Más allá del PISA
Hasta hace bien poco solía considerarse que
los resultados en las pruebas del PISA demostraban la mayor eficiencia de
aquellos sistemas educativos basados en el constructivismo, en unos currículums
flexibles, en una docencia democrática fundamentada en el diálogo y en la creatividad
del alumnado, en la no repetición de curso, en la realización de pocos deberes.
Sin embargo, paulatinamente, se va descubriendo que muy posiblemente tal cosa
no sea del todo así. Las alarmas empezaron a saltar con los rankings de
resultados de los dos últimos informes que realiza la OCDE. En ellos, la
venerada Finlandia –uno de cuyos últimos ejemplos de admiración puede verse en
la recomendable ¿Qué invadimos ahora?, de Michael Moore- ha
sido desplazada de la primera posición en favor de tigres asiáticos como Corea
del Sur, Singapur, Hong-Kong o Shanghái, todos ellos con sistemas educativos
más bien autoritarios o, al menos, muy diferentes al de Finlandia. ¿Qué ha
podido suceder en estos recientes años? Al fin y al cabo, las pruebas del PISA
son sustancialmente idénticas.
Una posible explicación es la que suministra
Sahlgren en este texto. Aquí se señala que,
pese a lo que se suele creer, la cultura finlandesa tiene poco que ver con la
de sus vecinos nórdicos –hasta el extremo de que hay quien la considera
zarista-. De hecho, está más próxima en importantes aspectos -que afectan directamente
a la educación- a la de los países del sudeste asiático. Sahlgren recoge citas
de investigadores como Simola, quien hacía referencia a una mentalidad “autoritaria,
obediente y colectivista”. Hasta bien
entrados los noventa del siglo pasado, e incluso a comienzos del veintiuno, la
docencia en Finlandia ha sido escasamente innovadora. Lo habitual era que el
profesor se dirigiera al conjunto de la clase y que apenas se promoviera el
trabajo autónomo de los estudiantes. De hecho, hasta los noventa, su sistema
educativo estaba centralizado y el currículum era enormemente detallado y
prescriptivo, lo que implicaba escasa autonomía para el trabajo del
profesorado.
Shalgren considera que el publicitado éxito de Finlandia en las primeras
ediciones del PISA se debe a la pervivencia de un sistema educativo
“tradicional” y achaca su moderada decadencia a la descentralización, a la
autonomía curricular y a la libertad de que disfrutan los niños en la escuela.
Es, sin duda, una explicación congruente con los resultados del PISA y que
permite comprender el éxito de los tigres asiáticos, éxito del que estos países
parecen querer huir, ya que consideran que los buenos resultados en esta prueba
no significan que estas naciones –o zonas económicas- estén preparadas para
afrontar los retos de la economía y de la sociedad del conocimiento. Su
propuesta de renovación parecería ser la de imitar a la Finlandia que empieza a
flaquear en el PISA.
Esta
explicación, de corte culturalista, parece ser muy del gusto del Andreas
Schleicher, el coordinador general de los informes PISA. En su documentadísimo libro sobre la educación en China, Yong
Zhao comenta que Schleicher destaca el hecho de que los estudiantes chinos se
consideran responsables de su propio aprendizaje, mientras que en países como
Francia -cuyos resultados son mediocres- tres cuartas partes de los alumnos
declaran que las asignaturas son muy exigentes, dos tercios señalan que el
profesor no les motiva y la mitad se queja de que el profesor no sabe explicar
(es decir, tendrían una cierta tendencia a echar balones fuera). Sin embargo, y
muy al contrario, en Shanghái los estudiantes creen que tendrán éxito si se
esfuerzan. No obstante, apunta Zhao, esta interpretación es más que
cuestionable. Los estudiantes de países como Liechtenstein o Suiza, cuyos
resultados son mejores que los de Francia, coinciden con las opiniones de los
alumnos galos.
Las
críticas sobre las limitaciones del PISA afloraron desde su primer informe.
Pese a la valiosísima información que el PISA aporta –y que, en general, la
comunidad científica y la ciudadanía agradecen-, no cabe perder de vista dos
limitaciones fundamentales. La primera, bien clara, es que las pruebas PISA se
limitan a tres áreas curriculares: lengua, matemáticas y ciencias. Lo cierto es
que Schleicher es consciente de esta limitación y se plantea ampliar las
pruebas a otros ámbitos del conocimiento. Mientras tanto, las artes, las
humanidades, las ciencias sociales, las lenguas extranjeras, la educación
física… quedan en el limbo. Esto contribuye sobremanera a la proliferación de
sospechas sobre el enfoque economicista de una institución como la OCDE.
La segunda limitación, no menos preocupante, es que, a fin de cuentas, el
PISA no va más allá de ser una prueba de lápiz y papel en la que hay elegir la respuesta
acertada que ofrecen preguntas -sin duda, tan elaboradas como ingeniosas- de
opción múltiple. Aspectos tan esenciales para la ciudadanía y para la población
activa como saber expresarse oralmente y por escrito, elaborar y defender un
argumento o solucionar un imprevisto, quedan fuera del punto de mira del PISA.
Es decir, todo aquello que no tiene cabida en una prueba de tipo test es
simplemente ignorado. Por otro lado, evaluar este otro tipo de destrezas es más
caro que contabilizar los resultados de un test y seguramente su evaluación
requeriría la participación de educadores, quizás en detrimento de tanto psicómetra,
económetra, sociómetra y demás “contabilizadores” de resultados. Ni qué decir
tiene que esto supondría como poco que las multinacionales de la educación, como
Pearson –sobre cuya implicación se puede leer esto, esto y esto- tendrían que compartir su
floreciente y lucrativo negocio.
Es más, las pruebas de lápiz y papel podrían ir mucho más allá de la mera
evaluación de conocimientos que acomete el PISA. Henry M. Levin, en un artículo
significativamente titulado “Algo más que los resultados de los test”, indicaba que las pruebas PISA nada dicen sobre
aspectos tan importantes para los éxitos personal, educativo y laboral como las
destrezas inter e intrapersonales. De hecho, señala Levin, las quejas más
frecuentes entre los empleadores no se refieren a que sus futuros empleados
puedan tener pocos conocimientos de Matemáticas, sino que se centran en aspectos
como la autodisciplina, la puntualidad, la asunción de responsabilidades y la
capacidad de escuchar. Estos aspectos también se pueden medir, tal y como
muestran los trabajos que al respecto está acometiendo
el premio nobel de economía James K Heckman.
En definitiva, creo que no sabemos muy bien qué es lo que en realidad
estamos midiendo con los informes PISA. Se ha especulado hasta la saciedad
sobre si los buenos resultados de Finlandia se deben a un tipo de educación
basada en las inquietudes del alumnado, y bien pudiera ser que el PISA esté indicando
más bien lo contrario o algo totalmente distinto.
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