viernes, 7 de septiembre de 2018

La familia Iglesias-Montero y la escuela pública


La familia Iglesias-Montero y la escuela pública.
           
Una de las cosas que más puede sorprender en el estudio de la educación comparada es el escaso peso de la escuela pública en los Estados Unidos de América (me refiero, obviamente, a los niveles previos a la universidad). Sin embargo, su escuela pública es un fiel reflejo de la estratificación social de este país. En realidad, si lo que se pretende es que los hijos de los grupos privilegiados se junten con otros hijos de privilegiados no es preciso recurrir a la escuela pública: basta con ser capaz de residir en la zona de escolarización de los mejores centros educativos. Hacer tal cosa implica contar con suficientes recursos como para adquirir una vivienda en una zona afluente. De hecho, el mercado inmobiliario es fiel reflejo de estas disparidades y, en el caso de las grandes ciudades, el precio de las viviendas puede variar considerablemente aunque se encuentren a escasos metros de distancia si pertenecen a diferentes zonas de escolarización. A todo esto hay que añadir que los presupuestos de cada escuela dependen en muy buena medida de los impuestos de los residentes locales: a mayor riqueza de estos, más recursos para sus escuelas (por muy públicas que sean).

            Lo que ha hecho la pareja Iglesias y Montero a la hora de elegir centro –da por supuesto que encontrará plaza en el Colegio Público “La Navata”- es la típica estrategia escolar de las clases medias. Yéndose a vivir a La Navata,“compran” un montón de papeletas para que a sus retoños les toque una buena escuela. Debo decir que yo mismo me vi tentado, en su momento, de hacer exactamente lo mismo que tan afamada pareja: me traslado a la zona, elijo el centro que me gusta y como es público quedo como un “progre”. Está claro que la hipocresía no es otra cosa que un homenaje que el vicio rinde a la virtud. Hace unos cuantos años, pasé una buena temporada en el colegio “La Navata” haciendo una investigación etnográfica y creo poder estar en condiciones de certificar que se trata de un centro excelente, democrático y participativo, en definitiva, lo que todo centro público debería ser y que, por desgracia –mayoritariamente- no es.

            La respuesta de la derecha a la limitación geográfica de elección de centro –la cual solo se restringe si la demanda de plazas supera a la oferta realizada por cada escuela- ha sido, al menos en el caso de Madrid, la de crear una zona única de escolarización. De este modo, da igual el barrio en el que se resida a la hora de elegir centro. Sobre el papel, es una propuesta que parece sensata, pero el infierno está empedrado de buenas intenciones –aunque suponer buenas intenciones al PP madrileño es, como mínimo, arriesgado-. Si bien es cierto que, al acabar con la zonificación, una familia de Vallecas tendría libertad para llevar a su hijo a un colegio del barrio de Salamanca, salta a la vista que esto, en muchas ocasiones, no pasa de ser un brindis al sol. Es obvio que no todas las familias disponen ni de los medios de locomoción –sean estos públicos o privados- ni quizás de las energías para realizar desplazamientos altamente costosos en tiempo y/o en dinero. No obstante, en un estudio aireado desde la Consejería de Educación de la Comunidad de Madrid se detecta un incremento del número de solicitudes de escolarización en zonas distintas a la de residencia en el caso de familias que viven en barrios de bajo nivel socioeconómico. Pero aun teniendo en cuenta los datos de esta investigación y en el supuesto de que los desplazamientos fueran fáciles, se asistiría al fenómeno ya estudiado –en otras latitudes- de eso que se llama cream-skimming, proceso por el que algunos estudiantes de familias  con bajo nivel socioeconómico, pero muy comprometidas con la educación, se van a centros de otros barrios, convirtiendo a los colegios de su entorno en poco menos que guetos educativos a los que cada vez menos familias y menos profesores querrán acudir. Esto es lo que, en cierto modo, documenta un estudio sobre la segregación escolar entre comunidades autónomas en el que se observa que Madrid es la comunidad en la que tal segmentación es mayor. Como se puede ver, el discurso sobre la libertad individual no tiene más objeto que considerar a cada cual responsable de su éxito o fracaso. Ya lo dijo Margaret Thatcher: la sociedad no existe, solo existen los individuos.