revista quisiera justificar científicamente el rechazo de un artículo, bastaría con enviarlo a evaluadores hostiles a la temática abordada o a la metodología utilizada en el texto que se presenta. También cabría, obviamente, lo contrario: entregárselo a los afines. No obstante, doy por supuesto que lo habitual es la actitud neutral. Siempre cabría la posibilidad de traducir el texto al inglés –lo que suele implicar, salvo que se tenga un nivel nativo de este idioma, pagar a un traductor o revisor profesional- y enviarlo a una revista extranjera (algunas de las cuales más que a desarrollar la ciencia se dedican a engordar el currículo, previo pago, de sus autores). Con respecto a las publicaciones, añadiría otro dato fundamental. Es muy habitual que los artículos sean firmados por dos o tres personas. En un escenario tan jerárquico como la universidad, nada tendría de extraño que la aportación de algún personaje con poder no fuera más allá del estampado de la firma. Al menos en el área de ciencias sociales, sospecharía de todo aquel que no tenga un mínimo de publicaciones en solitario.
            Buena parte de las publicaciones –más en unas ramas científicas que en otras- proceden de los resultados derivados de investigaciones financiadas, las cuales previamente han de pasar por un proceso de selección en la agencia  investigadora correspondiente. Aquí no existe el método del doble ciego, con lo que la arbitrariedad podría ser máxima.  
            Encontrar una solución a este estado de cosas es muy complicado. Falla quizás lo más importante: la cultura de la profesión. Si lo que prepondera, como me temo, es la mutua desconfianza –cuando no simplemente el miedo-, resulta poco menos que imposible que florezca la cultura colaborativa que podría dar lugar a la multiplicación de la investigación científica. Mi impresión es que, en ciertas áreas de poder de nuestra universidad, y durante muchos años, a la cultura autoritaria de los franquistas se ha sumado la igualmente cultura dictatorial de algunos antifranquistas.