Hablar por hablar (más bien, escribir por escribir).
El caso de Francisco Marhuenda.
La
clase política se ha convertido en un problema para los españoles. No es, como
dicen algunos comentaristas, el primero de los problemas, pero sí es
significativo que sea un importante motivo de inquietud. Más preocupante me
parece la actitud y la forma de escribir y de razonar de algunos periodistas
(más bien, tertulianos) como es el caso del director del diario La Razón (posiblemente, el periódico de
la derecha radical con más lectores).
Comento
aquí algunos aspectos de su artículo de la sección de opinión titulado “El final de una anomalía” publicado el 21 de junio
de 2020. Sostiene Marhuenda que los cien días del estado de alarma “han servido
para confinar a la población sin ningún problema”. ¿De verdad puede alguien en
su sano juicio pensar que el estado de alarma tenía por objetivo el
confinamiento? ¿Se puede afirmar que esto se ha hecho “sin ningún problema”?
Más
adelante, nos obsequia con una imprecisión: “El
socialismo tiene una base electoral más amplia e incluso hay algún hijo de
trabajador”. ¿No tiene este hombre tiempo u ocasión para simplemente bajarse
cualquier pdf de los barómetros del CIS y comprobar que es precisamente el PSOE
el partido que más apoyos concita entre los trabajadores (tanto los
cualificados como los no cualificados, y tanto en términos absolutos como
relativos)? Es cierto que Marhuenda parecería apuntar a otra cosa, que es la
cuestión de la movilidad social y el voto. Sobre esto tenemos menos datos –al
menos en España-. Lo que sí sabemos, por estudios realizados en otros países,
es que aquellas personas que han experimentado procesos de movilidad social
ascendente son más propensas a votar a la izquierda que aquellos inmóviles que
permanecen en la clase profesional-directiva.
Seguidamente, manifiesta su desconocimiento sobre qué sean las castas: “Los
comunistas organizaron un sólido esquema de castas en la Unión Soviética y sus
países satélites”. Si Marhuenda echara un simple vistazo a la Wikipedia –actividad
que critica de ciertos izquierdistas en su artículo- vería que las castas
estratifican a la población por su nacimiento. El comunismo dio lugar a un
sistema de estratificación basado en el control de eso que Erik
Olin Wright llamaba bienes de organización. Quizás Marhuenda
podría haber acertado parcialmente si citase el caso de la dinastía que
gobierna ese enorme campo de concentración que es Corea del Norte.
En el último párrafo de su escrito, Marhuenda dice que “el término «nueva»
es una detestable expresión comunista”. ¿Qué estudio de filología le puede llevar
a considerar que la palabra nueva es comunista?
Me preocupa no tanto que un periodista –más allá de que sea de izquierdas o
de derechas- pueda escribir toda una sarta de sinsentidos como que se trate del
director de un medio con cierta presencia en el debate público y, sobre todo,
que haya gente que pueda formar su opinión a partir de este tipo de textos
carentes del más mínimo rigor. Supongo que el hecho de ser director de este
periódico es el pasaporte que abre a Marhuenda las puertas para participar en
diferentes debates televisivos y, de este modo, extender su manera de razonar.
Tengo la impresión de que las diferentes cadenas de televisión alientan un tipo
de tertuliano propenso a la provocación y a la consiguiente bronca. Además de
periodista, Marhuenda es profesor titular de universidad en la URJC (se puede
ver el listado de sus publicaciones aquí), actividad esta última que debería ir asociada a algo más de precisión de
la que trasluce el escrito que comento.
En mi opinión, el que un director de un periódico de cierta importancia pueda
escribir del modo en que lo hace el responsable de La Razón es prueba de que a nuestra democracia aún le queda mucho
camino por recorrer en lo que se refiere a la construcción de una ciudadanía
democrática.