El mito del eterno retorno. Algunas observaciones sobre los libros de
texto.
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Acaba
de comenzar el curso escolar de mi hijo, el cual está matriculado en segundo de
la ESO. Miro lo que tiene que estudiar y observo, con cierto asombro cándido,
que parte de los contenidos del libro de Lengua de este curso se asemejan a los
del texto del año anterior –por no decir que los calcan-. Siempre había tenido
la sospecha de que nuestros escolares se pasan buena parte de su vida repitiendo
contenidos de un curso a otro (para al final, seguramente, no aprenderlos).
Concretamente,
me voy a referir a los libros de la asignatura Lengua Castellana y Literatura
de la editorial SM (proyecto Conecta 2.0), de primer y segundo curso. Hasta
ahora tan solo he cotejado algunas de sus páginas, las cuales corresponden a
las primeras lecciones. En la página 54 del libro de primero se puede leer lo
siguiente:
Las palabras pueden tener dos tipos de
significado:
·
Significado léxico. Designa seres, objetos, cualidades,
acciones o circunstancias. Tienen significado léxico los sustantivos [sol], los adjetivos [verde], los verbos [amar] y los adverbios [siempre].
·
Significado gramatical. Indica la relación que existe entre
las palabras a las que acompaña o une. Tienen significado gramatical los
artículos [la], las preposiciones [para] y las conjunciones [porque].
En la página
17 de libro de segundo se escribe lo mismo, pero sin ejemplos.
Las palabras pueden tener dos tipos de
significado:
·
Significado léxico. Designa seres, objetos, cualidades,
acciones o circunstancias. Tienen significado léxico los sustantivos, los
adjetivos, los verbos y los adverbios.
·
Significado gramatical. Indica la relación que existe entre
las palabras a las que acompaña o une. Tienen significado gramatical los
artículos, las preposiciones y las
conjunciones.
Mucho me temo
que el principal interés de las editoriales de libros de texto es lucrarse a
costa de las familias, lo que posiblemente les lleve a considerar que en cada
nuevo curso el alumnado debe olvidarse por completo de los libros del año
anterior. Quizás, no hubiese estado de más haber añadido algo del tipo de “como
recordarás”, o “como ya vimos el curso pasado”.
Soy consciente de que esto puede suponer por mi parte la ingenuidad de
creer que alguien recuerda algo.
De acuerdo con
el libro de primero, la “lengua es un sistema de signos que se organiza en
unidades lingüísticas. Dichas unidades se combinan mediante unas reglas que
determina la Gramática para formar unidades más complejas” (p. 20). Sin
embargo, para el libro de segundo, la “
lengua
es un sistema de unidades lingüísticas que se combinan entre sí, mediante unas
reglas que determina la Gramática, para formar unidades más complejas” (p. 16).
De un año para otro la lengua ha pasado de ser un sistema de signos a serlo de
unidades lingüísticas –término este a todas luces excesivamente ambiguo-, las
cuales deben ser sencillas (o no muy complicadas) puesto que la Gramática -por
razones insondables- las convierte en entidades más complejas. Para la Real
Academia de la Lengua la cosa es más simple. Así es como define,
en su segunda acepción, la
palabra lengua:
Sistema de comunicación verbal y
casi siempre escrito, propio de una comunidad humana.
Esta tendencia
a la complicación innecesaria ya la señaló Álex Grijemo en una
entrevista
en el diario El País con motivo de la presentación de su libro
La gramática descomplejizada. Indicaba
que en los textos de Secundaria uno puede tropezarse con estos horrores:
El complemento predicativo es un
sintagma adjetivo que complementa a los verbos predicativos y concuerda en
género y número con el sintagma nominal.
El complemento de régimen verbal es
un sintagma preposicional que se forma mediante la preposición que exige el
verbo y un sintagma nominal.
En las mismas
páginas arriba citadas de ambos libros de texto, también asistimos a la
evolución de los conceptos gramaticales. Antaño, un fonema era “cada uno de los
sonidos de la lengua. No tienen significados y se representan mediante letras”.
Hogaño, además, nuestro esforzado fonema distingue palabras:
Los fonemas son cada uno de los
sonidos de la lengua y carecen de significado, pero distinguen palabras.
Las páginas 40
y 41 del libro de primero, así como las 22 y 23 del de segundo–y con esto acabo
el cotejo de ambos libros- se dedican a
explicar el lenguaje literario. En los dos textos se habla de recursos fónicos,
gramaticales y semánticos. Tanto en uno como en otro se repiten exactamente las
definiciones de aliteración, anáfora, símil, prosopopeya y metáfora, aunque,
eso sí, con ejemplos literarios distintos.
¿Por qué pasa
esto? ¿Es que no hay nadie que controle los contenidos de los libros de texto?
En nuestro país, estos materiales están exentos de la censura previa (visto lo
visto, no sé si esto es una conquista democrática). Los profesores no parecen
quejarse sobre lo que digan o dejen de decir
los libros de texto. Aunque carecemos de estudios específicos sobre el
tema, es más que probable que en caso de disenso con su contenido, cada
profesor decidirá si explica aquello que le disgusta del libro con sus apuntes
o su propia palabra o, incluso, simplemente podría prescindir de la utilización
del texto (sería muy interesante conocer el porcentaje de libros –forzosamente-
adquiridos y no utilizados).
Cuando en el
ya lejano año de 1983 nuestro Parlamento aprobó la LODE (Ley Orgánica del
Derecho a la Educación), consideró implícitamente que esta –y cuestiones
similares- debería ser una temática abordada por el Consejo Escolar (órgano
colegiado en que están los profesores, los padres y los alumnos) de cada centro. Una de sus atribuciones (que, dicho sea de
paso, no debió gustar a buena parte del
profesorado) era la de “participar en la aplicación de la línea pedagógica del
centro”. En todo caso, y antes de que saliera adelante la LOMCE, entre sus
funciones constaba la de aprobar la Programación General Anual. Esta
programación incluye los proyectos curriculares en los cuales, a su vez, deben
constar los materiales curriculares que se utilizarán en todas y cada una de
las asignaturas. Por desgracia, tanto los Consejos Escolares como las
Asociaciones de Padres y Madres de Alumnos no han cumplido esta función. Los
primeros no pasan de ser, en la inmensa mayoría de las ocasiones, órganos
burocratizados que no van más allá de ornamentar nuestros centros escolares con
una falsa pátina de democracia. Las segundas se ocupan más bien de organizar
las actividades extraescolares o la fiesta del carnaval. Ahora que tanto se
habla de reformar nuestra Constitución, quizás deberíamos pensar en suprimir -considerando
su manifiesta inoperancia- el precepto que señala que “los profesores, los padres y, en su caso, los
alumnos intervendrán en el control y gestión de todos los centros sostenidos
por la Administración con fondos públicos” (art. 27.3)
Un apunte
final. Si el lector tuviera curiosidad por ver qué sucede con las Matemáticas
en los libros de Secundaria, puede leer
este artículo.