viernes, 24 de abril de 2015

Avalancha de reválidas

Avalancha de reválidas
 Las evaluaciones externas de la LOMCE

El Ministerio de Educación ha elaborado un “proyecto de real decreto por el que se regulan las características generales de las pruebas de la evaluación final de Educación Primaria, y las características de las pruebas de las evaluaciones finales de Educación Secundaria Obligatoria y de Bachillerato”.[1] En él se describe cómo van a ser las pruebas externas de sexto de primaria y las reválidas que permitirán obtener los títulos de la ESO y de Bachillerato –y es por este motivo por el que, pese a las connotaciones de tiempos felizmente pretéritos que tal nombre evoca, se las puede denominar reválidas-.

De su realización se encargarán profesores externos al centro en que se realicen. Nada se sabe sobre cuáles puedan ser los criterios con que serán seleccionados estos docentes.

            La evaluación de sexto de primaria –al igual que va a suceder con las pruebas ya en marcha para tercero- se centran en algunas de las competencias que se habrán de adquirir en esta etapa (Lingüística, Matemática y las Básicas en Ciencia y Tecnología) dejando al margen, y sin explicación alguna, todas las demás. Es decir, quedan fuera las Sociales y Cívicas, la Digital, Aprender a aprender, Sentido de iniciativa y espíritu emprendedor y Conciencia y expresiones culturales.
           
A diferencia de lo que sucede con las pruebas de final de la ESO y de Bachillerato, la de sexto no condiciona el paso del alumnado a la secundaria inferior. Tendrá, eso sí, un “carácter informativo y orientador”. Al no ser una prueba que condicione el tránsito al siguiente nivel educativo, se está planteando ya la cuestión de si es obligatorio o no que la haga el alumnado. La Confederación Estatal de Asociaciones de Padres de Alumnos (CEAPA) recomienda a sus asociados no realizarla y, para ello, proporciona a padres y madres un modelo de justificante. Quizás previendo estas resistencias- que ya se han dado frente a la prueba de Conocimientos y Destrezas Indispensables, la cual se efectúa en la Comunidad de Madrid también al alumnado del último curso de primaria-, el borrador de decreto en su artículo 10.2 indica que las “Administraciones educativas establecerán los mecanismos pertinentes para que los estudiantes que, por motivo justificado, no pudieron realizar las pruebas en las fechas establecidas en la convocatoria, puedan ser evaluados”. Este redactado plantea, como mínimo, dos dudas: ¿qué es un motivo justificado? y ¿qué ocurre cuando el motivo no está justificado?

            Las reválidas de la ESO y del Bachillerato evaluarán la totalidad de las competencias de estos niveles y todas las asignaturas salvo Educación Física, Religión y Valores Éticos. Una vez más, asistimos al desafuero de la exclusión de contenidos curriculares: no hay ninguna explicación relativa a la ausencia de estas tres asignaturas. No tomar en consideración Educación Física equivale a minusvalorar un área cada vez más importante para la salud pública e individual. Después de todas las batallas por la equiparación de la asignatura de Religión con el resto de materias, no se entiende, aunque se agradece, su ausencia. Al desaparecer la Religión, estaba más que cantada la ausencia de la asignatura de Valores Éticos.
           
Por otro lado, el borrador considera, con no menor arbitrariedad, que las competencias corresponden a ciertas asignaturas y no a otras. A modo de ejemplo, la “Competencia Matemática y las Competencias Básicas en Ciencia y Tecnología se relacionarán con los criterios de evaluación y los estándares de aprendizaje evaluables asociados a las materias Matemáticas, Matemáticas orientadas a las Enseñanzas Académicas, Matemáticas orientadas a las Enseñanzas Aplicadas, Biología y Geología, Física y Química, Ciencias Aplicadas a la Actividad Profesional, Tecnología, Cultura Científica, y Tecnologías de la Información y la Comunicación”. ¿Significa esto que no se desarrollan competencias matemáticas en Historia cuando se analiza una pirámide de población?

            Tanto las reválidas como el examen de sexto de primaria podrían incluir una prueba de expresión oral. Una vez más, no se sabe por qué esta prueba es contingente, o quién determina si se lleva a cabo o no. El redactado del borrador da a entender que se trataría de una prueba por la que la Administración no debe sentir especial interés ya que, en el caso de las reválidas –para sexto de primaria nada se indica a este respecto-, la corrección “será realizada por profesorado del centro del alumno o alumna, de acuerdo con una guía de especificaciones desarrollada por el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte”. Dado que uno de los aspectos que se evaluará será el de “comprender el significado que aportan la entonación, las pausas, el tono, timbre, volumen, etc., a cualquier tipo de discurso”, es de suponer que las pruebas incluirán un dictado que, además, será leído con alguien con un nivel mínimo de destrezas de comunicación –aunque habrá quien diga que esto se le supone a todo el profesorado-.

            Todo apunta, tal y como se plantean las reválidas en este proyecto, a que lo sensato sea que cada estudiante se presente a las evaluaciones tanto de enseñanzas académicas como aplicadas, ya que dispone de libertad para hacerlo. Esto es lo que se dice:

Artículo 15. Ámbito de aplicación. Al finalizar el cuarto curso de Educación Secundaria Obligatoria, los alumnos y alumnas de todos los centros docentes realizarán una evaluación individualizada por la opción de enseñanzas académicas o por la de enseñanzas aplicadas, o por ambas opciones.
           
            Y, más adelante, se añade:

En caso de que el alumno o alumna haya superado la evaluación por las dos opciones de evaluación final, para la calificación final se tomará la más alta de las que se obtengan teniendo en cuenta la nota obtenida en ambas opciones.
           
            Esto es una invitación a que todo el alumnado haga ambos exámenes. Si un estudiante hace cuarto de la ESO por la vía académica puede considerar –esté en lo cierto o no- que le será más fácil obtener una buena nota en la reválida profesional (que no otra cosa es la evaluación por la opción de enseñanzas aplicadas) al tiempo que, como mínimo, aprueba la reválida académica. Por otro lado, caso de suspender la reválida académica, le quedaría la posibilidad de no perder un año académico enrolándose en la formación profesional de grado medio. Y el estudiante de cuarto de la vía profesional tendrá una clara invitación a hacer la reválida académica por si decidiera cursar el Bachillerato.      

            La normativa que establece el proyecto puede dar lugar a que el alumnado esté haciendo reválidas una y otra vez. Es posible presentarse a la reválida para subir nota. Consideremos este ejemplo. Con un cinco en cualquiera de las reválidas de la ESO –la académica o la profesional- un alumno pasaría en septiembre del año en que hizo la prueba externa al bachillerato o a los ciclos formativos de formación profesional. De continuar estudiando, ¿puede decidir volver a presentarse a las reválidas en junio del año siguiente?

Hay que añadir una pregunta obvia: ¿dónde queda el estudiante que no ha aprobado la reválida? ¿Se va a su casa o sigue un año más en el centro educativo –repitiendo el cuarto curso ya aprobado, o iría a un grupo especial de los suspendidos en la reválida- hasta la siguiente convocatoria?

            Los alumnos y alumnas de Bachillerato también tienen la opción de presentarse a sucesivas convocatorias para subir nota. Además, cuentan con la posibilidad de obtener el título por más de una modalidad. Para ello, “podrán solicitar que se les evalúe de las materias generales y de opción de su elección del bloque de asignaturas troncales, correspondientes a las modalidades escogidas”. Tan solo hay coincidencia de troncales de opción en las modalidad de Artes y de Humanidades y Ciencias Sociales (de las cuatro generales, tres son comunes a las tres modalidades de bachillerato) por lo que, en principio, solo quienes cursen estas modalidades tendrían la posibilidad de obtener el título de Bachillerato por más de una.

Las reválidas pretenden evaluar una serie de destrezas cognitivas de alto nivel (Anexo II del borrador. Configuración de las pruebas de las evaluaciones finales de Educación Secundaria Obligatoria y de Bachillerato). Sin ánimo de ser exhaustivo, he aquí, entre otras cosas, lo que se quiere evaluar en la competencia en Comunicación Lingüística:
a) Inferir la información relevante de los textos, identificando la idea principal y las ideas secundarias, y estableciendo relaciones entre ellas.
b) Reconocer la coherencia global del texto.
c) Resumir textos narrativos, descriptivos, expositivos y argumentativos de forma clara, integrando la información en oraciones que se relacionen lógica y semánticamente.
d) Deducir información y relaciones no explícitas así como organizar la información del texto para vincularla a un conocimiento previo.

            O, en el caso de la Competencia Matemática y de la Competencias Básicas en Ciencia y Tecnología se evaluarán, entre otras, estas capacidades:
a) Determinar métodos, estrategias o herramientas eficientes y apropiados para resolver problemas para los que hay métodos de resolución comúnmente utilizados.
b) Utilizar modelos: generar ecuaciones o diagramas para representar o ilustrar situaciones, sistemas, procesos, conceptos, principios o relaciones.

            Esto es la cuadratura del círculo, por no decir un mero engaño. Al final del documento nos enteramos de que las reválidas son exámenes de tipo test (“Las preguntas de la prueba serán en formato de elección múltiple con cuatro alternativas y de respuestas semiconstruidas”) y que contendrán 350 cuestiones. ¿Cómo se pueden generar ecuaciones o reconocer la coherencia global de un texto en un test? ¿Es que no se han puesto de acuerdo entre sí los autores de las páginas referidas a qué se quiere evaluar con los de las relativas a cómo evaluar?

            Es muy posible que 350 preguntas sea un número excesivo. ¿Cuánto tiempo se dedicaría por término medio a cada pregunta? Si fueran cinco minutos por pregunta, se responderían doce en una hora: algo más de 29 horas en total (cinco días dedicando seis horas cada día). Si un alumno hace dos reválidas, los tiempos se duplican –salvo que hubiera una parte común en los exámenes-.

            Se propone que “las unidades de evaluación se contextualizarán en entornos próximos a la vida del estudiante incluyendo situaciones personales y familiares, escolares, sociales y científicas y humanísticas”. ¿Significa esto que las preguntas serán distintas dependiendo de la localidad, ciudad, provincia, comunidad autónoma, etc. donde se realicen?

En general, y pese a todo, lo que se quiere evaluar es de lo más sensato. ¿Quién puede objetar que se quiera valorar la capacidad para “identificar los elementos de un fenómeno o situación y determinar la información, procedimientos, conceptos, relaciones, estrategias y datos para explicar hechos, manifestaciones y problemas a diversas escalas espaciales y temporales (…), resolver problemas o contestar cuestiones que requieren de la consideración de varios factores o conceptos relacionados (…), diseñar procedimientos, métodos, mecanismos o investigaciones apropiadas para contestar cuestiones de índole social, geográfica, histórica, económica, artística o cultural, o para testar hipótesis (…), establecer inferencias válidas en base a la información, a las observaciones, las evidencias y la comprensión de conceptos, sacando conclusiones que vayan más allá de las condiciones teóricas dadas, y aplicando dichas conclusiones a nuevos contextos (…), proporcionar argumentos y evidencias de índole social, geográfica, histórica, económica, artística o cultural para apoyar la razonabilidad de explicaciones, argumentos y conclusiones de investigaciones, con el objetivo último de llegar a comprender la realidad del individuo y del conjunto de la sociedad en la conexión entre el pasado, el presente y el futuro”?

Por desgracia, el tipo de pruebas que aquí se propone va a dar lugar a la construcción de un alumno robotizado cuya preocupación no podrá ir mucho más allá de buscar la respuesta correcta. Con las reválidas de Bachiller desaparece la PAU (Prueba de Acceso a la Universidad). ¿Realmente es este el tipo de alumno que precisa nuestra universidad? No estamos tratando de crear personas capaces de desarrollar y defender argumentos, de exponerlos en público, de contrastar la información, de leer, etc.



[1] Los entrecomillados corresponden a citas textuales del proyecto.

miércoles, 15 de abril de 2015

Una nueva adolescencia

         Una nueva adolescencia
            El reciente libro del psicólogo Laurence Steinberg (Age of opportunities. Lessons from the New Science of Adolescence, Houghton Mifflin Harcourt,  Boston, 2014) ofrece una información valiosísima sobre lo último que la investigación científica relativa al cerebro aporta al estudio y al conocimiento de la adolescencia. Buena parte de cuanto se dice en esta obra resulta de enorme interés para el ámbito de la educación.

            Lo primero que destacaría del libro es la constatación de que la adolescencia cada vez dura más tiempo: la pubertad da comienzo antes y el acceso a la edad plenamente adulta se pospone en muchos casos hasta los veinticinco años. El adelanto de la pubertad se debe, según señala Steinberg, a muy diversas razones. Algunas tienen que ver tanto con la mejora del nivel de vida (mejor alimentación no solo de los niños sino también de sus madres durante el embarazo) como con su empeoramiento (los niños que viven en situación de estrés o que padecen obesidad son más propicios a comenzar antes la pubertad). El estar expuestos a más horas de luz (gracias a la electricidad) también contribuye a este adelanto.

            Mucha mejor noticia es la prolongación de la adolescencia hasta edades más avanzadas –o como quiera que se llame a esta nueva etapa vital comprendida entre los diecinueve y los veintipocos años-. Sin duda, esta ampliación se explica, sobre todo, por los cambios sociales: básicamente los derivados de la continua posposición de la entrada de los más jóvenes en el mundo adulto a través del empleo estable y la formación de una familia. Vivir más años en una situación de adolescente supone cerrar más tardíamente la ventana de la plasticidad cerebral, situación que, si se sabe aprovechar, rendirá enormes frutos.
Steinberg indica que la adolescencia es una etapa de una plasticidad cerebral comparable a la de la edad comprendida entre los cero y los tres años. No es cierto que nazcamos con un número finito de células cerebrales y que no produzcamos nuevas neuronas al crecer. En la mente de todos está el ejemplo de los cerebros de los taxistas de Londres –para cuyo trabajo precisan conocer multitud de rutas urbanas-. Los escáneres que se les han realizado muestran un enorme crecimiento de su materia gris.
Esta prolongación del estado pre-adulto es un arma de doble filo. Por un lado, extiende el periodo en el que se lleva una vida que puede ser desordenada, lo que eleva el riesgo asociado a cierto tipo de problemas de la adolescencia. Por otro, un exceso de estructuración de la vida entre los veinte y veintipocos años amenaza con cerrar la puerta de la plasticidad. El largo periodo de tiempo que supone el paso a la edad adulta puede ser altamente beneficioso.
El cerebro es tremendamente plástico hasta que se hace la transición a la edad adulta. Si esta maleabilidad se mantiene, debido a que el joven esté inserto en una actividad novedosa, exigente y cognitivamente estimulante (lo que sucede, con frecuencia, si se permanece en el sistema educativo) y, si evita entrar tempranamente en los roles repetitivos y menos interesantes de trabajador y cónyuge, se cerrará más tarde la ventana de la plasticidad.
Durante la adolescencia es posible desarrollar el elemento fundamental que está detrás del éxito en la escuela, en el trabajo y en la vida: el autocontrol. Sabemos que los test de inteligencia, habilidad o talento no predicen mucho sobre el posible éxito en la escuela, en el trabajo o, más en general, en la vida. Son incapaces de hacerlo porque no miden características como la persistencia, la determinación o la tenacidad. Estas últimas son destrezas no cognitivas. Más bien, habría que hablar de destrezas de pensamiento y de no pensamiento o, si se quiere, factores intelectuales y factores motivacionales. Intelectual procede de la palabra latina referida a comprensión, mientras que motivacional deriva del término latino movimiento. La aptitud para el autocontrol es probablemente el elemento que goza de mayor capacidad predictiva del logro, de la salud mental y del éxito social. Una adolescencia más prolongada supone la posibilidad de incrementar el autocontrol, ya que no queda más remedio que combatir los cantos de sirena de la libertad de la condición adulta –cantos que sedujeron a tantos jóvenes durante el boom económico previo a la crisis actual-. El hecho de ser capaces de controlar lo que pensamos, sentimos y hacemos nos protege de multitud de trastornos psicológicos, contribuye a unas mejores relaciones con los demás y facilita los logros escolar y laboral.
La buena noticia es que los elementos constitutivos del autocontrol (la determinación, la perseverancia y la tenacidad) se pueden desarrollar muy especialmente durante la adolescencia, ya que no son innatos. Sabemos que el logro educativo depende más de estos elementos que de la habilidad académica (lo que la LOMCE llamaría el talento: una suerte de rasgo inmutable y genético que se tiene o no se tiene). Steinberg destaca que el hecho de pertenecer a una cultura que fomenta estas habilidades, como es el caso de la asiática, es más predictivo del éxito escolar que proceder de una familia acomodada. Es prácticamente imposible tener éxito sin ser una persona resuelta, trabajadora y perseverante. El autor llama a este conjunto de rasgos capital neurobiológico (el cual se añade a los capitales cultural y social).
Lo que está claro es que ni una charla ni una lectura ayudarán a una persona a desarrollar la determinación de sentarse en su mesa y estudiar gramática y geometría cuando, muy comprensiblemente, preferiría realizar actividades lúdicas. Para tener éxito en la vida hay que forzarse a hacer cosas que uno seguramente no haría por iniciativa propia. No desarrollar esta capacidad de autodeterminación tiene consecuencias graves. A modo de ejemplo, en los Estados Unidos, un tercio de los estudiantes que entra en un programa a tiempo completo de dos años de duración lo deja antes de finalizar el primer curso. Lo mismo ocurre con una quinta parte de quienes eligen estudios de cuatro años. En definitiva, es fundamental aprender a posponer las gratificaciones.
¿Qué lecciones fundamentales cabría extraer del libro de Steinberg? Quizás la primera y más importante es que podemos confiar plenamente en la capacidad de cambio, para mejor, de la gente joven. Parece claro que la segregación escolar temprana -para el alumnado que vaya peor- que plantea la LOMCE, en forma de grupos de refuerzo a partir de los catorce años o la formación profesional básica a partir de los quince, supone obviar que resulta dudoso predecir a edades tan tempranas el futuro rendimiento escolar de nadie. Con estos datos en mente, ¿qué consejo asesor, equipo directivo o de orientación se puede sentir legitimado para enviar a cierto alumnado a vías escolares de segunda categoría?
Pero hay más: necesitamos extender la permanencia en el sistema educativo durante más años. La secretaria de Estado de Educación, Montserrat Gomendio, dice que nuestra universidad es insostenible: no podemos tener a tanta gente (pese a que estamos por debajo de la media de la OCDE). Lo que no parece sostenible es tener a una secretaria de Estado que dice tales cosas. Esto contrasta dolorosamente con la propuesta de Obama de conseguir que todos los jóvenes norteamericanos cursen como mínimo dos años de universidad (college).
            Como es más que sabido, en la adolescencia el grupo de iguales es muy importante. Steinberg explica que los adolescentes aprenden más en proyectos de grupo que trabajando aisladamente. Esto choca con la disposición habitual de nuestras aulas, en las que el alumnado está frente al profesor o profesora, y con la segmentación del currículo en asignaturas –cuyo contenido, en muchas ocasiones, es una invitación al tedio vitalicio-.
            En el libro se enfatiza que el ejercicio físico diario es fundamental y si este implica adoptar constantemente decisiones (lo que sucede en deportes de equipo, como el fútbol) mejor aún. Esta actividad se puede hacer tanto dentro del horario escolar –como ocurre hasta ahora, salvo en segundo de bachillerato- como en el extraescolar. Una jornada escolar que en secundaria (y cada vez más en primaria) se concentra en el horario de mañana –y que implica convertir en un desierto vespertino a los centros educativos- es una invitación al sedentarismo entre nuestros jóvenes.
            En definitiva, el de Steinberg es un libro a la vez sugerente e inquietante que informa acerca de lo mucho que ha avanzado nuestro conocimiento sobre la adolescencia en los últimos quince años y que la escuela (pero no solo la escuela) no puede ignorar.