Universidad pública y universidad privada en
España.
Un análisis de algunas diferencias entre
ambas redes
A
mediados de 2017, el Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas y la
Fundación BBVA publicaron el informe titulado U-Ranking. Indicadores
sintéticos de las universidades españolas en el que se
comparaban la universidad pública y la
universidad privada. El estudio se centró en estos tres ámbitos:
- Docencia
- Investigación
- Innovación y Desarrollo
Tecnológico
En estos dos últimos aspectos, la
ventaja de la universidad pública sobre la privada es abrumadora. Esto es lo
que dice el informe (p. 68):
La
especialización docente de las universidades privadas tiene su contrapartida en
una peor posición relativa de las mismas respecto al sistema público en
rendimiento investigador: en promedio es un 29% inferior a la media del sistema
universitario y ninguna de las 10 universidades con mejor rendimiento en este
campo son privadas. Las universidades
públicas presentan mayores niveles de rendimiento en las actividades de
investigación y también en las de innovación y desarrollo tecnológico que las
privadas. La distancia media de estas al promedio nacional es de 27 puntos
porcentuales menos.
Se
trata de promedios que tienen en cuenta las dimensiones –en número de grupos de
investigación y de profesores doctores- de ambas redes universitarias. De
acuerdo con el informe La Universidad española en cifras, las
universidades privadas producen el 4,5% de los artículos científicos, mientras
las públicas se hacen cargo del restante 95,5%.Téngase en cuenta que este
informe señala que en la pública hay 8.006 grupos de investigación y en la
privada solo 341. La pregunta que habría que hacerse es por qué la privada no
tiene más grupos de investigación y/o más profesores que practiquen la
investigación. Al fin y al cabo más del 10% de los universitarios estudian en
esta red. Estamos en un contexto de creciente producción científica. En los
últimos tiempos, España ha incrementado notoriamente su producción científica. Así,
entre 2004 y 2013, el número de publicaciones de sus universidades se ha
duplicado, pasando –según se puede ver en el Observatorio IUNE, el
cual se remite a Web of Science- de 24.149 a 49.325, pese a que –como es
bien sabido- el número de profesores no ha crecido, ni de lejos, en la misma
proporción. Muy posiblemente, la
creciente necesidad de acreditarse ante las agencias de evaluación –sean la
ANECA o las agencias de las comunidades autónomas- está detrás de esta eclosión
de publicaciones.
En el caso de las universidades
privadas, la normativa les exige que la mitad de su profesorado sea doctor y
que, de entre este, el 60% esté acreditado. Para acreditarse como profesor de
universidad privada
hay que cumplir con los mismos requisitos que para ser profesor contratado
doctor en la pública. A pesar de ello, las
universidades privadas parecen no considerar la investigación como una
prioridad para su profesorado. En su blog, Rafael
Repiso apunta lo siguiente:
Anteriormente existían [en
la privada] unas categorías análogas a las de la universidad pública
(catedrático, titular, ayudante…), generando un sistema de méritos connatural a
la universidad, donde para progresar los profesores deberían destacar en
méritos docentes e investigadores y ser acreditados por una agencia externa y
pública, ANECA. El nuevo sistema elimina la carrera académica. Es
decir, en este disparatado convenio, la docencia y la
investigación apenas tienen peso para las figuras más destacadas, lo importante
es la gestión. Un profesor mediocre recién doctorado
puede tener la máxima categoría siempre y cuando ejecute labores de gestión en
títulos y, en cambio, un profesor catedrático de universidad pública que pase a
la universidad privada no podría pasar de la categoría III a no ser que asuma
tareas de gestión. O, dicho de otra manera, cualquiera puede ocupar cualquier
nivel salarial discrecionalmente si la dirección se lo permite.
Estas son las
categorías y el tipo de dedicación que se establecen en el citado convenio.
–
Nivel I: Doctor responsable de Planes de Estudio de diversos Grados y Master
universitarios de un mismo centro o facultad.
– Nivel II: Doctor
acreditado dedicado a docencia y/o investigación y responsable de una
titulación académica.
– Nivel III: Doctor
acreditado dedicado a docencia y/o investigación.
– Nivel IV: Doctor no
acreditado.
– Nivel V: Titulado
universitario no Doctor.
– Nivel VI: Titulado
no Doctor con menos de dos años de experiencia docente
Habría que
destacar que en los niveles II y III la referencia a la investigación viene
precedida de la conjunción disyuntiva "o", lo que convertiría en opcional la
labor investigadora. En el nivel I ni siquiera se cita tal actividad.
La cuestión que
más me interesa del debate sobre universidad pública o privada es el de la
posible mejor calidad de la docencia que el informe de U-Ranking atribuye a la
privada (de hecho, mis dos
únicas publicaciones sobre enseñanza
universitaria se refieren a esta cuestión). Por mi parte, nada me alegraría
más que esto fuera realmente así y que en la pública pudiéramos mejorar nuestra
calidad docente emulando a la privada. Esto es lo que dice el informe sobre las
privadas (p. 64):
(…) su
rendimiento docente medio supera en un 11% el promedio español y 6 de las 10
universidades con mayor rendimiento docente son privadas. Para evaluar en su
justa medida este resultado es importante tener en cuenta que las universidades
privadas incorporadas tienen mejores indicadores que la mayoría de las no
incluidas por sus carencias informativas, a la vista de los valores de las
variables de estas últimas que sí están disponibles. Así pues, este resultado
por encima de la media de las privadas incorporadas podría quedar matizado el
día en que URanking pueda incluir a todas las universidades de esta
titularidad.
Como se
ve, el informe es muy cauto a la hora de interpretar este resultado, el cual
podría tener mucho que ver con cómo se publicita en este aspecto la privada en
su afán de diferenciarse de la pública. Es una lástima que no se pueda decir
gran cosa con respecto a la calidad docente. El propio informe reconoce que “la calidad de la
docencia es por el momento muy difícil de observar, pero hemos considerado como
proxies de la misma la capacidad de atracción de alumnos de otras provincias,
la calidad de los alumnos medida por la nota de corte específica de cada área y
el porcentaje de estudiantes de posgrado”.
Aun dando por buenos tales proxies
(en román paladino, elementos sustitutivos), se me ocurren, como mínimo, un par
de indicadores que pondrían en duda esta supuesta hegemonía docente de la
privada. El primero es que las empresas españolas prefieren a los egresados de
la pública, tal y como se revela en un informe de 2015 de la
Fundación Everis,
y no solo, como cabría esperar, en aquellas titulaciones que apenas existen en
la privada –Artes y Humanidades- sino también en aquellas que la privada podría
considerar su punto fuerte: los estudios de tecnología. No obstante, en su último informe –el de 2017- se
indica que en Ciencias de la Salud las dos primeras posiciones son ocupadas por
centros privados.
El
segundo indicador se refiere al hecho de que el profesorado que investiga –con
mayor presencia en la pública que en la privada- es mejor docente que el que no
lo hace. En un artículo publicado en la revista Applied Economics por
García-Gallego et al.[1]
se apunta, a partir de una muestra de más de 600 docentes, que los
profesores que investigan tienen mejor criterio y son más rigurosos a la hora
de dar clases aunque, si investigan demasiado, la calidad docente disminuye.
Pese a este dato, pudiera ocurrir que el hecho de que el profesorado sea
valorado por sus publicaciones –para obtener los sexenios- se traduzca en un
menor interés por la docencia.
Y, para acabar, nos quedaría un aspecto
clave: la empleabilidad. Aquí tampoco los datos son como para que la privada
lance cohetes. De acuerdo con el estudio
sobre la inserción laboral de los Consejos Sociales de las Universidades, si se analizan las tasas de empleo atendiendo al tipo de
universidad en la que se gradúa el estudiante, pública o privada, se observa
que en el primer año de inserción laboral la tasa de afiliación de los
egresados de las universidades privadas es diez puntos superior a la de los de
las públicas (52,9 por ciento frente a 42,1 por ciento). Sin embargo, cuatro
años después tales diferencias disminuyen, siendo de 69,4% para los titulados
de las privada y de 63,7% para los de la pública.
En definitiva, y para concluir, muy
posiblemente la razón fundamental de la existencia de la privada –más allá de
alguna excepción, como la de la Universidad de Navarra- es escolarizar a los
estudiantes cuya nota de acceso no les permite acceder a la pública y cuyo
poder adquisitivo es lo suficientemente alto como para afrontar los gastos de
la matrícula en la privada. Ojalá, con el paso del tiempo, pueda convertirse en
una red que dinamice al conjunto de la universidad. Sin embargo, el hecho de
que algunos de los centros privados estén en manos de grupos ideológicamente
sectarios no invita al optimismo. No parece que en España se vayan a
desarrollar universidades del tipo de la Ivy League.
[1] Garcia-Gallego, A; Georgantzis, N; Martin-Montaner, J y Perez-Amaral, T.
“(How) Do research and administrative duties affect university professors’
teaching?” Applied
Economics
47 (45), 2015. Se puede leer un resumen en https://www.ucm.es/data/cont/media/www/pag-10588/2015_10_not3.pdf