Ciencia para todos
En un ejercicio de transparencia encomiable, la
ANECA (Agencia Nacional de la Evaluación de la Calidad y de la Acreditación) ha
publicado la asignación de puntos para cada tipo de publicación científica que
permite la obtención de tramos de investigación (también llamados sexenios, debido
a que se conceden por periodos de seis años no necesariamente consecutivos) por
parte del profesorado universitario. Pese a que esto podría parecer una
cuestión meramente corporativa que solo incumbiría a los universitarios, la
cosa –tal y como explicaré- trasciende a este colectivo.
Quienes se presten a
ser evaluados han de presentar cinco publicaciones. Para obtener una evaluación
positiva es necesario obtener un mínimo de treinta puntos sobre los cincuenta
posibles (cada publicación puntúa hasta un máximo de diez).
En
todas las áreas de conocimiento (ingeniería, física, matemáticas, filosofía,
ciencias sociales, economía…) priman –con distinto grado de intensidad- las
publicaciones en revistas en las que los artículos, presentados de modo
anonimizado, son evaluados por otros dos investigadores sin contacto entre sí
(es lo que se llama el doble ciego o evaluación por pares). La posición más
alta la ocupan las revistas etiquetadas como JCR. A estas les siguen las que
pertenecen al grupo SJR. El resto de revistas tiene menos valor.
En el caso del área en
la que trabajo, la de ciencias sociales, los solicitantes de un tramo deben
contar con un mínimo de dos publicaciones (a las que también se llaman papers) en revistas JCR o SJR. El resto,
hasta las cinco publicaciones que han de presentar los candidatos, pueden ser
más artículos de revistas y/o libros o capítulos de libros en editoriales que
aparecen en el ranking SPI (Scholarly
Publishers Indicators). Justamente, este es un aspecto al que considero se
debe prestar especial atención. Mientras que con un artículo publicado en una
revista JCR del más alto nivel (las que están en el cuartil superior o Q1) se
obtienen diez puntos, el máximo que se puede conseguir por un libro es de siete
(la puntuación oscila entre tres y siete: un margen muy amplio que podría dar
lugar a evaluaciones arbitrarias). Creo que no hay nada que objetar a que se
exija un mínimo de publicaciones en revistas con evaluación por pares (y
quizás, de paso, podríamos poner en duda la legitimidad de las clasificaciones
JCR y SJR). Sin embargo, tal y como está configurado el baremo, se desincentiva
claramente la publicación de libros. No es así en todas las áreas. Por ejemplo,
en filosofía un libro puede dar lugar a diez puntos. Si bien es cierto que un
libro podría ser el resultado de sumar artículos previamente publicados, esto
no es lo habitual. Quiero decir con esto que el grado de esfuerzo que supone
publicar un libro es normalmente muy superior al de un artículo en una revista,
por muy prestigiosa que sea esta. La publicación de libros científicos
contribuye a la calidad del debate público en las sociedades democráticas. Habitualmente,
los libros se dirigen a un público más amplio que los artículos en revistas
especializadas. Con un sistema como el español, un físico del renombre de
Lawrence Krauss posiblemente no habría publicado un libro como La historia más grande jamás contada… hasta ahora: ¿Por qué estamos aquí?
La penalización de los libros puede deberse a que,
a diferencia de lo que ocurre con las revistas más prestigiosas, la mayor parte
de las editoriales no cuenta con evaluación por pares. Esto significa que
pudiera ocurrir que un libro se publicara más por razones mercantiles que por
motivos científicos. Es por ello que la presentación de indicios de calidad en
forma de citas y de recensiones es más que conveniente. El problema que esto
puede plantear es que si un libro se publica al final de un sexenio, lo más
probable es que no haya transcurrido suficiente tiempo para aducir tales
indicios. También sucede que una editorial de nueva creación tardará años en
subir puestos en el ranking SPI y eso si es que no desaparece. Esto igualmente
pasa con las revistas –tardan años en ocupar posiciones de prestigio-, pero
tienen más capacidad de perdurar, ya que detrás de ellas puede estar alguna universidad
u organización científica.
Igualmente, las reseñas de libros están en
peligro. Reseñar un libro es un trabajo considerable. Mi propuesta sería equiparar
la publicación de cinco reseñas (de libros del área científica a la que se
pertenezca), en revistas de cierto prestigio, a una –y solo a una- de las cinco
publicaciones que se piden para solicitar un sexenio. Y yendo un poco más allá,
también se podría hacer lo mismo con quizás diez tribunas (o artículos de
opinión) en periódicos –o solo diarios- seleccionados a partir de su difusión
(al igual que en las editoriales, aquí tampoco hay evaluación por pares). De
este modo, incitaríamos a la comunidad científica a implicarse en el debate
público y en la creación de una ciudadanía informada. De hecho, hay medios
digitales que publican artículos que nada tienen que envidiar a un paper.
Antes de acabar, me parece imprescindible hacer
una reflexión sobre las publicaciones que cuentan con varios autores. En un
ámbito tan jerarquizado como la universidad y con tanto personal que precisa
medrar en su carrera profesional, no sería de extrañar que algún autor (-a)
consiguiera sus sexenios con publicaciones colectivas en las que quizás su
participación no fuera más allá de estampar su prestigiosa y/o poderosa firma.
Es decir, puede que fuese conveniente limitar el número de artículos colectivos
que se presenten a evaluación (al menos en algunas áreas).
En definitiva, de
acuerdo con lo aquí propuesto, se podría obtener un sexenio con dos artículos
en revistas de máximo prestigio y con otras tres publicaciones. Estas últimas
podrían ser más artículos, un bloque de cinco reseñas, un bloque de diez
tribunas de prensa y libros (o capítulos). El objetivo final consiste en aunar
la investigación científica rigurosa con su difusión –no menos rigurosa- al
conjunto de la sociedad.
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