Según
informa la prensa (http://politica.elpais.com/politica/2014/06/21/actualidad/1403341262_173875.html)
en el examen de inglés de los premios extraordinarios de
Bachillerato de un instituto de Mérida se incluyó una pregunta en la que los
estudiantes debían escribir sobre cómo convencer a un amigo de que no votara a
Podemos. El genial autor de la idea, Argimiro Montero (el responsable de la
prueba), dice no entender el guirigay que se ha montado en torno a esta
cuestión. Con un poco de paciencia creo que es posible que Don Argimiro pueda
comprender lo inapropiado de la pregunta. Los estudiantes han realizado un
examen oficial de cierta trascendencia. No se trata de un debate en el aula,
donde quizás los alumnos de Don Argimiro dispongan de libertad para opinar con
entera libertad. En nuestra escuela –y seguramente también aquí habría que
incluir a la universidad- lo habitual es que ante cualquier pregunta se
responda desde eso que se llama el síndrome de la respuesta correcta. Si a un
alumno se le inquiere por escrito sobre las causas de la revolución francesa se
le pide que reproduzca –casi con fidelidad reprográfica- lo que el libro de
texto y/o el profesor le han indicado que diga. No se le pedirá disquisición
alguna sobre lo que diferentes escuelas historiográficas hayan dicho al
respecto. De hecho, lo más normal es que cuanto escriba o diga no vaya más allá
de una mera enumeración de hechos. Pedir a un estudiante que en una situación
tan excepcional como un examen para un premio extraordinario se ponga a opinar
sobre una cuestión tan controvertida –¿o es que acaso no gobierna Extremadura
un partido al que Podemos considera parte de la casta?- es ignorar cómo
funciona la escuela y cuáles pueden ser los miedos de la gente. En antropología
se dice que el pez es el último en darse cuenta de que vive en el agua. Don
Argimiro debe ser el último en darse cuenta de que se desenvuelve en una
institución llamada escuela.
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