Ponga una catáfora en su vida, o ¿para qué sirve la Selectividad?
En estos días, la prensa ha
aprovechado la realización de las Pruebas de Acceso a la Universidad (PAU o,
simplemente, Selectividad) para lanzar al lector el reto de si sería capaz de
aprobar este examen. Ya anticipo que a mí no me cabe la más mínima duda de que
yo lo suspendería. La pregunta que me planteo es ¿de qué sirve un examen que
certifica unos conocimientos –y quizás algunas destrezas, pero no muchas- que
la mayor parte de las personas con formación universitaria sería incapaz de
aprobar?
Me
voy a fijar en tan solo dos de los exámenes (el lector interesado puede encontrar estos ejercicios y otros más aquí):
Historia (en la UCM) y Lengua castellana (en Cataluña). En el primero, el
estudiante consigue la mayor parte de los puntos simplemente vertiendo sobre el
papel de examen los contenidos de los epígrafes. Cuatro de ellos se obtendrían
respondiendo a cuatro de entre seis cuestiones –un punto por cuestión- que se
desarrollan en no más de diez líneas. Estas son las cuestiones:
1.
Conquista y romanización: la pervivencia del
legado cultural romano en la cultura hispánica.
2.
Los reinos cristianos en la baja edad media:
organización política e instituciones en el reino de Castilla y en la Corona de
Aragón.
3.
El descubrimiento de América.
4.
La España del siglo XVI: el modelo político de
los Austrias. La unión de reinos.
5.
La crisis de 1640.
6.
La España del siglo XVIII: reformas en la
organización del Estado. La monarquía centralista.
Otros 4,5 puntos se consiguen con el
desarrollo de un tema o del comentario de un texto. El desarrollo de un tema es
básicamente lo mismo que las seis cuestiones anteriores, con la diferencia de
que esta vez se trata de un conjunto de epígrafes relacionados con un mismo
tema (en este caso, el periodo de la Segunda República que va desde el bienio
negro a las elecciones de febrero de 1936). El comentario de un texto se divide
en dos partes. La primera –que permite alcanzar hasta 1,5 puntos- consiste en
resumir sus ideas fundamentales y la segunda vuelve a ser la respuesta a una
serie de epígrafes.
La prueba de Lengua castellana y
literatura de la Generalitat de Cataluña se divide en tres partes. La primera
–que permite obtener hasta cuatro puntos- consiste en una serie de preguntas
que tratan de comprobar que el estudiante ha comprendido el texto en cuestión
–que, dependiendo de la opción, es un fragmento de una novela o de un ensayo de
economía-. Otros tres puntos corresponden a la expresión escrita (dos de ellos
se obtendrían a partir de la respuesta a una cuestión del programa de la
asignatura y otro más dependería del desarrollo de un ejercicio consistente en
pasar las formas verbales de un pequeño párrafo del presente al pasado
imperfecto). Finalmente, los otros tres puntos proceden de sendas preguntas
–entre otras la de la catáfora, que da título a esta reflexión- del epígrafe
llamado “reflexión lingüística”, pese a que las respuestas nada tienen que ver
con la reflexión (quizás el examinador haya querido limpiar su conciencia con
esta trampa terminológica).
La
práctica totalidad de las cuestiones no va mucho más allá de regurgitar los
contenidos aprendidos en esa academia en que parece haberse convertido el Segundo
curso de Bachiller. Es una estructura de examen muy semejante al “cantar” –pero aquí en silencio- los temas en
las oposiciones a los puestos de la nobleza de estado: técnicos de la
administración civil, abogados del estado, economistas del estado,
registradores de la propiedad, etc. Parece
que difícilmente esto del cantar pudiera considerarse una destreza clave en la
economía del conocimiento en la que, pese a esta casta nobiliaria, estamos
instalados desde hace unos cuantos años.
Quizás
lo más interesante –desde el punto de vista de la creatividad y del desarrollo
de una personalidad autónoma- es el comentario de una tabla con datos como los
relativos a la participación en el referéndum español de 1976. Es probable que
tal cuadro lo hayan podido ver los alumnos durante segundo de bachiller. Lo
deseable es que no hubiera sido así. De este modo, el ejercicio consistiría en
ser capaz -a partir del conocimiento previo- de construir una explicación
coherente de un tipo de cuadros con los que muy probablemente los estudiantes
se encontrarán a lo largo de su vida.
En
tanto que profesor de universidad, lo que a mí me preocupa, y mucho, es que la
práctica totalidad de mis estudiantes –imparto clases en segundo y cuarto del
grado de Sociología, y de un máster en mi universidad, pero también he dado
clases y evaluado a estudiantes en otras universidades- es incapaz de escribir
un texto con un mínimo de coherencia, en el que haya conexión conceptual entre
un párrafo y otro, o un epígrafe y otro. En definitiva, una incapacidad desconcertante
para desarrollar un argumento. La cosa es mucho más grave si a esto añado que
es muy habitual encontrarse con frases que carecen de sujeto, o si lo tiene
este no concuerda con el predicado, por no hablar de las faltas de ortografía (si
no me equivoco, esto se controla en la PAU pero, por lo que se ve, con poca
efectividad).
La
PAU, por desgracia, tampoco evalúa la capacidad de expresión oral y el modo en
que un estudiante puede defender, en una controversia pública, su punto de
vista. Si en este país existiera el hábito de consensuar las leyes educativas,
quizás nos podríamos plantear la conveniencia de sustituir la PAU –como quiere
hacer la LOMCE- por unas pruebas razonables al finalizar el bachillerato (exit exams).- Estas no tendrían que consistir
en la aberración de los centenares de preguntas tipo test de las reválidas que tan
infausta ley propone.
Es una pena que
no se haya aprovechado el debate sobre las reválidas de la LOMCE y la supresión
de la PAU para plantearse de qué modo evaluar la madurez intelectual del
estudiantado de Bachillerato. Un examen de nivel que contemple destrezas
genéricas como el modo en que se redacta, se razona, se procesa la información,
etc., podría ser de gran utilidad. En concreto, este sería, por ejemplo, el
modelo de las Coalition Schools
en los Estados Unidos, en las que el título de educación secundaria se obtiene
en pruebas públicas, similares a las de nuestras tesis doctorales, ante
tribunales constituidos por profesores del centro y por algún adulto nombrado
por cada estudiante (si se quisiera una evaluación, tanto interna como externa,
se podría contar con la presencia de profesores de diferentes centros). En este
tipo de pruebas, cada estudiante presenta en público investigaciones o ensayos
para cada una de las áreas de conocimiento, sean asignaturas o bloques
curriculares más interdisciplinares. De paso, solventaríamos en buena medida el
actual carácter escasamente democrático de la evaluación, al convertirla en una
actividad pública y genuinamente colegiada. Luis
Garicano explicaba una forma similar de examen de fin
de etapa, esta vez en Holanda.
Recientemente tuve la oportunidad de asistir (…) a la presentación de los proyectos de
final de bachillerato en un Technasium. Un Technasium es un instituto de
bachillerato especializado para estudiantes que quieren en el futuro estudiar
materias técnicas y científicas, desde ingenierías a matemáticas o ciencias
naturales. (…) En el Technasium los proyectos adquieren una importancia
especial. El proyecto de fin de estudios (último año de bachillerato) requiere
200 horas de trabajo por estudiante (equivalente a cinco semanas de trabajo a
tiempo completo).
En el Technasium de Amersfoort, observé fascinado la
presentación de seis proyectos. Un grupo tenía que diseñar, bajo la supervisión
de un despacho de arquitectura, la infraestructura de una pequeña urbanización
de vacaciones: carreteras, energía sostenible, puentes. Los cálculos incluían
el tipo de puentes sobre el canal y sus soportes, el grosor de las carreteras,
el tipo de energía usada, la forma de guardar el exceso de energía. Otro grupo
tenía el encargo de diseñar un sistema para ayudar a los ancianos a levantarse
de la cama sin ayuda. Resolvieron el reto con la ayuda de un brazo articulado
para la parte alta del cuerpo y un soporte con un pequeño motor para las
piernas, todo ello controlado con un sencillo control remoto. Un tercer grupo
investigó las anormalidades cromosómicas en dos pacientes del Hospital
Universitario de Utrecht. Un cuarto grupo diseñó un robot que pudiera llevar
bebidas de una habitación a otra, evitando obstáculos. Otro grupo nos dejó con
la boca abierta cuando tuvo que disculparse al explicar que su presentación
había sido declarada confidencial por el cliente: el cliente, una empresa líder
en tratamiento de aguas, había decidido que el proyecto había desarrollado
conocimiento patentable y no quería que nada fuera presentado hasta que
existiera la patente.
En el caso de países como “Australia,
Dinamarca, Inglaterra, Escocia, Finlandia, Francia, Irlanda, Holanda y buena
parte de Canadá y Alemania, por ejemplo, los exámenes de fin de la secundaria
superior (…) tienen lugar durante un periodo de dos semanas o más. Los exámenes
de cada asignatura duran alrededor de tres horas y exigen que los estudiantes
escriban ensayos, describan experimentos y muestren qué pasos han seguido para
resolver un problema” (Bishop
2005: 4).
Y,
finalmente, una cuestión nada baladí. ¿Por qué han de corregir las pruebas de
la PAU tan solo los especialistas en las asignaturas de Segundo de Bachiller?
Si de lo que se trata es de evaluar el modo en que un estudiante razona,
estructura sus argumentos, su riqueza léxica, etc., cualquier profesor –quizás
con un mínimo de tramos de investigación: hemos de pedir que quien evalúe sea
alguien habituado a publicar en medios de cierto prestigio- podría encargarse
de esta labor (aunque, se me dirá, con razón, cómo es que toleramos que de la
dirección y evaluación de trabajos de fin de grado se puedan encargar quienes
no cuentan ni siquiera con un tramo). Quizás, de este modo, evitaríamos que el
futuro de los estudiantes dependiera de que a los dieciocho años supieran qué
es una catáfora. Ya me gustaría encontrarme un día con un estudiante que me
dijera que su peculiar estilo literario se debe a su pasión por lo catafórico.
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