TRIBUNA
i
La
inmersión lingüística en Cataluña
Una encuesta señala
la sangrante división de la sociedad catalana: la mitad está a favor del actual
modelo, mientras que la otra mitad lo rechaza
RAFAEL
FEITO
04
DIC 2020 - 00:30 CET
https://elpais.com/opinion/2020-12-03/la-inmersion-linguistica-en-cataluna.html
Una vez más, se
plantea el debate sobre la inmersión
lingüística en la escuela catalana. Desde el independentismo
catalán se ha transmitido la idea de que tal inmersión -el hecho de que salvo
dos o tres horas semanales impartidas en castellano, el resto se enseña en
catalán- ha sido un rotundo éxito académico y que goza de amplísimo consenso
–por no decir unanimidad- entre los habitantes de esta comunidad autónoma. Sin
embargo, ambas afirmaciones carecen de sustento empírico.
En lo que se
refiere a la primera cuestión, en un trabajo -a partir de los datos del PISA de
2015- realizado por Jorge Calero y Álvaro Choi (Efectos de la inmersión
lingüística sobre el alumnado castellanoparlante en Cataluña) se indica
que, a igualdad de nivel socioeconómico, los alumnos cuya lengua materna es el
catalán obtienen mejores resultados en las competencias de ciencia y lectura
que aquellos que tienen por lengua materna el castellano (al fin y al cabo, esto
de la inmersión es algo que tienen que hacer los castellanohablantes). No
ocurre lo mismo con la competencia matemática, cuya igualdad entre unos y otros
estos investigadores la atribuyen al hecho de que en las matemáticas prepondera
un lenguaje formalizado específico. A partir de su investigación, concluyen que
el supuesto éxito de la inmersión lingüística “no ha sido avalado por la
evidencia empírica contrastable”. Desde cierta izquierda se aduce que en las
pruebas de acceso a la universidad los resultados en Lengua Española de los
estudiantes catalanes son mejores que la media nacional. Se olvida indicar que
a tal examen no llegan todos los alumnos –por muy numerosos que puedan ser-,
sino solo aquellos que han superado el listón de obstáculos que conduce hasta
tal prueba.
Tampoco parece que
haya un excesivo consenso en la sociedad catalana con respecto a la inmersión.
Del mismo modo que el CIS se niega a plantear preguntas incómodas –como la
cuestión de la dicotomía entre república y monarquía-, el CEO (el Centre
d’Estudis d’Opinió –para entendernos, el CIS catalán-) no investiga sobre la
inmersión. Es por ello que me remito a una encuesta del instituto de
investigación GESOP (con 1.600 entrevistas) encargada por Societat Civil
Catalana, la cual muestra que el 75,6% prefiere un régimen trilingüe (catalán,
castellano e inglés), un 14% es partidario de una enseñanza bilingüe en catalán
y en castellano, el 8,8% opta por el actual modelo en catalán y un reducidísimo
0,5% querría que todo fuera en castellano (el restante 1,2% no sabe o no
contesta). En el blog de Politikon, Garvia y Santana citan una
encuesta (con 2200 entrevistados) en la que se observa la sangrante división de
la sociedad catalana: la mitad está a favor del actual modelo, mientras que la
otra mitad lo rechaza. No es de recibo dar la razón a la mitad de la población
a costa de la otra mitad, pese a que sería factible llegar a algún consenso.
El historiador
Joaquim Coll explicaba que el actual modelo de inmersión está muy lejos del que
se aprobó en 1983 gracias a la iniciativa del PSC y del PSUC (El tabú de la
inmersión). Entonces se evitó crear una doble red escolar en función de la
lengua -que era la propuesta inicial de CiU- y se optó por un modelo bilingüe
en el que se respetaba el derecho a la enseñanza en la lengua materna y se
alentaba el uso del catalán para compensar su arrinconamiento durante la
dictadura. Y concluye que se ha pasado a un modelo que “excluye dogmáticamente
al castellano como lengua vehicular”. Es decir, el consenso alcanzado en 1983
en torno a la Ley de Normalización Lingüística (aprobada en el Parlament en
1983 con tan solo una abstención) se fue quebrando paulatinamente.
Ni siquiera en el
supuesto de que Cataluña llegara a ser una nación independiente (posibilidad
que las fuerzas políticas unionistas consideran irrealizable, al margen de la
voluntad que pudiera expresar una mayoría cualificada de catalanes) se podría
admitir el actual arrinconamiento del castellano. ¿Convertiría la hipotética
República de Catalunya en ciudadanos de segunda categoría a los
castellanohablantes? ¿O les invitaría amablemente a irse? La resolución del
Tribunal Constitucional en la que se indica que se debería enseñar en
castellano al menos un 25% del tiempo escolar es de lo más razonable. Y no solo
eso, es una resolución que hay que cumplir.
En todo caso, no
estaría mal promover algo de inmersión lingüística en todas las lenguas de
España en la escuela. ¿No contribuiría a consolidar la idea de España que todos
los escolares –y, claro está, todos los españoles- fueran capaces de decir y
entender algunas frases en tales idiomas? Que no pase lo que me sucedió en
cierta ocasión al ir a pagar en una gasolinera de Madrid. El joven que me
atendió me preguntó en qué idioma cantaba el grupo –creo que era Kortatu- que
con tanto entusiasmo estaba escuchando. En Finlandia, el hecho de contar con
una minoría de habla sueca fuerza a todos los escolares a aprender algo de
sueco.
De todos los
inmensos problemas que tiene nuestro sistema educativo (un currículo anticuado
y sobrecargado, la mejorable formación del profesorado, el clasista fracaso
escolar, el aprendizaje del inglés y de las Matemáticas, el fomento de la
educación física, etc.), la cesión en la cuestión del castellano ha puesto en
bandeja al grueso de las fuerzas políticas unionistas (todas las derechas a las
que se suman ciertos sectores del PSOE) la derogación de la nueva ley educativa
en cuanto la izquierda pierda su actual frágil mayoría.
Rafael Feito es catedrático de
Sociología en la Universidad Complutense de Madrid.