Hamburgo:
una lección de memoria histórica
He pasado unos días de agosto en la
acogedora ciudad de Hamburgo. De entre sus numerosos monumentos y espacios destacables,
me centraré en la iglesia de San Nicolás (o más bien en lo que queda de ella).
Este edificio arrastra una triste historia de destrucción: fue arrasado en el
gran incendio de 1842 y, salvo su torre, fue víctima del bombardeo aliado de
1943 –a cargo de la RAF: la operación Gomorra-.
El lugar anteriormente ocupado por la iglesia se ha convertido en un monumento
conmemorativo tanto de las víctimas del bombardeo como de las minorías étnicas
perseguidas por el régimen nazi (judíos y gitanos, fundamentalmente).
Llama poderosamente la atención cómo
Hamburgo –y, en general, toda Alemania- ha asumido su culpabilidad en el
desencadenamiento de la Segunda Guerra Mundial. En la anterior guerra mundial,
la interesada interpretación que se hizo en Alemania del Tratado de Versalles
era que las potencias aliadas la consideraron culpable de la conflagración,
cosa que el país germano se negó a admitir.
Pese a que la operación Gomorra fue
brutal (arrasó el ochenta por ciento de la ciudad), en las inscripciones que
describen lo que allí sucedió se dice claramente que el bombardeo fue culpa de los
propios alemanes por haber dado lugar a un régimen político que anuló la
democracia. En el museo adyacente a la iglesia se hace referencia a los
bombardeos previos (tan inmisericordes o más que el padecido por Hamburgo) que
el ejército alemán llevó a cabo en
ciudades como Coventry o Varsovia. También se cita la destrucción sistemática
de la localidad de Gernika. El mensaje parece claro: nos hacen lo mismo que
nosotros hemos hecho a otros y nosotros somos responsables de tanto mal.
Como español, la reflexión que me
hago es la de cómo es posible que en España aún haya tantos sectores sociales
(la mayor parte de la oligarquía), políticos (las tres derechas) y culturales
(entre otros, la Academia de la Historia y los seguidores del publicista Pío
Moa) que sean reacios a reconocer que lo que sucedió en nuestro país el 18 de
julio de 1936 no fue otra cosa que un golpe de estado de carácter fascista
contra una democracia que, como todas, fue imperfecta. Como ya dijo Churchill,
la democracia es el peor de los regímenes políticos siempre y cuando excluyamos
a todos los demás. Que todavía tengamos que oír que la guerra comenzó en
octubre de 1934, o que ambos bandos tuvieron igual responsabilidad en el
conflicto –una equidistancia similar a la que sostiene parte del abertzalismo
con respecto a ETA y la democracia española-, da mucho qué pensar sobre la
madurez de nuestra democracia. Y esto por no mencionar la polémica que aún
colea sobre el Valle de (un bando de los) Caídos.
Aquí Hamburgo nos da una lección de
memoria histórica de la que conviene aprender. Parafraseando a Kennedy: Ich bin ein Hamburger.
Danke
Hamburg.
P.D. Casualmente, en los días de mi
estancia en Hamburgo el diario El Pais
publicó un atractivo texto que recomienda visitar esta ciudad: https://elviajero.elpais.com/elviajero/2019/08/28/actualidad/1566995045_394187.html