De te fabula
narratur.
“De ti va el cuento” es como se
podría traducir el título de esta entrada. Es uno de esos latinajos a los que
solía recurrir Carlos Marx cuando quería resumir lapidariamente una idea. Aquí
el cuento tiene que ver con mi reciente lectura del muy recomendable libro de
Mariano Fernández Enguita Más escuela y menos aula. Uno de los capítulos
aborda la problemática del profesorado de Primaria y de Secundaria. Mi
impresión es que la inmensa mayoría de las cosas que allí dice se pueden
aplicar directamente al profesorado universitario. Incluso, yo iría más lejos y
diría que muy posiblemente la mayor parte de los males de todo nuestro profesorado tienen su
origen en la universidad.
Uno de los aspectos más
criticables del funcionamiento de nuestra escuela (y me refiero específicamente
a la española, ya que en otras latitudes esto no es un problema, tal y como se
puede ver en el libro que acaba de publicar Andreas Schleicher, el máximo
responsable de los informes PISA) es la insularidad docente: cada profesor hace
lo que le viene en gana una vez que cierra la puerta de su aula. Exactamente,
lo mismo ocurre entre el profesorado universitario. Si bien es cierto que hay
departamentos universitarios o facultades que pueden coordinar los contenidos
curriculares de las asignaturas y el modo de enseñarlas y evaluarlas, lo
habitual es un pacto implícito del tipo vive y deja vivir.
Enguita señala que el público con
el que trabaja el profesorado de Primaria y Secundaria se encuentra, siguiendo
la jerga del bando vencedor de la guerra civil española, vencido y derrotado.
Con ello hace referencia a que este profesorado ha de bregar con un alumnado
menor de edad y, en consecuencia, fácilmente manipulable y poco dado a la protesta
frente a lo que haga o diga aquel. Sin embargo, y pese a que el estudiantado
universitario es mayor de edad, la cosa no es muy diferente en la educación
superior. Se trata de un alumnado mayoritariamente muy joven, pero incluso en
el caso de que su edad le sitúe lejos de la juventud, su actitud no difiere en
exceso y, caso de hacerlo, cuenta con pocos aliados para llevar a cabo
cualquier tipo de queja o simple observación. A modo de ejemplo, un estudiante,
no precisamente joven, me comentaba que había ido al despacho de un profesor
para que le explicara la nota que le había puesto en el examen. La impresión
con la que se quedó este alumno es que esta era la primera vez que el profesor
había leído el examen. Pero hay más. Algún profesor dedica sus clases a leer
PowerPoint tras PowerPoint y se niega a entregar estas presentaciones aduciendo
que de hacerlo beneficiaría a quienes no acuden a clase. Pese a tal arbitrariedad,
no hemos asistido a ningún conato de rebelión estudiantil.
La universidad es el lugar en el
que se forman todos los profesores. Si la imagen que damos en ella es esta, ¿qué
esperamos que ocurra en los colegios e institutos? Parece que quienes nos
dedicamos a la investigación educativa tenemos una gran capacidad para ver la
paja en el ojo ajeno, pero no la viga en el propio. El diario El País
publicó un reportaje
en el que varios profesores de la universidad de Cambridge, pero educados en
las universidades españolas, contrastaban la universidad británica con su
experiencia en España. De este artículo entresaco lo siguiente:
Uno
de los grandes problemas de la universidad española es la tendencia a repetir y
la falta de creatividad. (…) Es (…) por la forma en la que se aprende“.
Rodrigo
Cacho, profesor de Literatura española y lleva más de doce años enseñando en
Cambridge
Toda
la enseñanza se basaba en clases magistrales. No había oportunidad para
interactuar con el profesor, más allá de las preguntas en clase. No era muy
diferente del colegio.
Ángeles
Carreres, profesora de Lengua española. Lleva 18 años en Cambridge
A
diferencia de España, el objetivo es enseñar a aprender y a pensar, más
que inculcar un temario y examinarlo.
Beñat
Gurrutxaga-Lerma, profesor de Micromecánica
Es verdad que esto es difícil de
cambiar. Las universidades privadas parecen haber detectado este déficit y
empiezan a destacar con respecto a las públicas en este aspecto. Como ya he
señalado en varias ocasiones en este blog, mientras que el profesorado
universitario sea juzgado de modo casi exclusivo por sus publicaciones –muchas
veces en revistas que tienen mayor número de autores que de lectores, por muy
JCR que sean-, la canción seguirá siendo la misma.