jueves, 8 de octubre de 2015

El mito del eterno retorno

El mito del eterno retorno. Algunas observaciones sobre los libros de texto.
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Acaba de comenzar el curso escolar de mi hijo, el cual está matriculado en segundo de la ESO. Miro lo que tiene que estudiar y observo, con cierto asombro cándido, que parte de los contenidos del libro de Lengua de este curso se asemejan a los del texto del año anterior –por no decir que los calcan-. Siempre había tenido la sospecha de que nuestros escolares se pasan buena parte de su vida repitiendo contenidos de un curso a otro (para al final, seguramente, no aprenderlos).

                Concretamente, me voy a referir a los libros de la asignatura Lengua Castellana y Literatura de la editorial SM (proyecto Conecta 2.0), de primer y segundo curso. Hasta ahora tan solo he cotejado algunas de sus páginas, las cuales corresponden a las primeras lecciones. En la página 54 del libro de primero se puede leer lo siguiente:

Las palabras pueden tener dos tipos de significado:
·         Significado léxico. Designa seres, objetos, cualidades, acciones o circunstancias. Tienen significado léxico los sustantivos [sol], los adjetivos [verde], los verbos [amar] y los adverbios [siempre].
·         Significado gramatical. Indica la relación que existe entre las palabras a las que acompaña o une. Tienen significado gramatical los artículos [la], las preposiciones [para] y las conjunciones [porque].

En la página 17 de libro de segundo se escribe lo mismo, pero sin ejemplos.

Las palabras pueden tener dos tipos de significado:
·         Significado léxico. Designa seres, objetos, cualidades, acciones o circunstancias. Tienen significado léxico los sustantivos, los adjetivos, los verbos y los adverbios.
·         Significado gramatical. Indica la relación que existe entre las palabras a las que acompaña o une. Tienen significado gramatical los artículos, las preposiciones  y las conjunciones.

Mucho me temo que el principal interés de las editoriales de libros de texto es lucrarse a costa de las familias, lo que posiblemente les lleve a considerar que en cada nuevo curso el alumnado debe olvidarse por completo de los libros del año anterior. Quizás, no hubiese estado de más haber añadido algo del tipo de “como recordarás”, o “como ya vimos el curso pasado”.  Soy consciente de que esto puede suponer por mi parte la ingenuidad de creer que alguien recuerda algo.

De acuerdo con el libro de primero, la “lengua es un sistema de signos que se organiza en unidades lingüísticas. Dichas unidades se combinan mediante unas reglas que determina la Gramática para formar unidades más complejas” (p. 20). Sin embargo, para el libro de segundo, la “lengua es un sistema de unidades lingüísticas que se combinan entre sí, mediante unas reglas que determina la Gramática, para formar unidades más complejas” (p. 16). De un año para otro la lengua ha pasado de ser un sistema de signos a serlo de unidades lingüísticas –término este a todas luces excesivamente ambiguo-, las cuales deben ser sencillas (o no muy complicadas) puesto que la Gramática -por razones insondables- las convierte en entidades más complejas. Para la Real Academia de la Lengua la cosa es más simple. Así es como define, en su segunda acepción, la palabra lengua:

Sistema de comunicación verbal y casi siempre escrito, propio de una comunidad humana.

Esta tendencia a la complicación innecesaria ya la señaló Álex Grijemo en una entrevista en el diario El País con motivo de la presentación de su libro La gramática descomplejizada. Indicaba que en los textos de Secundaria uno puede tropezarse con estos horrores:

El complemento predicativo es un sintagma adjetivo que complementa a los verbos predicativos y concuerda en género y número con el sintagma nominal.
El complemento de régimen verbal es un sintagma preposicional que se forma mediante la preposición que exige el verbo y un sintagma nominal.

En las mismas páginas arriba citadas de ambos libros de texto, también asistimos a la evolución de los conceptos gramaticales. Antaño, un fonema era “cada uno de los sonidos de la lengua. No tienen significados y se representan mediante letras”. Hogaño, además, nuestro esforzado fonema distingue palabras:

Los fonemas son cada uno de los sonidos de la lengua y carecen de significado, pero distinguen palabras.

Las páginas 40 y 41 del libro de primero, así como las 22 y 23 del de segundo–y con esto acabo el cotejo de ambos libros-  se dedican a explicar el lenguaje literario. En los dos textos se habla de recursos fónicos, gramaticales y semánticos. Tanto en uno como en otro se repiten exactamente las definiciones de aliteración, anáfora, símil, prosopopeya y metáfora, aunque, eso sí, con ejemplos literarios distintos.

¿Por qué pasa esto? ¿Es que no hay nadie que controle los contenidos de los libros de texto? En nuestro país, estos materiales están exentos de la censura previa (visto lo visto, no sé si esto es una conquista democrática). Los profesores no parecen quejarse sobre lo que digan o dejen de decir  los libros de texto. Aunque carecemos de estudios específicos sobre el tema, es más que probable que en caso de disenso con su contenido, cada profesor decidirá si explica aquello que le disgusta del libro con sus apuntes o su propia palabra o, incluso, simplemente podría prescindir de la utilización del texto (sería muy interesante conocer el porcentaje de libros –forzosamente- adquiridos y no utilizados).

Cuando en el ya lejano año de 1983 nuestro Parlamento aprobó la LODE (Ley Orgánica del Derecho a la Educación), consideró implícitamente que esta –y cuestiones similares- debería ser una temática abordada por el Consejo Escolar (órgano colegiado en que están los profesores, los padres y los alumnos) de cada centro.  Una de sus atribuciones (que, dicho sea de paso, no debió gustar  a buena parte del profesorado) era la de “participar en la aplicación de la línea pedagógica del centro”. En todo caso, y antes de que saliera adelante la LOMCE, entre sus funciones constaba la de aprobar la Programación General Anual. Esta programación incluye los proyectos curriculares en los cuales, a su vez, deben constar los materiales curriculares que se utilizarán en todas y cada una de las asignaturas. Por desgracia, tanto los Consejos Escolares como las Asociaciones de Padres y Madres de Alumnos no han cumplido esta función. Los primeros no pasan de ser, en la inmensa mayoría de las ocasiones, órganos burocratizados que no van más allá de ornamentar nuestros centros escolares con una falsa pátina de democracia. Las segundas se ocupan más bien de organizar las actividades extraescolares o la fiesta del carnaval. Ahora que tanto se habla de reformar nuestra Constitución, quizás deberíamos pensar en suprimir -considerando su manifiesta inoperancia- el precepto que señala que “los profesores, los padres y, en su caso, los alumnos intervendrán en el control y gestión de todos los centros sostenidos por la Administración con fondos públicos” (art. 27.3)


Un apunte final. Si el lector tuviera curiosidad por ver qué sucede con las Matemáticas en los libros de Secundaria, puede leer este artículo.

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