Al igual que
buena parte de la prensa generalista –o, al menos, la madrileña- el diario El
País se hace eco de la noticia de
la escolarización de las hijas de los reyes de España en el colegio Santa María
de los Rosales. De acuerdo con la crónica del rotativo capitalino, esta escuela
–pese a su nombre- es privada y laica. Que es privada está fuera de toda duda.
Sin embargo, en lo que se refiere a su orientación religiosa, en la propia web del centro se
puede leer lo siguiente:
Fiel a su ideario, Santa María de los Rosales
ofrece a sus alumnos una formación religiosa católica.
La Primera Comunión y la Confirmación son celebraciones oficiales que se realizan en los niveles de 4º de Ed. Primaria y 1º de Bachillerato, respectivamente.
La Primera Comunión y la Confirmación son celebraciones oficiales que se realizan en los niveles de 4º de Ed. Primaria y 1º de Bachillerato, respectivamente.
Los alumnos que
profesan otras religiones son igualmente bienvenidos y se les ofrecen opciones
alternativas, como es propio de un Colegio en cuyo ideario se defiende el
respeto a las opiniones y convicciones ajenas.
El
centro no solo es que sea católico, sino que además convierte algunos de los
ritos de paso de su religión en celebraciones oficiales (signifique esto lo que
sea). El último párrafo de la cita literal es un tanto inquietante. Por un
lado, el centro parece ecuménico, pero la redacción da a entender que su
alumnado ha de profesar alguna religión –aunque no sea la “verdadera”: nótese
que los demás tienen “opiniones y convicciones ajenas”-, lo que excluiría, por
de pronto, a agnósticos y ateos.
Curioseando
la web de este colegio, he visto algo que me ha agradado mucho: el fomento de
la oratoria. Según se deduce de lo que se ve en la web, se trata de una
actividad que se realizaría en un salón ad
hoc y que incluye muy diferentes géneros: el monólogo –se supone que
consistirá en hacer presentaciones o pequeñas conferencias y no de emular a
Dani Rovira, pese a que esto último no estaría nada mal-, el debate, la
entrevista, la conversación y el coloquio. Es una pena que este tipo de
actividad no sea lo habitual en nuestro sistema educativo. Por desgracia, las
dotes oratorias solo se cultivan en algunos centros, ya sean públicos o
privados –sobre todo de primaria-, que recurren a lo que en la jerga se llama “la
asamblea” –muy extendida, pese a gentes como Lucía Figar, en la Educación Infantil-.
Por lamentable que pudiera parecer, tales destrezas tampoco se prodigan en
nuestra universidad, la cual, en muchos aspectos, aún no parece haber salido de
la Edad Media.
Es
una lástima que nuestros reyes no hayan elegido algún centro público –de hecho
muchos llevan su nombre o el de alguno de sus deudos- en lugar de este
privilegiado y “santo” colegio. El mensaje que lanzan con esta opción es que lo
de la pública es para la plebe. Una cosa es que el rey se case con una plebeya
–lo que, sin duda, dice mucho en su favor- y otra, muy distinta, es convivir
con el común de los mortales –justamente una de las principales virtudes de la
escuela pública-.
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