El interminable debate
sobre la jornada escolar.
Esta vez toca Aínsa
(Huesca).
El
pasado 16 de marzo fui invitado por una plataforma ciudadana de la comarca de Sobrarbe
para hablar, junto con otros tres ponentes, sobre la jornada escolar. En esta
zona, la cuestión de la jornada cuenta, como mínimo, con dos peculiaridades. La
primera es que el Instituto de Educación Secundaria (IES) de Aínsa es de los
pocos de Aragón que cuenta con jornada partida y desea (al parecer, fervientemente,
como se verá a continuación) pasar a la jornada continua. La segunda se refiere
al hecho de que la mayor parte del alumnado (tanto el de los colegios de
Educación Infantil y Primaria como el del IES) ha de llegar a sus centros
recurriendo al transporte escolar. Dado que este transporte es peculiarmente
costoso, los horarios de entrada y salida de los centros de Infantil y Primaria
y de los de Secundaria coinciden.
Pasar a la jornada continua implica
empezar las clases a las nueve de la mañana en lugar de hacerlo, como hasta
ahora, a las diez. Esto plantea dos graves problemas. El primero es que entrar
a las nueve supondría para algunos alumnos tener que levantarse a horas muy
tempranas (varios de los trayectos consumen más de una hora y cuarto) con las
consiguientes consecuencias de adormecimiento (en Galicia el paso a la jornada
continua también acarreó entrar a las nueve en lugar de a las diez y se detectó
que el alumnado simplemente dormía menos –lo cito en el PowerPoint que utilicé
en mi presentación: goo.gl/j4t7zf-)
El segundo problema es el derivado de que en esta comarca
el frío invernal es particularmente intenso. Para que las carreteras estén
transitables hay que esperar a que hayan pasado el quitanieves y/o el camión
que esparce sal. Si se quisiera adelantar el horario de entrada, habría que
modificar también el de estos servicios. En su propuesta de modificación de
jornada, el IES de Aínsa es consciente de esta dificultad y para solventarla
aduce esta sorprendente explicación:
Como desventajas de la continua en nuestro caso se
encuentra la cuestión de hielo en alguna carretera si bien se nos informa de
que son pocos puntos. Pensamos que se puede solucionar aunque no sea del todo
fácil y no esté en nuestras manos.
La propuesta no tiene desperdicio: son pocos los lugares problemáticos –no
se cuantifica ese “pocos”-, para el profesorado el problema se puede solucionar
aunque “no esté en nuestras manos” (se entiende que la solución). Se viene a
decir: cámbiese la jornada y si no se solucionan los problemas, nosotros nos
lavamos las manos (porque nos parece fácil su solución). Uno de los intervinientes
de la mesa en la que participé es el alcalde de Bielsa y, además, conductor de
un autobús escolar. Este regidor aportó el dato, nada baladí, de que en lo que
llevamos de curso su autobús no habría podido llegar a las nueve al centro
escolar en trece ocasiones. Pese a datos como este, el IES no se arredra y en su web dice lo siguiente:
De cualquier manera, hemos de ser conscientes de que, en
el caso de que hubiese muchos problemas, los habría de igual forma a las 8 h de
la mañana que a las 9 h
Pero, lamentablemente, y como
cualquier conductor lo podría comprobar, los problemas son más graves a las
ocho que a las nueve.
Entrar más pronto implica salir más
tarde. Pero esto tampoco es un inconveniente para los autores de la información
del IES.
La hora de llegada a casa de los lugares alejados sería
las 15:45h. Quizá sea un poco tarde para comer aunque no es descabellado como
muestra el mapa educativo español actual. Esto se podría paliar con un
bocadillo en cada recreo que pocos en el instituto comen actualmente.
Tengo la impresión de que los dietistas no compartirían esta idea de
almorzar casi a las cuatro de la tarde. Pero, ¿no era una de las pretensiones
del cambio de jornada asimilar nuestro horario al habitual de Europa? Por otro
lado, la propuesta de dos bocadillos matinales parece pensada para satisfacer
los sueños de Carpanta.
Como en todos los numerosos debates
sobre este tema a los que he sido invitado como ponente, la música es siempre
la misma. Afloran una y otra vez los particularismos: yo prefiero la jornada
continua porque me viene bien, no quiero que mi hijo se quede en el comedor, he
renunciado a mi empleo para pasar más tiempo con mis hijos, los que quieren la
partida desean tener fuera de su casa el mayor tiempo posible a sus retoños,
los datos de los estudios sobre el tema son falsos, etc. De nada sirve apelar a
que en un debate democrático –como el que estoy reseñando- debería buscarse el
bien común (que incluso podría ser la propuesta de que cada familia indicara en
el formulario de matriculación su preferencia por una u otra jornada, tal y
como explico en el PowerPoint más arriba citado). Lo que sucede en estos
encuentros es similar a lo que se vive en la mayoría de las juntas de propietarios:
cada cual vela por sus intereses. Sin embargo, aquí estamos en la escuela,
institución que, supuestamente, debería fomentar los hábitos democráticos.
El IES de Aínsa ha puesto especial
empeño en pasar a la jornada continua. En su web ha publicado información sobre
este tema, la cual paso a comentar. En ella se indica que “todos los datos
ofrecidos aquí son oficiales o están extraídos de estudios contrastados”. Sin
duda, algún dato oficial se ofrece. Estos, y otros similares, podrían ser los que
esta información englobaría en el epígrafe de datos oficiales:
Los institutos de Secundaria de toda España tienen
jornada continua con escasas excepciones. Entre ellas están los centros de
Cataluña (que van solo algunas tardes) y tres centros en Aragón: Cantavieja
(Teruel) con 48 alumnos, Castejón de Sos (Huesca) con 85 y Aínsa con 298.
Sin embargo, no se cita ni un solo
estudio contrastado (por lo demás, lo habitual en este debate) ni siquiera
cuando más fácil sería. Así, se menciona un estudio o informe de la Comunidad
Valencia pero no se indica de dónde procede el dato. Esto es lo que se dice:
En la jornada continua disminuyen las situaciones
conflictivas y el absentismo escolar, como se ha podido constatar en la
Comunidad Valenciana, por ejemplo. La mayoría de los problemas de disciplina
suceden en el comedor y por la tarde.
Y, para no olvidar los tópicos,
volvemos a la carpetovetónica siesta de pijama y orinal:
El rendimiento es menor después de comer durante unas dos horas.
En el afán por justificar las bondades de la jornada continua, no se tiene
el menor empacho en decir barrabasadas como la siguiente:
En la jornada partida el alumnado (especialmente el
transportado y los que comen aquí) pasa 7 horas, más desplazamientos, dentro
del recinto. En la continua pasa 5:45 horas, con lo que pasan menos tiempo en
el instituto y el cansancio es menor.
Nos enteramos de que al pasar menos
tiempo en el centro, el cansancio es menor. De seguir esta lógica, podríamos
reducir la presencia en el IES a algo meramente testimonial o, mejor aún,
promocionar la enseñanza online. Y, si abandonamos por un momento el
ámbito de la escuela, en los partidos de fútbol mejor prescindimos del descanso
de quince minutos para que disminuya el cansancio. Es sorprendente que nadie
hasta ahora, salvo los autores de este texto (no se olvide: profesores de
nuestros adolescentes), hubiese caído en este detalle. Más adelante, en este
mismo escrito, y por si no hubiera quedado claro, se vuelve sobre esta cuestión:
… la jornada continua permitiría al alumnado reducir el
cansancio general al pasar menos tiempo en el instituto.
De acuerdo con la web de este IES, la
sugerencia del cambio de jornada responde a las “inquietudes expresadas por el
alumnado reiteradamente”, hasta el punto de que “la propuesta se realiza a
petición del alumnado y por iniciativa del Equipo Directivo del Instituto” (sic).
No queda claro si el primum movens es el equipo directivo, el cual
habría dado a conocer al alumnado la posibilidad del cambio de jornada.
Es tal la confianza que desde el
equipo directivo se tiene en el alumnado, que en el texto se ruega (verbo
especialmente enfático), en negrita, lo siguiente:
os rogamos que penséis en vuestros hijos, en sus
necesidades como estudiantes, en su jornada laboral real (porque es su jornada
laboral) y en su rendimiento; os rogamos que les preguntéis su opinión y que la
tengáis en cuenta ya que, por muy menores que sean, tienen mucho que decir.
Personalmente,
no puedo estar más de acuerdo en la idea de que los menores tienen mucho que
decir, pero no solo en este tema, sino también sobre los contenidos
curriculares, los métodos pedagógicos y un montón de cuestiones sobre las
cuales no sé si el IES incitará al alumnado a hacer oír su voz. ¿Quién sabe?
Quizás del hilo del cambio de jornada podría sobrevenir la innovación
pedagógica.
Desde
el centro se ruega –otra vez el verbo rogar- a padres y madres que voten y para
ello se recurre a la negrita y a la letra en mayor tamaño.
Haría
la misma observación que he referido con relación al alumnado. ¿Se manifiesta
también este celo cuando se trata de las elecciones a representantes de padres del Consejo Escolar?
Vuelvo
a lo que ya he señalado en ocasiones anteriores en este mismo blog y en otros
escritos. Este, y no otro, ha sido en los últimos veinte años el principal
debate de nuestras comunidades educativas. Creo que de ello deberían tomar
buena nota tantas organizaciones que se consideran portavoces de la comunidad
escolar (por desgracia, no deben abundar profesores excelentes y comprometidos
como Agustín Moreno, portavoz de Marea Verde) y que, muy rara vez, hacen
mención a este adulterado debate, el cual es casi una invitación a abandonar la
enseñanza pública.