Los peligros de
escolarizar a los hijos en la privada
Recientemente,
hemos tenido conocimiento de las grabaciones en vídeo de niñas desnudas a cargo
de un profesor del colegio privado Virgen de Europa. Mi reflexión no es tanto
sobre tan deplorable acto como sobre algunos aspectos de la enseñanza privada
en España.
El Virgen
de Europa es, tal
y como se cuenta aquí, un centro familiar creado por un matrimonio y
heredado por sus ocho hijos. A diferencia de lo que ocurre en la pública, para
ser profesor en la privada no hay que pasar oposición alguna. Basta con tener
la titulación correspondiente (el grado o diplomatura de maestro para la primaria
y el grado correspondiente para la secundaria más el Máster en Formación del Profesorado
o el liviano Certificado de Aptitud Pedagógica) y ser contratado por la propiedad
del centro. Y aquí es donde se abre el campo de la arbitrariedad.
El centro en cuestión no solo da
trabajo a los ocho hermanos, sino que también se lo suministra a sus
respectivos parientes. Es decir, en un centro privado se corre el muy serio
riesgo de que el profesorado sea seleccionado por criterios espurios que nada
tienen que ver con la calidad docente. A esto hay que añadir que este tipo de
centros cuenta con su propia cantera en las numerosas universidades privadas
que ofertan el grado de Magisterio.
En el caso
denunciado en la prensa, concurre la circunstancia de que el supuesto profesor
pedófilo es uno de los ocho hijos y el director es su hermano. En una situación
como esta, la Asociación de Padres y Madres de Alumnos (APA) ha manifestado sus
dudas sobre la neutralidad del director en la resolución de este caso. El artículo
416 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal es muy claro. En él se dice que están
dispensados de la obligación de declarar “los parientes del procesado en líneas
directa ascendente y descendente, su cónyuge o persona unida por relación de
hecho análoga a la matrimonial, sus hermanos consanguíneos o uterinos y los
colaterales consanguíneos hasta el segundo grado civil”. Téngase en cuenta que
las APA de los centros privados suelen ser correas de transmisión de la propiedad
de estos colegios (en la pública no suelen pasar de ser una mera entidad organizadora
de actividades extraescolares). Sin embargo, el caso clama al cielo y, esta
vez, la APA se desmarca de la dirección.
Teniendo esto
en cuenta, me pregunto cómo es posible que haya un amplísimo sector de eso que
cabría llamar clase media-alta o, mejor aún, clase profesional-directiva que opte
por escolarizar a sus retoños en centros de tan marcado carácter familiar (pese
a sus 1500 alumnos matriculados). No es que la pública -como posible alternativa-
sea un dechado de virtudes (y esto lo saben muy bien eso a lo que algunos llaman
la comunidad educativa), pero es difícil (aunque no imposible) que en un centro
público concurra un clan familiar o amical que pudiera echar tierra sobre un delito
como el que aquí se comenta. Es cierto que en la pública puede pesar el
espíritu corporativo-funcionarial, pero lo sucedido en el Virgen de Europa es
algo que solo puede ocurrir en un centro privado. Por desgracia, los ejemplos
de centros de órdenes religiosas que tratan de ocultar este tipo de actos delictivos
están a la orden del día.
Parece
claro que hay todo un segmento de la sociedad española que ha optado por rehuir
a toda costa servicios públicos claves como la educación y la sanidad,
convirtiéndose de este modo en una especie de estamento ajeno a los problemas
del resto de sus conciudadanos (es algo que explica muy bien Reeves en su libro Dream
Hoarders). Ni qué decir tiene que el municipio en el que está enclavado
el Virgen de Europa (Boadilla del Monte) es un feudo del PP.
Y no puedo
acabar sin señalar que el patriarca del centro fue un histórico sindicalista de
la Falange y que a su mujer le concedió la Medalla de Oro al Trabajo el
gobierno socialista de Zapatero, ejecutivo que para el PP -y, supongo que para
los papás y mamás del centro- fue un ejemplo de sectarismo (calificativo que
este partido tiende a aplicar a todo quien discrepe de él).