¿Qué clase de antro feudal es la universidad
española?
Últimamente se suceden noticias
dolorosas para la universidad española. Hace unas semanas eldiario.es
dio a conocer que Fernando Suárez, rector de la universidad pública Rey Juan
Carlos, había plagiado la mayor parte de su producción científica, labor que le
ha dado la posibilidad de cobrar “sexenios” de investigación, haber accedido a
la condición de catedrático –igualmente plagiando- y, ulteriormente,
convertirse en rector.
Tan solo unos días atrás, la prensa ha
informado sobre los abusos sexuales sufridos por dos profesoras y una becaria,
cometidos por otro catedrático -Santiago Romero- que en su momento fue decano
de la Facultad de Educación de la Universidad de Sevilla.
Estas dos recientes noticias son en sí
mismas muy preocupantes. Sin embargo, lo más inquietante es la impunidad con
que durante muchos años estos dos individuos han estado cometiendo las
fechorías de las que ahora se les acusa. ¿Cómo es posible que hasta que la
prensa no ha metido sus narices en tan turbios asuntos nada de esto hubiera
trascendido? ¿Cómo explicar que sin la intervención de la prensa –y de los
tribunales en el caso del profesor acosador- estos dos profesores de
universidad seguirían campando por sus respetos?
Lo que ha ocurrido –y que, por
desgracia, ocurrirá aún en muchos otros sitios- denota claramente que la
universidad es una especie de feudo donde resulta relativamente fácil conculcar
las normas más elementales del estado de derecho. Que la carrera docente de
tantos candidatos a profesores de universidad dependa de no enojar a quienes
tienen el poder es un claro indicio de que la libertad intelectual, que debería
ser santo y seña de la universidad, no ha terminado de llegar a tan alta
institución educativa. En el blog hayderecho.com, Blanca Villanueva –una
excandidata a profesora de universidad que finalmente se decantó por unas
exitosas oposiciones a notaría- decía lo siguiente sobre la arbitrariedad en la
universidad:
No sabes cuál
es el criterio objetivo de selección, si es que existe, ni quién lo pone, ni si
se mira con los mismos ojos a todos, ni cuándo vas a poder tener oportunidad de
optar a una plaza.
No me queda más remedio que confesar mi
ingenuidad. Creía que tras casi cuatro décadas de democracia estos
comportamientos eran cosa de nuestro pasado franquista. Sin embargo, nuestras
universidades –hablo de las públicas- son instituciones democráticas: rectores,
decanos y directores de departamento son elegidos democráticamente. Entonces,
¿qué falla aquí? Para que sucesos como estos tengan lugar hace falta haber tejido
previamente una red de complicidades y de miedos, lo que permitiría explicar
cómo incluso profesores con plaza fija –prácticamente intocables- hayan podido
contribuir con su ominoso silencio a tal estado de cosas. Pero es que, además,
los sindicatos apenas han dicho nada y parte de lo que han dicho es mejor que
se lo hubieran callado.
Estamos hablando de fechorías que se
han realizado a lo largo de años y años. ¿Nadie sabía nada sobre las pulsiones
lascivas del profesor de la Universidad de Sevilla? ¿Nadie vio nada extraño en
los escritos de Fernando Suárez?
Se me dirá que estos comportamientos
son excepcionales. Sin duda. No obstante, el problema es que se pueden realizar
durante años sin que pase nada. El profesor acosador ha sido condenado a siete
años de prisión. Sin embargo, la Universidad de Sevilla ya era conocedora desde
años atrás de las acusaciones contra este profesor y no hizo nada al respecto.
Y, ¿qué pasará con el plagiador? ¿Se
investigarán sus sexenios de investigación y su acceso a la cátedra? Espero
equivocarme, pero todo seguirá básicamente igual. El plagiador no se presentará
a rector, pero en su lugar puede que lo haga uno de sus adeptos. La cosa está
bien clara: what happens in Vegas stays in Vegas.
Totalmente de acuerdo.
ResponderEliminarPenosa situación, pero tienes toda la razón. No habrá investigación de sexenios, seguirá con ellos. También con la cátedra. Al acosador, poco más que un tirón de orejas. Así estamos y así nos va.
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