jueves, 12 de julio de 2018

De te fabula narratur


De te fabula narratur.

“De ti va el cuento” es como se podría traducir el título de esta entrada. Es uno de esos latinajos a los que solía recurrir Carlos Marx cuando quería resumir lapidariamente una idea. Aquí el cuento tiene que ver con mi reciente lectura del muy recomendable libro de Mariano Fernández Enguita Más escuela y menos aula. Uno de los capítulos aborda la problemática del profesorado de Primaria y de Secundaria. Mi impresión es que la inmensa mayoría de las cosas que allí dice se pueden aplicar directamente al profesorado universitario. Incluso, yo iría más lejos y diría que muy posiblemente la mayor parte de los  males de todo nuestro profesorado tienen su origen en la universidad.

Uno de los aspectos más criticables del funcionamiento de nuestra escuela (y me refiero específicamente a la española, ya que en otras latitudes esto no es un problema, tal y como se puede ver en el libro que acaba de publicar Andreas Schleicher, el máximo responsable de los informes PISA) es la insularidad docente: cada profesor hace lo que le viene en gana una vez que cierra la puerta de su aula. Exactamente, lo mismo ocurre entre el profesorado universitario. Si bien es cierto que hay departamentos universitarios o facultades que pueden coordinar los contenidos curriculares de las asignaturas y el modo de enseñarlas y evaluarlas, lo habitual es un pacto implícito del tipo vive y deja vivir.

Enguita señala que el público con el que trabaja el profesorado de Primaria y Secundaria se encuentra, siguiendo la jerga del bando vencedor de la guerra civil española, vencido y derrotado. Con ello hace referencia a que este profesorado ha de bregar con un alumnado menor de edad y, en consecuencia, fácilmente manipulable y poco dado a la protesta frente a lo que haga o diga aquel. Sin embargo, y pese a que el estudiantado universitario es mayor de edad, la cosa no es muy diferente en la educación superior. Se trata de un alumnado mayoritariamente muy joven, pero incluso en el caso de que su edad le sitúe lejos de la juventud, su actitud no difiere en exceso y, caso de hacerlo, cuenta con pocos aliados para llevar a cabo cualquier tipo de queja o simple observación. A modo de ejemplo, un estudiante, no precisamente joven, me comentaba que había ido al despacho de un profesor para que le explicara la nota que le había puesto en el examen. La impresión con la que se quedó este alumno es que esta era la primera vez que el profesor había leído el examen. Pero hay más. Algún profesor dedica sus clases a leer PowerPoint tras PowerPoint y se niega a entregar estas presentaciones aduciendo que de hacerlo beneficiaría a quienes no acuden a clase. Pese a tal arbitrariedad, no hemos asistido a ningún conato de rebelión estudiantil.

La universidad es el lugar en el que se forman todos los profesores. Si la imagen que damos en ella es esta, ¿qué esperamos que ocurra en los colegios e institutos? Parece que quienes nos dedicamos a la investigación educativa tenemos una gran capacidad para ver la paja en el ojo ajeno, pero no la viga en el propio. El diario El País publicó un reportaje en el que varios profesores de la universidad de Cambridge, pero educados en las universidades españolas, contrastaban la universidad británica con su experiencia en España. De este artículo entresaco lo siguiente:

Uno de los grandes problemas de la universidad española es la tendencia a repetir y la falta de creatividad. (…) Es (…) por la forma en la que se aprende“.
Rodrigo Cacho, profesor de Literatura española y lleva más de doce años enseñando en Cambridge

Toda la enseñanza se basaba en clases magistrales. No había oportunidad para interactuar con el profesor, más allá de las preguntas en clase. No era muy diferente del colegio.
Ángeles Carreres, profesora de Lengua española. Lleva 18 años en Cambridge

A diferencia de España, el objetivo es enseñar a aprender y a pensar, más que inculcar un temario y examinarlo.
Beñat Gurrutxaga-Lerma, profesor de Micromecánica

Es verdad que esto es difícil de cambiar. Las universidades privadas parecen haber detectado este déficit y empiezan a destacar con respecto a las públicas en este aspecto. Como ya he señalado en varias ocasiones en este blog, mientras que el profesorado universitario sea juzgado de modo casi exclusivo por sus publicaciones –muchas veces en revistas que tienen mayor número de autores que de lectores, por muy JCR que sean-, la canción seguirá siendo la misma.