viernes, 22 de mayo de 2020

¿Merece la pena estudiar Sociología en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la Complutense?


¿Merece la pena estudiar Sociología en la
Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la Complutense?

Cuanto diré a continuación se refiere a los estudios de Sociología en la Complutense. Intuyo, pero no estoy del todo seguro, que lo que planteo se puede aplicar, en buena medida, a casi todas las titulaciones de Ciencias Sociales y de Humanidades.
Recientemente, he leído un libro de François Dubet, cuyo título en castellano sería ¿Para qué sirve de verdad un sociólogo?, que me ha llevado a escribir esta reflexión. La obra es de muy recomendable lectura. Quien lo lea, muy posiblemente tendrá ganas de estudiar Sociología (como ocurriría con cualquier otro libro escrito por un apasionado de la ciencia en la que trabaja). Sin embargo, una cosa es la ciencia de la sociología y otra estudiarla como alumno en algunas de las facultades de Sociología existentes en España.
Cuando yo decidí estudiar Sociología lo hice porque vi, entre otras cosas, que era una carrera comprometida con la realidad social y de corte enciclopédico (se estudiaban, entre otras, materias de Derecho, Historia Contemporánea, Filosofía, Psicología, Ciencia Política, Economía), aunque con escaso peso de las matemáticas. Y como cuando yo era estudiante no debía haber aún muchos manuales, era habitual leer –posteriormente comprobé que esto de la lectura no era santo de devoción de la mayor parte de los estudiantes- directamente a los autores, desde clásicos como Rousseau a libros señeros del momento como La estructura de las revoluciones científicas.
                Hoy en día, y desde hace ya varias décadas, la mayor parte de los estudiantes que se matriculan en Sociología lo hacen porque su nota de acceso a la universidad es baja –basta con un 6,5 para acceder a Sociología-, de modo que se matriculan donde pueden. A esto hay que añadir que, muy probablemente, una parte importante de ellos en realidad desearía cursar otras carreras.
Hace un par de años me encargué de la charla de recepción de los estudiantes de primero del turno de mañana. En ella dije a los nuevos alumnos que en ese momento se iniciaba un periodo nuevo, donde nadie sabe cuál había sido su rendimiento previo. Sin embargo, mi colega del turno de tarde se preguntaba qué hacía tanta gente matriculándose en Sociología, si casi todos iban a terminar siendo vendedores de lavadoras –creo que esto se lleva diciendo ya décadas en muy diferentes facultades: ¡qué falta de imaginación!-. Esto, sin duda, contribuye a explicar el elevado índice de abandono: la profecía que se cumple a sí misma.[1]
                A partir de aquí, es fácil colegir que la mayor parte de nuestros estudiantes no siente –al menos en principio- gran entusiasmo ni por la Sociología ni por las Ciencias Sociales en general (y si han escuchado a mi colega del turno de tarde, menos aún). Si queremos que estos alumnos aprendan, creo que no quedaría más remedio que recurrir a dos estrategias. La primera sería algo tan simple como hacer una entrevista personal a los candidatos a estudiantes –cosa que ya se hace con los solicitantes mayores de cuarenta años- en la que poder calibrar si se está en condiciones de afrontar los estudios. Si un candidato no sabe decir nada sobre, por ejemplo, la crisis de los chalecos amarillos o sobre Bolsonaro, mejor que se dedique a otra cosa.
La segunda –que es la que más me gusta- es hacer que, desde el primer día, nuestros estudiantes se habitúen a leer la prensa generalista, libros y artículos, a debatir en público, a escribir, etc. En definitiva, en tanto que profesores, deberíamos transmitir y contagiar el entusiasmo por nuestra disciplina –tal y como hace Dubet en el libro más arriba citado-.
Por desgracia, la triste realidad es que muchos de nuestros alumnos transitan de curso en curso sin haber aprendido a redactar con coherencia, a desarrollar un argumento, a exponerlo y debatirlo en público, a trabajar en equipo, a plantearse una investigación. La prueba del algodón la ofrecen esos estudiantes chinos que pasan de curso sin saber hablar español.
En estas condiciones, la vida en nuestras aulas –mucho me temo- es más bien mortecina. Mi experiencia es que -cuando hay que debatir o comentar algo- solo hablan uno,[2] dos o tres estudiantes. Casi siempre se trata de alumnos de edad avanzada –jubilados o próximos a la jubilación- o de jóvenes graduados en otra disciplina –y, por tanto, algo mayores que el resto de sus compañeros-. Esto hace que me pregunte si la Sociología no tiene nada qué ver con las inquietudes de gente de entre dieciocho y veintidós años.
La cosa se agrava si a esto se añade que en una facultad como la mía se imparten varios dobles grados –por ejemplo, el de Sociología y Relaciones Internacionales- en los que se exige una alta nota de acceso. Estas titulaciones se convierten de hecho en una suerte de itinerario que absorbe los mejores expedientes de bachillerato.
El resultado final es que a nuestros egresados en Sociología no les va muy bien en el mercado de trabajo.[3]
¿Merece la pena matricularse en Sociología? Diría rotundamente que sí para aquellos estudiantes que quieran disfrutar de la aventura del pensamiento, que sean capaces de conectar sus conocimientos con la realidad social y, en el contexto de mi facultad, que cuenten con una excelente fuerza de voluntad. Como ya he indicado, son pocos los alumnos intelectualmente activos en clase, pero son los suficientes como para crear redes de complicidad emocional e intelectual.
Por otro lado, la mayor parte de los sociólogos de renombre están en mi facultad. Mi experiencia me dicta que, en líneas generales, son gentes abiertas con las que es fácil acordar una tutoría al margen de que se sea o no alumno suyo. Es decir, aunque un estudiante tenga la mala suerte de dar con pésimos profesores –cosa que, lamentablemente, va a ocurrir- siempre tendrá la posibilidad de acudir a otros docentes –e incluso de cambiar de grupo cuando una misma asignatura es impartida por varios profesores-.
No se me escapa la enorme cantidad de estudiantes que, en realidad, tan solo desean un título universitario con escaso esfuerzo –en plan Pablo Casado-. Cuento una anécdota. Hace unos años impartí la asignatura de Estructura Social Contemporánea en el grupo de tarde del grado de Antropología. Un día, tres jóvenes, que se presentaron como estudiantes de esta misma materia en el turno de mañana, me pidieron permiso para entrar en mi clase, cosa que acepté encantado. Finalizada la clase tuve la ocasión de hablar brevemente con ellos camino de la parada del autobús. Me dijeron que la clase les había gustado (¡qué otra cosa podrían decir!). Les pregunté por qué no se cambiaban al turno de tarde. A ello me respondieron que el profesor de la mañana era caótico, pero aprobaba a todo el mundo (lo que no es mi caso).
Finalmente, hay que añadir que mi facultad es conocida no solo por el sectarismo de algunos actuales políticos de Unidas Podemos, sino también por sus ruidosas fiestas que algunos individuos organizan los jueves por la tarde. No sé cómo se puede consentir tal cosa. Es como si Alcohólicos Anónimos tuviera en su hall de entrada un dispensador de whisky. Ante la tesitura de elegir entre una sesión lectiva o una fiesta, ¿qué va a preferir un joven de veinte años?
Por fortuna, y como ya he escrito en otro lugar, el cerebro de la gente es especialmente plástico hasta los veinticinco años. Esto significa que uno puede obtener un título degradado, como el de Sociología, y después –si su economía se lo permite- cursar un máster riguroso. En fin, nuestro sistema educativo está plagado de trampas que, por regla general, benefician a los mismos de siempre.


[2] Los Luthiers dirían que pasaríamos del monólogo al “bi-ólogo”

6 comentarios:

  1. Ojalá se hicieran reflexiones sobre todas las carreras. Aunque algunas cosas importantes que dices (leer la prensa, debatir, escribir...) son necesarios para una formación básica en cualquier carrera.

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  2. Estoy básicamente de acuerdo con los comentarios de este post, pero son extrapolables a cualquier otra carrera de Humanidades o Ciencias Sociales. En Ciencias Experimentales o Ingenierías, la nota de corte (alta) selecciona de por sí los mejores expedientes. Aún así, el alumnado llega a la Universidad con déficit en lectura (no sólo crítica) y oratoria (¡no somos Francia!). La baja nota de acceso es común a otros estudios en la Universidad Pública. Mejor aún, en la Universidad Privada no "se pide" una nota mínima, basta con haber pasado la EVAU para solicitar plaza en cualquier carrera, tanto da Medicina como Periodismo. En contra, el coste de la matrícula, que restringe el acceso de los sectores sociales menos pudientes. Si fuera por la capacidad de inserción en el mercado laboral, tendríamos que derivar a la formación profesional a una gran parte del alumnado. Al fin y al cabo, como pais destacamos en el sector servicios, así que no nos hacen falta sociólogos, politólogos, antropólogos, periodistas, filósofos... Y tenemos ya exceso de médicos, farmacéuticos, biólogos, agrónomos, que no encuentran trabajo. Por lo tanto, la reflexión va más allá, en mi opinión: ¿quién accede, porqué y para qué a los estudios universitarios? Saludos.

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  5. Pienso que en los estudios de sociología la procedencia de clase, media/baja, un habitus de clase heredado, una identidad difusa de la sociología ya desde el bachillerato donde no existen profesores sociólogos ni una asignatura de sociología, un Estado arcaico y anquilosado en una burocracia sin sentido, con un acceso a la función pública desfasada en cuanto a temarios con poca relación con las nuevas demandas sociales, y sin un cuerpo por tanto de sociólogos del estado, digo, son todos ingredientes para la inanidad de la sociología y su escasa visiblidad e incidencia real en la sociedad, y por ende el desconocimiento de la figura del profesional de la sociología y su impacto en los estudios universitarios de esta carrera. Un saludo.

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  6. Hola, me gustaría, si es posible, ponerme en contacto con usted, pues estoy considerando estudiar esta carrera y tengo algunas dudillas. Además, después de leer esto creo que me han entrado incluso más ganas

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