martes, 31 de marzo de 2020

Los sindicatos de clase y la docencia virtual


Los sindicatos de clase y la docencia virtual

            En el espacio de unos días han llegado a mi bandeja de correo sendos mensajes de las secciones sindicales de CC.OO. y de la UGT de la Universidad Complutense referidos a la docencia virtual que debemos acometer como consecuencia del confinamiento. Ambas secciones sindicales coinciden en que no se puede exigir al profesorado impartir clase en línea. CC.OO. aduce lo siguiente: “el cuerpo docente no ha sido contratado para impartir docencia virtual”. UGT va un poco más lejos y describe una situación de acoso para el profesorado: “Como Sección Sindical hemos recibido algunos escritos donde se está identificando a aquellos profesores y profesoras que no han utilizado el campus virtual para dar clases en este periodo y comunicándoles dicha incidencia”. Ante tamaña afrenta, UGT dice que “creemos que es el momento de dejar trabajar al profesorado UCM, sin presiones de ningún tipo”. Dicho en román paladino: dejen en paz a quien no quiera o no sea capaz de impartir clases en línea. Lo que me pregunto es en qué pueda consistir el trabajo docente en estos días si no es enseñanza virtual.
            La comparación con los compañeros y compañeras de la sanidad resulta inevitable. ¿Les ha oído alguien decir que no han sido contratados para afrontar una pandemia histórica o que desean trabajar sin presiones de ningún tipo?
            Supongo que el profesorado que no trabaja virtualmente es una ínfima minoría, pero debe tener una cierta capacidad para hacerse oír en estas secciones sindicales.
            Es sabido que la docencia apenas cuenta en la valoración del profesorado. Para medrar en la carrera académica, lo que vale es publicar en determinadas revistas y editoriales (cosa que yo he hecho y no me ha ido mal). Por ello no es extraño que haya profesores que no han virtualizado sus asignaturas –me consta que alguno ni siquiera responde a los correos electrónicos-. Tenemos aquí el mismo viejo debate que hubo en muchos centros de trabajo con respecto a si el personal administrativo debería saber manejar paquetes informáticos como el office.
            A los profesores de universidad nos conceden los llamados quinquenios de docencia por poco menos que dejar transcurrir –eso sí, sin presiones de ningún tipo- un lustro. ¿No sería esta una ocasión de oro para exigir virtualizar las asignaturas para el cobro de este complemento?
            Antes de que alguien me acuse de ser enemigo de los sindicatos, diré que he sido militante –no un mero cotizante- de CC.OO. desde los diecinueve años hasta hace poco tiempo. En los dos trabajos que he desempeñado –primero como mecánico en la entonces llamada Compañía Telefónica Nacional de España y posteriormente en la Universidad Complutense- he sido delegado sindical. Abandoné CC.OO. porque no podía asumir el engaño de su defensa de la jornada continua en la educación primaria. Confieso que me gustaría mucho volver al que ha sido mi sindicato de toda la vida, pero comunicados como estos lo hacen imposible. Quizás en todo esto haya una cierta responsabilidad colectiva. Cuando entré como profesor en la Complutense –allá por el año 1989- los profesores teníamos una sección sindical en mi facultad –la de Sociología-. Desapareció hace muchos años. Quizás este sea el momento de que retornemos quienes nos fuimos.



domingo, 15 de marzo de 2020

Carta abierta a la comunidad educativa


Carta abierta a la comunidad educativa.
Convirtamos en días lectivos las festividades de mayo (el 1 de mayo y, en la ciudad de Madrid, el 15 de mayo) y varios sábados de abril y mayo.

            Hace un rato estaba escribiendo un correo para mis estudiantes de sociología sobre cómo organizar lo que nos pueda quedar de calendario lectivo. Veo, con enorme preocupación, que muy posiblemente las clases –y esto en el mejor de los casos- no se retomen hasta pasada la Semana Santa.
            Pese al confinamiento, estoy trabajando al mismo ritmo que si tuviera que impartir clases. Hago tutorías por email –he ofrecido, con nulo éxito, el recurso a Skype o Google Meet-, recibo y evalúo los escritos correspondientes a los temas que vamos abordando y estoy grabando con voz los PowerPoint correspondientes al temario del programa (por cierto, esta última es una actividad muy didáctica). Es posible que sea de aplicación la idea de que no hay mal que por bien no venga, y quizás podemos llegar a darnos cuenta de que hay que promover el trabajo autónomo –con todas las ayudas que sean precisas- del estudiantado. Sé que esto es más fácil en mi área de conocimiento que en otras –sobre todo aquellas que requieren, por ejemplo, prácticas de laboratorio-.
            Para paliar los efectos negativos de la pausa lectiva impuesta por el coronavirus, nuestros rectores han propuesto prorrogar dos semanas más el curso. Sin embargo, en mi opinión, no debería ser esta la solución para todos ni quizás para la mayoría. Más allá del trastorno administrativo –entrega de actas, pruebas de acceso a la universidad, matriculación, etcétera- que pueda suponer el prolongar quince días el final del curso, en la mayor parte del país nos encontramos con la amenaza del calor (del mismo modo que el invierno inmediatamente posterior al final de la Segunda Guerra Mundial fue cruelmente frío, no sería de extrañar que alguna ola de calor azotara al país en el mes de junio). Es sabido el impacto negativo que sobre el rendimiento –no digamos en un examen- ejerce el calor excesivo. La mayor parte de nuestras aulas no dispone de aire acondicionado.
            Es por ello que propongo que convirtamos en lectivos los días festivos y sábados que sean precisos. En el peor de los casos, podría ser algo voluntario. Cuando era estudiante teníamos exámenes los sábados por la mañana y por la tarde (estoy hablando de los primeros ochenta). No tendría sentido que estemos alabando el sacrificio del mundo sanitario mientras que en el ámbito educativo no proponemos alguna solución.
            No quiero terminar estas líneas sin sumarme, claro está, al agradecimiento general al personal sanitario, a las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado, a los bomberos, a los carteros, etc. Quiero incluir en este reconocimiento a la clase obrera del sector de los transportes (de la logística en general) y de los centros comerciales en funcionamiento (y seguro que me dejo en el tintero a muchos colectivos: perdón de antemano). Para ellos, sirva de homenaje esta canción de los Creedence en la que se pone de manifiesto que hay gente que hace el trabajo manual que tú no harías (aquí tenéis la letra y podéis pinchar la reproducción de esta increíble canción: https://www.lyricsfreak.com/c/creedence+clearwater+revival/dont+look+now_10073151.html).


viernes, 13 de marzo de 2020

La LOMLOE: vuelta al pasado


La LOMLOE: vuelta al pasado

        No me cabe la más mínima duda de que la LOMCE debía ser eliminada de nuestro ordenamiento jurídico. Y justamente esta supresión es la principal fuente de alegría de muchos sectores opuestos a tan infausta ley. Todo parecería quedar en una venganza: ahora gobiernan los míos y se deshace cuanto hicieran mis rivales. Lamentablemente, mi impresión es que lo que, en líneas generales, se ha hecho con la LOMLOE es una mera restauración de la LOE –la ley educativa aprobada en la época de Zapatero-. Sin embargo, mucho ha llovido desde que en 2006 se aprobara tal norma. Es una lástima que no se haya aprovechado la coyuntura actual para elaborar un proyecto de ley capaz de entusiasmar a la mayor parte de nuestra sociedad, de cambiar de raíz nuestro desfasado y clasista sistema educativo. En definitiva, se podría haber pensado en una ley que pudiera generar tal grado de consenso social que evitara este continuo movimiento pendular de aprobación de nuevas leyes educativas cada vez que gobierna una nueva mayoría. Me parece claro que el día que gane el PP –o las derechas-, la LOMLOE será enviada al basurero de la historia.

            No obstante lo dicho, la LOMLOE contiene un preocupante elemento de continuidad con la ley anterior al dar el visto bueno a la Formación Profesional Básica (FPB, y dado que hay que cambiar todo para que todo siga igual, esta pasa a llamarse ciclo formativo de carácter básico), la cual no es otra cosa que un itinerario educativo para el alumnado de menor rendimiento y, de paso, una vía de segregación social –ya se sabe de qué sectores sociales se va a seguir nutriendo esta formación-. Este también es el caso de los Ciclos Formativos de Grado Medio (CFGM). Nada tengo contra la formación profesional básica y de grado medio. Lo que sucede es que ninguna de ellas constituye una formación de calidad: es una mera vía de escolarización para los que no hay otro remedio. A diferencia de los Ciclos Formativos de Grado Superior, las otras dos formaciones profesionales apenas garantizan avanzar en el sistema educativo. No es solo que a estas acuda un cierto tipo de alumnado, sino que el recorrido escolar previo no promueve una educación de calidad. Esto está muy claro en el tipo de Matemáticas que se imparte al alumnado que previsiblemente vaya desde la ESO a los CFGM. La LOMCE habla de Matemáticas Aplicadas (o para torpes, si nos dejamos de eufemismos) y de Matemáticas Académicas (las de verdad). La LOE ya diferenciaba dos tipos de Matemáticas. ¿Por qué hacer esta distinción? ¿Es que, acaso, la formación profesional no precisa de unas matemáticas de alto nivel? Un buen ejemplo de la necesidad de unas matemáticas de alta calidad para todos –sean estudiantes “académicos” o “aplicados”- es la escuela High Tech High dirigida por Larry Rosenstock,[1] ganador en 2019 del WISE Prize Laureates (considerado, un tanto pomposamente, el premio Nobel para el profesorado). En la entrevista que se puede ver en este link,
https://www.youtube.com/watch?time_continue=2&v=spn1xGycar8&feature=emb_logo (en el tramo que va desde 2’27’ a 3’05”), Rosenstock explica cómo su centro es capaz de mezclar la metodología de la enseñanza profesional (experiencial, grupal) con el contenido del mundo académico (literacy y numeracy). Cabeza y mano, recuerda Rosenstock, es el lema del Instituto de Tecnología de Massachusetts.

            Como aspecto positivo de la FPB en la LOMLOE, conviene destacar que puede conducir a la obtención del título de Graduado en Educación Secundaria Obligatoria. Con esta credencial se puede pasar al Bachillerato, cosa difícil debido a la configuración curricular de la FPB y al enorme impacto estigmatizador de ser escolarizado en esta vía.

            Dado que los autores de la LOMLOE piensan que no todo el mundo está capacitado –o tiene ganas, dirían los más conservadores- para obtener el título de la ESO por la vía convencional, la nueva ley suprime los Programas de Mejora del Aprendizaje y vuelve a los Programas de Diversificación, los cuales, a diferencia de los primeros, permiten obtener el título de la ESO. En la diversificación se trabaja por ámbitos –es decir, agrupando varias materias en una sola-. Lo que me pregunto es que si esto funciona bien en la diversificación, ¿por qué no se hace lo mismo en toda la ESO? ¿Protestarían los profesores que considerarían que sus queridas asignaturas serían subsumidas en el magma de la globalización curricular?

La LOMLOE no suministra atisbo alguno de cambio curricular sustantivo, especialmente el referido a la autonomía de los centros. En nuestra vecina Portugal, a los centros más innovadores se les autoriza a controlar nada más y nada menos que el 75 por cien de los contenidos curriculares (más que el 45 por cien que se concede, en el caso español, a las comunidades autónomas con lengua propia).

            El bachiller seguirá siendo poco más que una academia para aprobar el examen de acceso a la Universidad. La LOMLOE no se atreve a introducir algo similar al trabajo de investigación del bachiller en Cataluña o a la monografía del Bachillerato Internacional. Supongo que aquí ocurrirá lo mismo que en la Universidad, donde se reducen al mínimo los créditos de los trabajos de fin de grado para que haya más horas de docencia disciplinar pura y dura. Todo lo que sea trabajo autónomo del estudiante –por muy tutorizado que pueda estar- es contemplado como una afrenta a lo que se considera la verdadera enseñanza: la que dimana de la palabra del profesor. Detrás de esta actitud está también la defensa del puesto de trabajo.

            La LOMLOE devuelve al Consejo Escolar de Centro la competencias que tenía en la LOE, con lo cual deja de ser el convidado de piedra en que lo había convertido la LOMCE. Creo que, entre quienes hemos investigado la participación escolar, es unánime que el modelo de participación –que es básicamente el mismo desde que en 1985 se aprobó la LODE- es un fiasco sin paliativos: basta para ello con mencionar el más que ridículo porcentaje de participación de padres y madres en las elecciones a sus representantes en este órgano colegiado. ¿Por qué no pensar qué debería cambiar? ¿Por qué empecinarse en regresar a lo mismo? Vuelvo al caso de Portugal. Allí las escuelas que así lo desean pueden pasar a formar parte de un grupo de centros –que se constituyen en un nuevo escalón administrativo llamado agrupamento de escolas- coordinados por una especie de megadirector –cuyas funciones desconozco-. A mí se me ocurre que debería formar parte de los Consejos Escolares, de todos y cada uno de los centros, un experto en educación –si se quiere con voz y sin voto- que sea capaz de suministrar una visión global de la problemática educativa de un territorio, un pueblo, un distrito. No soy nada dado –eso creo- al corporativismo, pero considero que nadie mejor que un sociólogo estaría capacitado para el desempeño de ese puesto.

            Me alegra mucho que la izquierda haya vuelto al poder. Pero si de esto me alegro es porque considero que, ante los retos de una época como la actual, la izquierda debería ofrecer soluciones innovadoras y de consenso –pese a que sé que con las tres derechas poco hay qué hacer pese a las interesantes aportaciones que podría hacer alguien como Luis Garicano-. Malos tiempos para la lírica.



Adenda sobre las Matemáticas (tomado de mi libro ¿Qué hace una escuela como tú en un siglo como este?

Específicamente sobre las Matemáticas contamos con investigación suficiente como para desaconsejar esta división. Contrariamente a lo que se suele pensar, ofrecer asignaturas de menor nivel a los alumnos de bajo rendimiento es contraproducente. Burris, Heubert y Levin (Burris, et al., 2006)  muestran cómo un currículo de alto nivel en Matemáticas es más efectivo que el currículo propio de la educación compensatoria para esta materia.
Es decir, el tipo de currículo que se utiliza con los alumnos más aventajados funciona igualmente bien con quienes obtienen peores notas. Los datos del SIMS (acrónimo de Second International Mathematical Study, el cual se realizó en veinte países en el periodo 1980-1982) y del posterior TIMSS indican que el currículo utilizado en la compensatoria hace descender el nivel de los estudiantes. Burris et al. citan el caso de un estudio llevado a cabo por Peterson (Peterson, 1989) en el que se tuvo la oportunidad de comparar lo que sucedió con tres grupos de estudiantes de bajo rendimiento de séptimo grado asignados a diferentes clases. Uno de ellos fue escolarizado en una clase de compensatoria, otro en una de nivel intermedio y otro en la de los más avanzados (un grupo de preálgebra). Quienes fueron escolarizados en este último grupo mejoraron mucho más que aquellos que estuvieron en el grupo de compensatoria. Algo parecido detectaron White et al. (White, et al., 1996). En este caso tuvieron la suerte de observar el recorrido escolar de estudiantes de varios centros de secundaria en Rochester (Nueva York) que habían sido escolarizados erróneamente en distintos grupos, de tal manera que algunos alumnos de rendimiento intermedio acabaron en el grupo de los más avanzados. Lo que detectaron es que estos estudiantes tenían un 91 por ciento más de posibilidades de acabar exitosamente los dos cursos que constituyen el nivel más elevado de Matemáticas. Por el contrario, sus compañeros del mismo nivel de rendimiento (los que fueron asignados al grupo de bajo rendimiento), veían reducidas sus posibilidades de hacer esos dos cursos a un 2 por ciento, porcentaje que se elevaba a un 23 por ciento en caso de haber sido escolarizado en el grupo de nivel intermedio. Otro dato fundamental es que el rendimiento de los alumnos de mayor nivel no se vio afectado ya que fue posible observar los resultados de grupos homogéneos de alto nivel en los que no se había producido este error.
La investigación anteriormente citada de Burris, Heubert y Levin analizó el desempeño en Matemáticas en los cursos sexto, séptimo y octavo en el condado de Nassau del estado de Nueva York. En principio, la política de este condado era muy restrictiva con respecto al porcentaje de alumnos que podían acceder a los cursos de Matemáticas de mayor nivel, pero con el paso del tiempo se permitió - a todo aquel que lo quisiera- matricularse en ellos. Lo que se observó es que con esta mezcolanza no solo mejoraba el nivel de los estudiantes con dificultades, sino que también lo hacía el de los que iban mejor. De hecho, el 99 por ciento de estos alumnos consiguieron tener éxito en las pruebas externas más exigentes (llamadas Regents). En definitiva, la propuesta de la LOMCE de unas Matemáticas Aplicadas (más bien, para torpes, si nos dejamos de eufemismos) y unas Matemáticas Aplicadas a la altura de tercero de la ESO no parece tener más sustento que el prejuicio clasista o la mera ignorancia.


lunes, 9 de marzo de 2020

La beautiful people[1] de la escuela pública


La beautiful people[1] de la escuela pública

            En el espacio de poco más de una semana he participado en un par de actos que me dan que pensar acerca de cuáles puedan ser las limitaciones y contradicciones de las escuelas públicas democráticas (en Madrid, colegios como La Navata o el Trabenco). El primer acto fue una conferencia a cargo de Xavier Bonal en el seminario que tan diligentemente organiza Julio Carabaña en la Facultad de Educación de la Complutense. En su charla –referida a la ciudad de Barcelona-, Bonal hablaba del deseo de una parte de la clase media alta de los barrios más acomodados de la Ciudad Condal por escolarizar a sus hijos en la escuela pública, pero no en cualquier escuela pública, ni siquiera en los centros públicos de barrios adyacentes de menor nivel socioeducativo. Se trataría de una estrategia consistente en colonizar un centro público de manera que este oferte una educación en relativa libertad, dialogante, democrática, innovadora… al gusto de este grupo social. En esos mismos días, el blog Politikon publicaba una entrada a cargo de Gortazar y Zubillaga en la que se decía lo siguiente:

La etiqueta de “colegio innovador” está canalizando la demanda de una mayor calidad educativa, especialmente en familias de clase media-alta, sin que haya información pública de calidad que permita saber hasta qué punto esa escuela está realmente logrando lo que se propone. Como resultado, por un lado, la segregación crece, no solo ya entre redes educativas, sino cada vez más entre centros públicos. Y por otro, alimenta un modelo de innovación individual -el vinculado a la marca personal de un centro- no conectado ni compartido, que fomenta la aparición de centros innovadores, pero con escasa aportación al movimiento de transformación colectivo, sistemático e inclusivo.[2]

            Pocos días después de la conferencia de Bonal, acudí a la llamada fiesta del proyecto del Colegio Público La Navata, la cual se celebró por la mañana en un día laborable. Allí asistí a instancia de la amable invitación de Consuelo Uceda (directora del centro en sus difíciles momentos iniciales y una mujer que es toda una referencia en el ámbito de la innovación educativa). Pese a ser las diez y media de la mañana, el patio del centro estaba lleno de padres y madres de alumnos. Supongo que esto puede ser indicativo de qué tipo de empleos pueden desempeñar estos progenitores. Durante el desarrollo de la fiesta me encontré con una colega de mi facultad de reconocida militancia izquierdista. En nuestra conversación salió a relucir que varios compañeros de mi facultad también llevan a sus hijos a tan singular colegio y que, incluso, hay personas que han cambiado de residencia –lo que ha llegado a suponer desplazarse desde alguna provincia lejana- para poder garantizar a sus hijos un puesto en tan codiciado centro. Esto, como ya comenté en este mismo blog con motivo de la actual residencia de la ministerial pareja Montero-Iglesias, no es otra cosa que una estrategia de clase media. Tal opción permite alardear de una cierta vitola progresista –“yo escolarizo a mi hijo en la pública”-. Sin embargo, esta escuela pública no es cualquier escuela pública (si se quiere comprobar qué es una escuela pública más convencional se puede ir, por ejemplo, a Orcasitas o a mi actual lugar de residencia: Pozuelo de Alarcón).

La Navata es un centro genuinamente innovador que, mucho me temo que muy a su pesar, se ha podido convertir en un colegio de un cierto sector izquierdista de clases medias acomodadas. Esto último –tanto la ideología como la componente de clase- me preocupa y mucho. La ideología es claramente perceptible, entre otros factores, en el reducidísimo número de alumnos matriculados en religión. La composición de clase se debe en buena medida al propio entorno de chalets en el que se sitúa el centro. Obviamente, unas reflexiones como estas deberían acompañarse de datos sobre el estatus socioeconómico de las familias que optan por este tipo de centros. Si alguien dispone de un mínimo de 290000€[3] se puede convertir en vecino de los líderes de Podemos –aunque su vivienda costó más del doble de esa cantidad- y compartir colegio con ellos.

Una de las preguntas que llevo haciéndome desde que hace ya más de una década empecé a analizar escuelas democráticas es la de que si son tan buenas por qué no contamos con muchos más centros de este tipo. Es muy posible que el hecho de que sean tan escasos haga que en ellos se concentren clases medias que desean otra escuela, lo que, finalmente, pudiera terminar por convertirlos en centros solo para determinado tipo de gentes. ¿Escolarizaría a sus hijos en estos centros alguien de derechas, por ejemplo? Recuerdo una conversación que mantuve con los dueños de la papelería que está a medio camino entre el Trabenco y el seguramente muy convencional centro público Góngora. En esta plática me explicaron el caso de dos hermanas. Una de ellas llevaba a su hijo a un centro y la otra al otro. Adivine el lector a qué colegio llevaba la hermana descrita –muy sumariamente- como pija y la retratada como hippy.

La innovación educativa democrática debe abarcar a todo el conjunto de la población. De no ser así, nunca llegará a ser una verdadera innovación. No puede ser que el número de centros innovadores –por lo menos, en Madrid- sea más o menos el mismo desde hace décadas.



[1] El término beautiful people se aplicó en España a una parte muy significativa de altos responsables del PSOE de la época de Felipe González.
[3] Este el precio más bajo de una vivienda en la zona de La Navata en la web de idealista (consultado el 7 de marzo de 2020).