miércoles, 19 de enero de 2022

Por un grado en sociología para el siglo XXI

 Por un grado en sociología para el siglo XXI

 

            Actualmente, el grado en sociología se imparte en dieciséis universidades españolas.[1] Todas ellas son públicas, lo cual podría constituir un primer elemento de análisis: ¿Por qué las privadas no se plantean incluir este grado en su docencia? ¿Se debería este mayor número de grados a la presión de la oferta -la creación de más puestos de trabajo para los profesionales de la sociología- o a una mayor demanda por parte del estudiantado y/o de la sociedad?

 

            La mayoría de los planes de estudio se aprobaron en la última década del siglo XX o a comienzos del actual. Si bien es cierto que la conversión de las antiguas licenciaturas en grados ha supuesto inevitables cambios en los planes, no está del todo claro que estas modificaciones hayan alterado sustantivamente lo que ya existía previamente. Es decir, es posible que los planes de estudio sean más propios del pasado siglo que del actual (de ahí el título de este texto).

 

            ¿Qué tipo de profesional y de ciudadano puede resultar de los cuatro cursos dedicados al estudio de la sociología? Mi impresión -corroborada por varias décadas de experiencia, la cual podría estar sesgada, como profesor en el último año de la licenciatura y del grado- es que es harto probable que de las aulas de las facultades que imparten sociología salga una persona más bien pasiva, habituada a repetir lo que se dice que ha de aprender.

 

            En todos y cada uno de los planes de estudio -y en esto la sociología no es ninguna excepción- hay un claro predominio de la docencia basada en asignaturas. Hay pocos créditos en los que los estudiantes puedan disfrutar de un amplio nivel de autonomía. Este podría ser el caso de los Trabajos de Fin de Grado (TFG), a los cuales a veces se les asignan seis créditos -equivalente a los atribuidos a una asignatura convencional- y, en otras, doce. La otra “asignatura” en la que los estudiantes podrían tener mayor autonomía son las prácticas externas. A diferencia de los TFG, tales prácticas no son obligatorias en todos los grados.

 

            Pese a que -como era de esperar- hay muchos elementos en común entre los dieciséis planes de estudio de sociología, existen algunas singularidades que, en ocasiones, parecen responder claramente a las necesidades de una sociedad en la que el conocimiento científico se incrementa exponencialmente cada poco tiempo. Otras veces tales diferencias serían más bien el resultado de subordinar el plan de estudios al personal docente e investigador de que se dispone en el centro universitario de que se trate. Este sería el caso de aquellos planes en los que la presencia de asignaturas de sociología no es tan intensa como en otros.

 

            Tal y como están conformados los planes de estudio, no se termina de ver dónde estarían los tiempos -o, si se quiere, los créditos- que pudieran asegurar que los estudiantes salen del grado habiendo leído unas cuantas decenas de libros tanto clásicos como actuales -en todo caso, poco menos que imprescindibles-. Parece difícil que en las 150 horas dedicadas a cada asignatura -lo habitual es que tengan seis créditos y cada uno de ellos equivale a entre 25 y 30 horas de trabajo por parte del estudiante- se pueda desarrollar su programa y se asigne un tiempo para la lectura y comentario de libros o de textos largos y la subsiguiente evaluación de tal actividad.

 

Lo mismo cabría decir en lo que se refiere a aprender a escribir coherentemente, a desarrollar un argumento y a exponerlo en público. Es verdad que todo ello quizás se haga en algunas asignaturas. Sin embargo, en grupos en los que lo habitual es contar con más de cincuenta estudiantes, se antoja un tanto difícil que un profesor (-a) pueda asumir la ciclópea tarea de coordinar lecturas y de asesorar en la elaboración y presentación de trabajos.

 

En definitiva, la configuración de nuestros planes de estudio no garantiza que el estudiantado haya leído (y analizado y discutido) un mínimo, pongamos, de cuarenta o cincuenta libros a lo largo de su formación. Esto se podría solucionar si en cada curso se asignaran seis créditos para algo que podría llamarse club de lectura, de modo que en grupos de no más de quince estudiantes se comentaran libros con la ayuda de un profesor (-a).

 

Una de las tareas que debería asumir el grado es la de crear un público lector de sociología. Basta darse una vuelta por nuestras librerías y bibliotecas públicas para darse cuenta de la escasa presencia de esta disciplina en el universo lector.

 

Los tiempos asignados a la lectura son una ocasión de oro para la reflexión autónoma y para la contrastación de puntos de vista. La lectura exige concentración, algo que se echa de menos no solo entre el estudiantado, sino entre el conjunto de la ciudadanía, incluso la más cultivada (basta con ir al teatro para ver a tanta gente más pendiente del móvil que de la representación). Por otro lado, cada asignatura debería promover la lectura, quizás más de artículos científicos y de capítulos de libros. Aquí cabría incluir la lectura de artículos de la prensa generalista.

 

            Varios de los planes parecen ser conscientes de alguno de estos problemas. De este modo, por ejemplo, en la Carlos III hay una asignatura -de tres créditos, cuando lo habitual es que cada materia tenga seis- denominada Técnicas de Expresión Oral y Escrita. No está mal. Sin embargo, el movimiento se demuestra andando. Lo que desde aquí propongo es que tales técnicas deberían desarrollarse al hilo de la escritura y presentación de trabajos o pequeñas investigaciones a cargo de los estudiantes. Debería haber un TFG -obviamente, con otro nombre puesto que no sería una actividad de fin de grado- de seis créditos en cada curso. No es de recibo que nuestros estudiantes se topen de buenas a primeras en el último curso con una tarea como es el TFG cuando a lo largo del grado no han sido preparados para una labor que exige saber manejar la información, haber leído abundantemente y exponer y debatir en público.

 

            Una cuestión espinosa es la de qué tipo de profesores puedan hacerse cargo de estos nuevos “TFG” aquí propuestos. Parecería lógico que solo puedan hacerlo profesores habituados a publicar. Esto significaría que habría que exigir un mínimo de tramos de investigación. Se puede objetar que tal requisito no existe para la dirección de tesis doctorales. Sin embargo, los tribunales de tesis exigen un mínimo de credenciales de investigación a sus miembros.

 

            Estas propuestas supondrían añadir -dependiendo del plan de estudios- unos 42 créditos nuevos (24 para la lectura y otros 18 para los nuevos “TFG”). Aquí, tropezaríamos con el problema habitual de qué quitar y la consiguiente pugna entre departamentos y profesorado. No sería disparatado pensar que muchos profesores desearían hacerse cargo de estas actividades de lectura y dirección de trabajos y, a cambio, asumir la desaparición -o “congelación”- de algunas de las asignaturas que imparten.

 

            Varios planes de estudio son conscientes de la necesidad de romper el corsé de las asignaturas y plantean la asignación de créditos a actividades que no son propiamente una asignatura. Así, la Pablo de Olavide cuenta en primer curso con una asignatura denominada Habilidades Básicas del Sociólogo. La de Salamanca ofrece algo parecido cuyo nombre, Habilidades Académicas Básicas, parece más bien un curso de compensatoria para subsanar los estragos de nuestro bachillerato.

 

            Hasta ahora, tan solo se ha hablado de los 42 créditos de lectura y de los nuevos “TFG”. Queda decir algo sobre los 198 restantes.

 

            Primeramente, se va a acometer un pequeño análisis de los contenidos del primer curso ya que se trata de algo así como la carta de presentación de la sociología. Por otra parte, es en este curso en el que hay más elementos en común entre las distintas titulaciones.

 

En general, no suele haber más de tres asignaturas (de un total de diez) del área de la sociología. Lo habitual es que, como mínimo, se ofrezcan dos cursos cuatrimestrales de claro contenido de sociología con el título de Introducción a la Sociología en el primer cuatrimestre y otro de Sociología General en el segundo. En una primera aproximación, resulta difícil saber qué diferencia a una asignatura de la otra. Otras veces simplemente hay un curso de Sociología I y otro de Sociología II. En otras ocasiones -como es el caso de la Universidad de Granada-, hay una asignatura denominada Introducción a la Sociología: Acción-individuo y otra que aparece bajo el nombre de Sociología General: Instituciones y Procesos (probablemente se trate de micro y macro sociología, respectivamente). También cabría interpretar como una introducción la Perspectiva Sociológica de la Universidad de Salamanca. En la de Granada se ofrece no solo una asignatura llamada Introducción a la Sociología, sino que también se hace lo propio con la materia de Cambio Social. Si realmente esta asignatura específica se ofrece como introducción, debería haber -cosa que quizás haya- a lo largo del grado un despliegue de asignaturas que desarrollaran el cambio social.

 

Habría que plantearse si tiene sentido la existencia de un curso de introducción a la sociología (tenga el nombre que tenga) en un grado específicamente dedicado a la sociología. En otros grados no existe una introducción a la disciplina que se estudia en ellos.

 

Como ya se ha indicado, la mayoría de las asignaturas que se ofertan en primer curso no son de sociología. En ocasiones, algunas de ellas se presentan en forma de introducción y en otras como fundamentos. Así en la Universidad de La Coruña se contempla una Introducción a la Ciencia Política y de la Administración. Sin embargo, otras materias como Antropología Social y Cultural o Psicología Social carecen de tal carácter introductorio y aparecen con tan solo su nombre. En el caso de la Universidad de Valencia, el nombre de todas las asignaturas de áreas de conocimiento, salvo Economía Aplicada e Historia Política y Social Contemporánea, está precedido por la palabra introducción (a la Ciencia Política, a la Antropología Social, a la Psicología Social y a la propia sociología). A veces, el carácter introductorio de una asignatura se presenta con el nombre, no ya de fundamentos, sino de principios. De este modo, en la Universidad de Alicante, tenemos Principios de Economía Política, frente a introducciones a la ciencia política y a la antropología social. En la de Granada se ofrece una asignatura de Fundamentos de Trabajo Social. En la UNED hay una Introducción a la Economía junto a Fundamentos de Ciencia Política y Fundamentos de Antropología.

 

            Todos los planes tienen una asignatura de historia contemporánea. A veces se presenta simplemente con estas dos palabras, pero lo habitual es que se denomine Historia Política y Social Contemporánea. En la Universidad de Barcelona es una escueta Historia, mientras que en la de Alicante se recurre a una más exuberante Historia Económica, Política y Social Contemporánea. En la Carlos III es simplemente Historia Contemporánea. En la del País Vasco se limita a la Historia Política y Social del Siglo XX a la que se añade en segundo una Historia de España y Euskadi, también en el siglo XX. En la de Salamanca se recurre al mismo nombre que una asignatura de bachiller: Historia del Mundo Contemporáneo. En el caso de la Universidad de Murcia, en primer curso se ofrece una Historia Contemporánea, pero solo de Europa, mientras que en segundo hay una Historia Económica Contemporánea (dado que carece del calificativo de europea, quizás sea mundial). Si tenemos en cuenta que los estudiantes del bachiller de la modalidad de ciencias sociales han estudiado dos cursos de historia (uno de ellos justamente de historia contemporánea), además de los que existen a lo largo de la ESO, quizás tendría más sentido centrarse en una historia más reciente como la del periodo comprendido desde la caída del Muro de Berlín hasta nuestros días. Más controvertido sería proponer la supresión en los planes de estudio de esta asignatura.

 

            Si nos vamos al resto de los cursos, nos encontramos con asignaturas que en algunos planes de estudio son optativas (es el caso de especialidades como Sociología de la Educación o Sociología del Trabajo, por ejemplo) mientras que en otros son obligatorias.

 

Una asignatura troncal como Estructura Social tiene distintas denominaciones. A veces es solo Estructura Social, aunque lo habitual es que se denomine Estructura Social Contemporánea. Sin embargo, parece que lo más acertado es, como sucede en algunos planes, que se llame Estratificación Social (lo que hace la Universidad de Salamanca). La Carlos III la une a Cambio Social. En el caso de universidades como la Complutense, tenemos una Estructura Social y una Estructura Social de España. Su descriptor es idéntico, salvo el añadido de que en el caso de la segunda se trata de lo mismo pero aplicado al caso español. ¿Significaría esto que en la Estructura Social Contemporánea no se puede hablar de España?

 

            En lo que se refiere al inglés, son muy pocas las asignaturas que se imparten en tal idioma. Aquí, la secundaria parecería estar por delante de la universidad. ¿Dónde irían a parar los estudiantes que han cursado la secundaria en inglés? Quizás a la privada. Algunos grados ofrecen cursos de inglés con títulos como Idioma Moderno (Inglés) en la Universidad de La Laguna, Inglés para las Ciencias Sociales en las de Barcelona y Murcia o Inglés Profesional y Académico y English for the Social Sciences en la UNED. Con respecto a la enseñanza del inglés habría que ser cautos. El grado no es una academia de idiomas y, por otra parte, los niveles de inglés entre el estudiantado son muy diferentes y es difícil que se pueda ofrecer un grupo de nivel B2, otro de C1 y otro de C2 para científicos sociales. Por ejemplo, y me salgo del marco de la sociología, en el grado en Económicas de la Complutense hay dos asignaturas obligatorias de inglés -12 créditos- de nivel B2, pese a que hay estudiantes que tienen ya ese nivel o incluso otro más alto. Además, el hecho de que esta asignatura se denomine Inglés hará que su docencia recaiga en filólogos y no en sociólogos.

 

            Algunas asignaturas parecen responder claramente a destrezas que un sociólogo de hoy en día debería adquirir. Espero no dejarme nada en el tintero, pero este sería el caso de Análisis de Datos Asistido por Ordenador o Análisis Electoral, en la Universidad de Granada; Hojas de Cálculo (Nivel Intermedio) y Habilidades Profesionales Interpersonales, de la Carlos III; Habilidades Comunicativas y TIC y las optativas Elaboración de Textos Académicos y Profesionales y Utilización de Técnicas Analíticas para la Inserción Profesional de la Universidad Pública de Navarra;la también optativa Participación Social  y Metodología Participativa y Taller de Investigación, de la del País Vasco; Laboratorio de Diseño de Encuestas, Laboratorio de Análisis de Encuestas y Recursos Profesionales en Sociología, de la de Salamanca; Tratamiento y Análisis de Datos de LL, Gestión y Evaluación de Proyectos Sociológicos de la UM, Sociología Electoral y Sociología del Turismo, en la de Alicante.

 

Puede resultar de interés contrastar algunos de los contenidos del plan de estudios del Bachelor in behavior and social sciences[2] (impartido en inglés) del muy elitista Instituto de Empresa con los de los de los grados en sociología. En el primer curso se ofrecen asignaturas como Learning to Observe, Experiment & Survey, Data Insights & Visualization, Simulating and Modeling to Understand Change, The Big History of Ideas and Innovation, Writing Skills y Presentation Skills  (estas dos últimas con tres créditos frente a los seis del resto). En lugar de algo que podría ser semejante a estructura social, en segundo curso se ofrece Power and Inequality: Fundamentals of Social Theory. La antropología es social y digital. En tercero hay un curso sobre neurociencia del comportamiento.

 

            Es más que sabido que el estudiantado que se matricula en Sociología no suele tener una brillante trayectoria académica previa. Y no solo eso, un alto porcentaje -cuya cifra no podría precisar- no elige esta carrera como primera opción. Sin duda, esta es una dificultad. No obstante, el estudiante que llega a la universidad empieza una nueva etapa en la que su profesorado nada sabe sobre su desempeño escolar anterior: el efecto Pigmalión para el estudiante individualmente considerado ha desaparecido. Es decir, se abre un nuevo periodo en el que sería esencial depositar en nuestros estudiantes altas expectativas -justamente lo contrario de lo que, me temo, viene siendo habitual ahora-. Para ello sería preciso ofrecer un grado en el que lo esencial fuese el crear un escenario -del que el plan de estudios es un elemento más- en el que cada alumno pueda desarrollar su propia interpretación del mundo social, en el que se convierta en un profesional polivalente y en un ciudadano plenamente comprometido con la democracia.

 

            El hecho de contar en cada curso con créditos para la lectura y debate y para la escritura y presentación oral de trabajos puede ser un elemento fundamental para que nuestro estudiantado salga de la pasividad a la que la institución escolar -desde la primaria a la universidad- le condena y sea capaz de intervenir en clase con fundamentos sólidos. Si reducimos el grado -el de sociología o cualquier otro- a una mera suma de asignaturas en donde lo importante es alcanzar los 240 créditos que dan acceso al título, no estaremos garantizando que nuestros universitarios sean realmente pensadores autónomos.

 

            Todos y cada uno de los grados deben plantearse la necesidad de crear una educación de élite para todos -si se me permite el oxímoron- y no solo para los que estudian en ciertas universidades privadas -de España o de otros países- o para los que se matriculan en los grados -y dobles grados- en los que se exige una nota de acceso cercana al máximo de 14 puntos.

 

            Buena parte de lo que aquí se plantea sería trasladable, mutatis mutandis, a casi todos los grados de la universidad española. En ellos hay una similar organización de la docencia basada en asignaturas; hay poco tiempo para la lectura sosegada, el debate sereno y la contrastación de puntos de vista.



[1] Se trata de las universidades siguientes: La Coruña, País Vasco, Pública de Navarra, Autónoma de Barcelona, Barcelona, Valencia, Alicante, Murcia, Granada, Pablo de Olavide, La Laguna, Salamanca, Carlos III, Rey Juan Carlos, Complutense y UNED.

martes, 18 de enero de 2022

¿Qué hace una escuela como tú en un siglo como este?

 En este link se pueden leer los dos primeros capítulos del libro y acceder a tres lecturas adicionales. 

https://www.researchgate.net/publication/357900091_Que_hace_una_escuela_como_tu_en_un_siglo_como_este