La familia
Iglesias-Montero y la escuela pública.
Una de las cosas que más puede
sorprender en el estudio de la educación comparada es el escaso peso de la
escuela pública en los Estados Unidos de América (me refiero, obviamente, a los
niveles previos a la universidad). Sin embargo, su escuela pública es un fiel
reflejo de la estratificación social de este país. En realidad, si lo que se
pretende es que los hijos de los grupos privilegiados se junten con otros hijos
de privilegiados no es preciso recurrir a la escuela pública: basta con ser
capaz de residir en la zona de escolarización de los mejores centros
educativos. Hacer tal cosa implica contar con suficientes recursos como para
adquirir una vivienda en una zona afluente. De hecho, el mercado inmobiliario
es fiel reflejo de estas disparidades y, en el caso de las grandes ciudades, el
precio de las viviendas puede variar considerablemente aunque se encuentren a
escasos metros de distancia si pertenecen a diferentes zonas de escolarización.
A todo esto hay que añadir que los presupuestos de cada escuela dependen en muy
buena medida de los impuestos de los residentes locales: a mayor riqueza de
estos, más recursos para sus escuelas (por muy públicas que sean).
Lo que ha
hecho la pareja Iglesias y Montero a la hora de elegir centro –da por supuesto
que encontrará plaza en el Colegio Público “La Navata”- es la típica estrategia
escolar de las clases medias. Yéndose a vivir a La Navata,“compran” un montón
de papeletas para que a sus retoños les toque una buena escuela. Debo decir que
yo mismo me vi tentado, en su momento, de hacer exactamente lo mismo que tan
afamada pareja: me traslado a la zona, elijo el centro que me gusta y como es
público quedo como un “progre”. Está claro que la hipocresía no es otra cosa
que un homenaje que el vicio rinde a la virtud. Hace unos cuantos años, pasé
una buena temporada en el colegio “La Navata” haciendo una investigación
etnográfica y creo poder estar en condiciones de certificar que se trata de
un centro excelente, democrático y participativo, en definitiva, lo que todo
centro público debería ser y que, por desgracia –mayoritariamente- no es.
La
respuesta de la derecha a la limitación geográfica de elección de centro –la
cual solo se restringe si la demanda de plazas supera a la oferta realizada por
cada escuela- ha sido, al menos en el caso de Madrid, la de crear una zona
única de escolarización. De este modo, da igual el barrio en el que se resida a
la hora de elegir centro. Sobre el papel, es una propuesta que parece sensata,
pero el infierno está empedrado de buenas intenciones –aunque suponer buenas
intenciones al PP madrileño es, como mínimo, arriesgado-. Si bien es cierto que,
al acabar con la zonificación, una familia de Vallecas tendría libertad para
llevar a su hijo a un colegio del barrio de Salamanca, salta a la vista que
esto, en muchas ocasiones, no pasa de ser un brindis al sol. Es obvio que no
todas las familias disponen ni de los medios de locomoción –sean estos públicos
o privados- ni quizás de las energías para realizar desplazamientos altamente
costosos en tiempo y/o en dinero. No obstante, en un estudio
aireado desde la Consejería de Educación de la Comunidad de Madrid se detecta
un incremento del número de solicitudes de escolarización en zonas distintas a
la de residencia en el caso de familias que viven en barrios de bajo nivel
socioeconómico. Pero aun teniendo en cuenta los datos de esta investigación y
en el supuesto de que los desplazamientos fueran fáciles, se asistiría al
fenómeno ya estudiado –en otras latitudes- de eso que se llama cream-skimming,
proceso por el que algunos estudiantes de familias con bajo nivel socioeconómico, pero muy
comprometidas con la educación, se van a centros de otros barrios, convirtiendo
a los colegios de su entorno en poco menos que guetos educativos a los que cada
vez menos familias y menos profesores querrán acudir. Esto es lo que, en cierto
modo, documenta un estudio
sobre la segregación escolar entre comunidades autónomas en el que se observa
que Madrid es la comunidad en la que tal segmentación es mayor. Como se puede
ver, el discurso sobre la libertad individual no tiene más objeto que
considerar a cada cual responsable de su éxito o fracaso. Ya lo dijo Margaret
Thatcher: la sociedad no existe, solo existen los individuos.
Estoy de acuerdo con estas ideas. Tiene además otro riesgo para los niños, se los saca de su entorno de amigos y se les quita autonomía.
ResponderEliminar