miércoles, 30 de enero de 2019

Inger Enkvist and the sociology of education


Inger Enkvist and the sociology of education

A few days ago a book by Inger Enkvist entitled Rethinking Education fell into my hands (published by Ediciones Internacionales Universitarias in 2006). According to Wikipedia, Enkvist is a "Swedish hispanist and pedagogue" who "has published essays on the evils of education and teaching in contemporary Europe". I have only read a few pages of this book, which, as will see, shows the reckless intellectual insolvency of this author.

Enkvist complains that today's school leads to ignorance. Paradoxically, she herself seems to be an example of such a deficiency. I will be exclusively focusing on the epigraph entitled "The sociology of education". According to this author, the sociology of education is "a current of thought" and not, as it would be expected, a branch of a science called sociology. Not satisfied with it, she says that the "theoreticians of this current are, in the first place, Foucault and Bourdieu, who begin to become famous around 1968". To say this is a clear sign either of ignorance or simply of bad intention. Not in vain, the author pretends -or at least that I believe- to consider sociology of education to be a by-product of what for her must be the daydreams of May 1968. To begin with, and in spite of being a very quoted author in sociology and many other social sciences, Foucault is not a sociologist. On the other hand, Bourdieu is a classic of sociology, but considering him, together with Foucault, as the theoretician of the sociology of education is proof that this author has not even consulted Wikipedia.

As it could be expected, the nonsense does not end here. According to Enkvist, "sociologists are not usually interested in school performance, but rather in the study of students as members of a particular social class”. Once again, our author has no qualms about flaunting her ignorance. It is difficult to understand how she might say that sociology is not interested in studying school performance, despite the overwhelming evidence against such an assertion. But even worse is to consider that for sociology the only focus of inequality is the social class, which implies disregarding the inequalities derived from gender - I don't know if this word will be to Enkvist's liking - from belonging to one ethnic group or another or from the area of residence, to name a few.

Later on, our author seem to add insult to injury. This is what she says: "It could be said that students with problems are its favourite clients". I don't know if she considers that sociologists usually have a law firm, in the style of lawyers, or a psychological office in which to deal with these clients. Since they are people with problems, it could be assumed that most of them will have a low level of income. If so, it would be unclear where the business that is awarded to sociologists might be.

I say no more about the book. What worries me is that some of our elite consider Enkvist's analyses to be worthy of consideration. In fact, she was one of the speakers who took part in the debate - I suppose at the request of the Partido Popular - on the education pact organised by the Spanish Congress of Deputies’ Education Commission that took place throughout 2018. A few months ago she was the subject of a long interview by the influential newspaper El País. She took part in the presentation of a book written by sociologist Víctor Pérez-Díaz and members of his team that took place at the Funcas Foundation where the audience - which I attended – listened to a lecture by a Swedish pedagogue who spoke before a Spanish audience about a piece of research carried out in the United States - and of which she was not a member of the research team-.  And finally, I point out her presence in a debate at the FAES.

Just as the press has warned against the proliferation of fake news, the world of science should be more alert to this type of intellectual brazenness (of which Ignacio Sánchez-Cuenca spoke brilliantly), just as Julio Carabaña did, for example, in an incisive review of a book of social structure.

And, in conclusion, I would like to point out that this restlessness against the sociology of education or, at least, certain sociology is not exclusive to the right. At the other extreme, and by way of example, Fernández Liria et al. refer to Feito and Enguita, among others, as "defenders of pedagogy" and consider them to be little less than useful fools of neoliberalism (if I have understood well the jumble in which such a reference is made). Don't worry the reader: it is the same all the world over. Without going any further, in our neighbouring France they are also in this story of blaming sociology for innumerable social ills. As Bourdieu said, sociology is a weapon of combat.



domingo, 27 de enero de 2019

Inger Enkvist y la sociología de la educación


Inger Enkvist y la sociología de la educación
Hace unos días cayó en mis manos un libro de Inger Enkvist titulado Repensar la educación (Ediciones Internacionales Universitarias, 2006). De acuerdo con la Wikipedia, Enkvist es una “hispanista y pedagoga sueca” que “ha publicado ensayos sobre los males de la educación y la enseñanza en la Europa contemporánea”. De tales males debe tratar este libro del cual tan solo he leído unas pocas páginas que, como se verá, dan muestra de la temeraria insolvencia intelectual de esta autora.
Enkvist se queja de que la escuela actual conduce a la ignorancia. Paradójicamente, ella misma parece ser un ejemplo de tal deficiencia. Del libro más arriba mentado, tan solo me centraré en el epígrafe titulado “La sociología de la educación”. De acuerdo con esta autora, la sociología de la educación es “una corriente de pensamiento” y no, como sería de esperar, una rama de una ciencia llamada sociología. No contenta con ello, dice que los “teóricos de esta corriente son, en primer lugar, Foucault y Bourdieu, que comienzan a hacerse célebres alrededor de 1968”. Decir esto es una muestra clara o bien de ignorancia o simplemente de mala intención. No en vano, la autora pretende –o al menos eso creo- considerar que la sociología de la educación es un producto de lo que para ella deben ser las ensoñaciones de mayo del 68. Para empezar, y pese a ser un autor muy citado desde la sociología y muchas otras ciencias sociales, Foucault no es un sociólogo. Por otro lado, Bourdieu es un clásico de la sociología, pero de ahí a considerar que junto con Foucault es el teórico de la sociología de la educación es una prueba de que esta autora ni siquiera ha consultado la Wikipedia.
Como cabría esperar, el despropósito no acaba aquí. De acuerdo con Enkvist, a “los sociólogos no suele interesarles el rendimiento escolar, más bien se concentran en el estudio de los alumnos como miembros de una determinada clase social”. Una vez más, nuestra autora no tiene empacho alguno en hacer alarde de su ignorancia. Es difícil entender cómo es posible que diga que no interesa el estudio del rendimiento escolar, pese a la abrumadora evidencia en contra de tal aserto. Pero peor aún es considerar que para la sociología el único foco de la desigualdad es la clase social, lo que implica dejarse en el tintero las desigualdades derivadas del género –no sé si esta palabra será del agrado de Enkvist-, de la pertenencia a un grupo étnico u otro o de la zona de residencia, por citar unas pocas.
Más adelante, nuestra autora se adentra en el terreno de la ofensa. Esto es lo que dice: “Podría decirse que los alumnos con problemas son sus clientes preferidos”. No sé si es que considera que los sociólogos suelen tener un bufete, al estilo de los abogados, o un gabinete psicológico en el que sablear a estos clientes. Dado que son personas con problemas, cabría presuponer que mayoritariamente tendrán un bajo nivel de renta. De ser así, no quedaría claro dónde podría estar el negocio que se adjudica a los sociólogos.
No digo nada más sobre el libro. Lo que me preocupa es que parte de nuestra élite considera que los análisis de Enkvist son dignos de consideración. De hecho, fue una de las ponentes que participó en el debate –supongo que a instancia del Partido Popular- sobre el pacto educativo organizado por la Comisión de Educación y celebrado a lo largo de 2018. Hace unos meses fue objeto de una larga entrevista a cargo del influyente diario El País. Tomó parte en la presentación de un libro escrito por el sociólogo Víctor Pérez-Díaz y gente de su equipo y que tuvo lugar en la Fundación Funcas donde el público –del que yo mismo formaba parte- asistió a la conferencia de una pedagoga sueca que habló ante una audiencia española sobre una investigación realizada en los Estados Unidos –y de la que ella no formaba parte-. Y, finalmente, cito su presencia en un debate en la FAES.
Del mismo modo que la prensa se ha puesto en guardia contra la proliferación de fake news, el mundo de la ciencia debiera estar más alerta a este tipo de desfachatez intelectual (de la que ya habló brillantemente Ignacio Sánchez-Cuenca) tal y como hizo, por ejemplo, Julio Carabaña en una incisiva recensión de un libro de estructura social.
Y, para acabar, quisiera reseñar que esta inquina contra la sociología de la educación o, al menos, cierta sociología no es exclusiva de la derecha. En el otro extremo, y a modo de ejemplo, Fernández Liria et al. se refieren a Feito y Enguita, entre otros, como “defensores de la pedagogía” y les consideran poco menos que tontos útiles del neoliberalismo (si es que he entendido bien el batiburrillo en el que se hace tal referencia). No se preocupe el lector: en todos los sitios cuecen habas. Sin ir más lejos, en nuestra vecina Francia están también en esta historia de culpar a la sociología de innumerables males sociales. Como ya dijera Bourdieu, la sociología es un arma de combate.