viernes, 13 de marzo de 2020

La LOMLOE: vuelta al pasado


La LOMLOE: vuelta al pasado

        No me cabe la más mínima duda de que la LOMCE debía ser eliminada de nuestro ordenamiento jurídico. Y justamente esta supresión es la principal fuente de alegría de muchos sectores opuestos a tan infausta ley. Todo parecería quedar en una venganza: ahora gobiernan los míos y se deshace cuanto hicieran mis rivales. Lamentablemente, mi impresión es que lo que, en líneas generales, se ha hecho con la LOMLOE es una mera restauración de la LOE –la ley educativa aprobada en la época de Zapatero-. Sin embargo, mucho ha llovido desde que en 2006 se aprobara tal norma. Es una lástima que no se haya aprovechado la coyuntura actual para elaborar un proyecto de ley capaz de entusiasmar a la mayor parte de nuestra sociedad, de cambiar de raíz nuestro desfasado y clasista sistema educativo. En definitiva, se podría haber pensado en una ley que pudiera generar tal grado de consenso social que evitara este continuo movimiento pendular de aprobación de nuevas leyes educativas cada vez que gobierna una nueva mayoría. Me parece claro que el día que gane el PP –o las derechas-, la LOMLOE será enviada al basurero de la historia.

            No obstante lo dicho, la LOMLOE contiene un preocupante elemento de continuidad con la ley anterior al dar el visto bueno a la Formación Profesional Básica (FPB, y dado que hay que cambiar todo para que todo siga igual, esta pasa a llamarse ciclo formativo de carácter básico), la cual no es otra cosa que un itinerario educativo para el alumnado de menor rendimiento y, de paso, una vía de segregación social –ya se sabe de qué sectores sociales se va a seguir nutriendo esta formación-. Este también es el caso de los Ciclos Formativos de Grado Medio (CFGM). Nada tengo contra la formación profesional básica y de grado medio. Lo que sucede es que ninguna de ellas constituye una formación de calidad: es una mera vía de escolarización para los que no hay otro remedio. A diferencia de los Ciclos Formativos de Grado Superior, las otras dos formaciones profesionales apenas garantizan avanzar en el sistema educativo. No es solo que a estas acuda un cierto tipo de alumnado, sino que el recorrido escolar previo no promueve una educación de calidad. Esto está muy claro en el tipo de Matemáticas que se imparte al alumnado que previsiblemente vaya desde la ESO a los CFGM. La LOMCE habla de Matemáticas Aplicadas (o para torpes, si nos dejamos de eufemismos) y de Matemáticas Académicas (las de verdad). La LOE ya diferenciaba dos tipos de Matemáticas. ¿Por qué hacer esta distinción? ¿Es que, acaso, la formación profesional no precisa de unas matemáticas de alto nivel? Un buen ejemplo de la necesidad de unas matemáticas de alta calidad para todos –sean estudiantes “académicos” o “aplicados”- es la escuela High Tech High dirigida por Larry Rosenstock,[1] ganador en 2019 del WISE Prize Laureates (considerado, un tanto pomposamente, el premio Nobel para el profesorado). En la entrevista que se puede ver en este link,
https://www.youtube.com/watch?time_continue=2&v=spn1xGycar8&feature=emb_logo (en el tramo que va desde 2’27’ a 3’05”), Rosenstock explica cómo su centro es capaz de mezclar la metodología de la enseñanza profesional (experiencial, grupal) con el contenido del mundo académico (literacy y numeracy). Cabeza y mano, recuerda Rosenstock, es el lema del Instituto de Tecnología de Massachusetts.

            Como aspecto positivo de la FPB en la LOMLOE, conviene destacar que puede conducir a la obtención del título de Graduado en Educación Secundaria Obligatoria. Con esta credencial se puede pasar al Bachillerato, cosa difícil debido a la configuración curricular de la FPB y al enorme impacto estigmatizador de ser escolarizado en esta vía.

            Dado que los autores de la LOMLOE piensan que no todo el mundo está capacitado –o tiene ganas, dirían los más conservadores- para obtener el título de la ESO por la vía convencional, la nueva ley suprime los Programas de Mejora del Aprendizaje y vuelve a los Programas de Diversificación, los cuales, a diferencia de los primeros, permiten obtener el título de la ESO. En la diversificación se trabaja por ámbitos –es decir, agrupando varias materias en una sola-. Lo que me pregunto es que si esto funciona bien en la diversificación, ¿por qué no se hace lo mismo en toda la ESO? ¿Protestarían los profesores que considerarían que sus queridas asignaturas serían subsumidas en el magma de la globalización curricular?

La LOMLOE no suministra atisbo alguno de cambio curricular sustantivo, especialmente el referido a la autonomía de los centros. En nuestra vecina Portugal, a los centros más innovadores se les autoriza a controlar nada más y nada menos que el 75 por cien de los contenidos curriculares (más que el 45 por cien que se concede, en el caso español, a las comunidades autónomas con lengua propia).

            El bachiller seguirá siendo poco más que una academia para aprobar el examen de acceso a la Universidad. La LOMLOE no se atreve a introducir algo similar al trabajo de investigación del bachiller en Cataluña o a la monografía del Bachillerato Internacional. Supongo que aquí ocurrirá lo mismo que en la Universidad, donde se reducen al mínimo los créditos de los trabajos de fin de grado para que haya más horas de docencia disciplinar pura y dura. Todo lo que sea trabajo autónomo del estudiante –por muy tutorizado que pueda estar- es contemplado como una afrenta a lo que se considera la verdadera enseñanza: la que dimana de la palabra del profesor. Detrás de esta actitud está también la defensa del puesto de trabajo.

            La LOMLOE devuelve al Consejo Escolar de Centro la competencias que tenía en la LOE, con lo cual deja de ser el convidado de piedra en que lo había convertido la LOMCE. Creo que, entre quienes hemos investigado la participación escolar, es unánime que el modelo de participación –que es básicamente el mismo desde que en 1985 se aprobó la LODE- es un fiasco sin paliativos: basta para ello con mencionar el más que ridículo porcentaje de participación de padres y madres en las elecciones a sus representantes en este órgano colegiado. ¿Por qué no pensar qué debería cambiar? ¿Por qué empecinarse en regresar a lo mismo? Vuelvo al caso de Portugal. Allí las escuelas que así lo desean pueden pasar a formar parte de un grupo de centros –que se constituyen en un nuevo escalón administrativo llamado agrupamento de escolas- coordinados por una especie de megadirector –cuyas funciones desconozco-. A mí se me ocurre que debería formar parte de los Consejos Escolares, de todos y cada uno de los centros, un experto en educación –si se quiere con voz y sin voto- que sea capaz de suministrar una visión global de la problemática educativa de un territorio, un pueblo, un distrito. No soy nada dado –eso creo- al corporativismo, pero considero que nadie mejor que un sociólogo estaría capacitado para el desempeño de ese puesto.

            Me alegra mucho que la izquierda haya vuelto al poder. Pero si de esto me alegro es porque considero que, ante los retos de una época como la actual, la izquierda debería ofrecer soluciones innovadoras y de consenso –pese a que sé que con las tres derechas poco hay qué hacer pese a las interesantes aportaciones que podría hacer alguien como Luis Garicano-. Malos tiempos para la lírica.



Adenda sobre las Matemáticas (tomado de mi libro ¿Qué hace una escuela como tú en un siglo como este?

Específicamente sobre las Matemáticas contamos con investigación suficiente como para desaconsejar esta división. Contrariamente a lo que se suele pensar, ofrecer asignaturas de menor nivel a los alumnos de bajo rendimiento es contraproducente. Burris, Heubert y Levin (Burris, et al., 2006)  muestran cómo un currículo de alto nivel en Matemáticas es más efectivo que el currículo propio de la educación compensatoria para esta materia.
Es decir, el tipo de currículo que se utiliza con los alumnos más aventajados funciona igualmente bien con quienes obtienen peores notas. Los datos del SIMS (acrónimo de Second International Mathematical Study, el cual se realizó en veinte países en el periodo 1980-1982) y del posterior TIMSS indican que el currículo utilizado en la compensatoria hace descender el nivel de los estudiantes. Burris et al. citan el caso de un estudio llevado a cabo por Peterson (Peterson, 1989) en el que se tuvo la oportunidad de comparar lo que sucedió con tres grupos de estudiantes de bajo rendimiento de séptimo grado asignados a diferentes clases. Uno de ellos fue escolarizado en una clase de compensatoria, otro en una de nivel intermedio y otro en la de los más avanzados (un grupo de preálgebra). Quienes fueron escolarizados en este último grupo mejoraron mucho más que aquellos que estuvieron en el grupo de compensatoria. Algo parecido detectaron White et al. (White, et al., 1996). En este caso tuvieron la suerte de observar el recorrido escolar de estudiantes de varios centros de secundaria en Rochester (Nueva York) que habían sido escolarizados erróneamente en distintos grupos, de tal manera que algunos alumnos de rendimiento intermedio acabaron en el grupo de los más avanzados. Lo que detectaron es que estos estudiantes tenían un 91 por ciento más de posibilidades de acabar exitosamente los dos cursos que constituyen el nivel más elevado de Matemáticas. Por el contrario, sus compañeros del mismo nivel de rendimiento (los que fueron asignados al grupo de bajo rendimiento), veían reducidas sus posibilidades de hacer esos dos cursos a un 2 por ciento, porcentaje que se elevaba a un 23 por ciento en caso de haber sido escolarizado en el grupo de nivel intermedio. Otro dato fundamental es que el rendimiento de los alumnos de mayor nivel no se vio afectado ya que fue posible observar los resultados de grupos homogéneos de alto nivel en los que no se había producido este error.
La investigación anteriormente citada de Burris, Heubert y Levin analizó el desempeño en Matemáticas en los cursos sexto, séptimo y octavo en el condado de Nassau del estado de Nueva York. En principio, la política de este condado era muy restrictiva con respecto al porcentaje de alumnos que podían acceder a los cursos de Matemáticas de mayor nivel, pero con el paso del tiempo se permitió - a todo aquel que lo quisiera- matricularse en ellos. Lo que se observó es que con esta mezcolanza no solo mejoraba el nivel de los estudiantes con dificultades, sino que también lo hacía el de los que iban mejor. De hecho, el 99 por ciento de estos alumnos consiguieron tener éxito en las pruebas externas más exigentes (llamadas Regents). En definitiva, la propuesta de la LOMCE de unas Matemáticas Aplicadas (más bien, para torpes, si nos dejamos de eufemismos) y unas Matemáticas Aplicadas a la altura de tercero de la ESO no parece tener más sustento que el prejuicio clasista o la mera ignorancia.


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